EMILIO
Si Andrés susurraba en su oído una vez más, iba a lanzar su culo del maldito barco. La única razón por la que había conseguido mantenerse en él tanto tiempo era porque Joaquín no parecía tan contento con sus intentos de ligar. No se reía y sonreía como lo había hecho en el restaurante. En cambio, parecía un poco tenso por algo. ¿Había decidido a la luz del día que Andrés no era tan interesante? Dios, lo esperaba. No lo quería por las razones correctas y eso lo hacía muy difícil y egoísta y calculador. Joaquín era tan malditamente dulce y de ninguna manera quería hacerle daño. Si Andrés lo hacía feliz, no estaba seguro de que pudiera interponerme en el camino sólo para recuperar a Daniel.
—¿Debería advertir a Andrés para que dé un paso atrás? —La voz de Sebastian interrumpió mis pensamientos y aparté la mirada de Joaquín y Andrés, centrándome en conducir la embarcación.
—¿De qué? —le pregunté con voz aburrida. Sebastian soltó un bufido
—De la mirada asesina que estás lanzándole.
¿Desde cuándo Sebastian decide comenzar a prestar atención al mundo que lo rodea? Sacudiendo la cabeza, me di la vuelta y observé a Azul y Diego. Habían estado ahí tratando de superarse por más de veinte minutos. Si no hacia un giro brusco e inesperado, ambos se mantendrían durante otros veinte minutos. Necesitaba una distracción.
Después de lograr voltearlos en el agua me giré a Joaquín y le dije que era nuestro turno para subirnos a las tablas de wakeboard. Él al principio se resistió, pero pronto accedió.
Tomé el chaleco salvavidas de Azul y se lo entregué a Joaquín—. Este es el único que te quedara. El resto es muy grande.
Joaquín lo tomó y se estremeció cuando el agua fría goteó de la chaqueta y entró en su piel caliente.
—En realidad, eso no es cierto. Él tiene uno mucho mejor escondido debajo de los asientos, pero es de Daniel. Se lo dio por su cumpleaños un año, junto con la mejor wakeboard. Pero no deja que nadie más lo use, aunque...
—No, nena —interrumpió Sebastian mientras empujaba suavemente a Azul hacia el fondo de la embarcación.
No me atrevía a mirar a Joaquín. Prefería más que él no supiera nada de las cosas de Daniel. Las tenía todavía escondidas debajo del asiento del banco. Y no estaba dispuesto a dejar que otra persona las utilizara. Ver que otra persona se las ponía, sería otra puerta cerrada. Esto había sido algo que Daniel y yo hacíamos juntos. Había estado tan emocionado cuando le conseguí la nueva tabla. Incluso habíamos yacido en el agua y flotado en ella esa noche mientras llovían besos sobre mi cara y me decía lo maravilloso que era. Antes, cuando todavía había sido mío.
—Aquí está tu chaleco —llamó Diego mientras me lanzaba mi chaleco agradablemente seco. Atrapándolo mientras se estrellaba contra mi pecho, rápidamente me lo puse y eché mi tabla en el agua.
—¿Simplemente salto en él? —preguntó Joaquín desde el trampolín, mirándome con el ceño fruncido de preocupación.
Nadé hacia él: —Siéntate —le dije. Lo hizo rápidamente, sin quitarme los ojos de encima. Lo cogí por la cintura y lo ayudé a entrar al agua.
—Eeeep, hace frío —chilló y sus manos me apretaron los brazos con fuerza. Su labio inferior tembló un poco y no pude detenerme. Lo hice llevar un chaleco salvavidas frío y húmedo porque era demasiado bebé para sacar el de Joaquín. Lo menos que podía hacer era calentar sus labios.
Se tensó al momento en que mi boca tocó la suya, pero sólo brevemente. Sus dos manos se deslizaron lentamente por mis brazos y a mi pelo mientras yo lo sostenía por la cintura atrayéndolo hacia mí. El pulsar pequeños besos inocentes en la esquina de su boca sólo mojó mi apetito. Tomé una pequeña probada de su labio inferior, su boca se abrió en un grito pequeño, me lancé adelante. Necesitaba sentir la suave presión de sus labios contra los míos. Enredé la lengua con la de él mientras lo apretaba contra mí, sus manos en puños en mis cabellos mojados. Sí, esto era bueno. Esto era muy bueno. Deslizando mi mano por su cadera saqué ventaja para envolverlo alrededor de mi cintura. Un gemido un poco suave escapó de él cuando nuestros miembros se apretaron por el movimiento que estaba haciendo. Ah, diablos esto era mejor que bueno.
—¿Podrías dejar de manosearlo en público? —El tono molesto de Diego me recordó que teníamos un barco lleno de gente detrás de nosotros consiguiendo un vistazo desde muy cerca. Me aparté y el gemido pequeño, frustrado de Joaquín me hizo pensar que en realidad me importaba un comino que nos vieran. Pero sus ojos se enfocaron y miró por encima del hombro para ver a nuestro público curioso.
Sus mejillas se volvieron de color rosa brillante mientras agachaba la cabeza. Tragó saliva, nervioso, con los músculos de su garganta moviéndose detrás de la suave piel pálida de su cuello.
—Quiero besar ese lugar... ahí mismo —murmuré mientras corría la yema del pulgar sobre el lugar donde su pulso latía fuertemente. Era tan sexy como era delicado.
—Oh —respondió sin aliento.
—¿Van a subir o no? —llamó Sebastian detrás de nosotros. Fruncí el ceño ante el pelotón de gente entrometida que había traído con nosotros.
Su pregunta no merecía una respuesta. Busqué la tabla que había arrojado por la borda y me moví junto a Joaquín
—¿Te acuerdas de cómo funciona esto?
Tomando una respiración profunda Joaquín asintió y desenvolvió sus piernas de mi cintura provocándome un gemido. Había estado disfrutando de la calidez prohibida. El destello de sorpresa en sus ojos hacía muy difícil para mí no tirarlo de regreso.
—Sí, creo que sí —respondió.
Me volví para tomar la tabla y alcé mis ojos al ver a Andrés mirándome. Le di un gesto de disculpa y me moví para asegurarme de que Joaquín estaba atado en la tabla correctamente antes de que Andrés pusiera en marcha el barco.
—Se ve enojado —dijo Joaquín estudiando a Andrés mientras yo nadaba a revisar su posición.
—Sí, así es.
—¿Crees que nos va a hundir?
Negué con la cabeza. Andrés estaba enojado, pero no era estúpido. Joaquín había confiado en él. No quería joder eso. Además, le sacaría la mierda a golpes si lo asustaba. Estaba bastante seguro de que él también lo sabía.
—¿Está bien ajustado? ¿Te sientes encerrado? Asintió y me dio una sonrisa nerviosa.
***********************************************************************************************
ESTÁS LEYENDO
2.- YO SOY TUYO (EMILIACO) TERMINADA
Fiksi PenggemarEl era el chico Osorio perfecto, buenos modales, todo un caballero pero no era mio, el era novio de mi primo Daniel, sin embargo luego de terminarlo por Eduardo ahora me dejaba el camino libre para conquistar a Emilio Osorio. SEGUNDA PARTE DE EL ES...