unique▕ im too consumed with my own life

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Gritos. Muchos gritos desgarradores de hombres perdiendo la vida como agua escurriéndose de los dedos. El amargo ambiente de pérdida, de desilusión, de dolor. La sangre metálica y carmín tiñendo el musgo húmedo y mezclándose con el barro. Feromonas podridas, aromas animales pidiendo ayuda, socorro, una caricia de un ser querido que alivie el dolor.

Personas muriendo solas en el piso. Sin consuelo, agonizando, tratando de asimilar en sus últimos segundos de vida que estaban muriendo, no más vida, no más acalorados besos y dulces caricias, no más comida deliciosa y no más llanto ni sonrisas.

La muerte sonriendo macabremente y observando todo recargada con pereza en el hombro del odio, ambos orgullosos de lograr que la gente se mate entre sí para su beneficio, para el beneficio de otros.

Disparos a lo lejos, salpicando agua sucia junto a las botas militares marcándose en el lodo ante las insistentes pisadas de quienes intentaban retroceder, escapar del fuego enemigo y volver a casa con sus familias.

Puede sentirlo al ver los ojos de sus compañeros, de sus fieles amigos. Aunque él no tenga una bala atravesada en el cráneo siente que así sí, la vida desvaneciéndose de esos ojos fríos y vacíos que en algún momento le mostraron burla y calidez.

La sangre caliente deslizándose por el costado de su rostro sucio y sudoroso, la fuerte lluvia cayendo sobre sus hombros sin parecer limpiar nada. Porque no puede, ni el agua más pura podría limpiar la suciedad de la guerra impregnada en su corazón.

JungKook lo ve con claridad, aun con el barro haciendo pesadas sus pestañas, ve al enemigo acercarse rifle en mano hacia él. No puede moverse, no puede levantar la pequeña pistola en su cinturón, que es todo lo que le queda, y defenderse, simplemente no puede hacer nada.

Ve la bala salir disparada de la boquilla del arma y avanzar con repudio y furia hacia su pecho, directo al órgano latente que tanto se esforzó en cuidar esos siete meses en el campo de batalla.

Se desesperó.

No. No podía morir. JiMin. JiMin lo estaba esperando en casa, ¡Él tenía que volver con su Omega!

Trató de moverse, trató de huir. Pero no pudo.

¡Haz algo, JungKook! ¡Muévete! ¡Defiéndete! ¡Haz algo, grandísimo estúpido! ¡No puedes morir!

¡No!

─.. ¡No! ¡JiMin! ¡JiMin, amor! ¡Perdóname!

El Omega nombrado saltó en su lado del colchón, terriblemente asustado por despertar con semejante grito. Sus ojos mieles se suavizaron del terror en cuanto se ubicó en la situación, sin espacio para la molestia en su corazón.

Su Alfa, JungKook, estaba sentado en la cama, las sábanas revueltas en su regazo, el pelo desordenado y húmedo por el sudor frío que también le corría por la frente. Su pecho desnudo bajaba y subía erráticamente, la piel brillante al estar empapada en sudor, mientras sus ojos chocolate yacían abiertos de par en par, la cabeza moviéndose hacia todos lados mirando cada rincón del acogedor cuarto que todavía no lograba reconocer. Tanto era el terror que su lobo interno también hacía de las suyas al tener las garras enterradas en el colchón, rajando el material, y sus colmillos sobresaliendo de los labios entreabiertos, rompiendo la delicada piel.

JiMin se sentó de igual modo en la cama, sobre sus talones tras gatear un poco y lograr estar frente a frente con el agitado Alfa. Le observó en silencio, consciente de que estaba lo suficientemente alterado como para reaccionar de forma violenta.

Su ojo morado era la prueba de ello.

Con suavidad, y, meloso, JiMin lleva ambas manos a las mejillas de JungKook. En primera instancia sólo rozó con sus dedos hasta que los bonitos orbes ajenos se conectaron por fin con los suyos, y entonces acunó el afilado rostro por completo, sosteniéndole.

JungKook le miró como si no pudiese creer que lo tenía en frente, aun respiraba agitado y sufría espasmos que le hacían tiritar tal cachorrito indefenso en una noche de tormenta.

JiMin le sonrió con amor.

Shh.. todo está bien. ─Musitó en un íntimo susurro, uniendo sus frentes y meciéndose suavemente de lado a lado, tarareando entre dientes.

Esas simples palabras fueron suficientes para que la respiración del Alfa se rompiera en un sollozo desgarrador. Los fuertes brazos rodearon con necesidad y posesión el delicado cuerpo del Omega en un abrazo tembloroso. JungKook apretó sus párpados mientras lo estrujaba contra su pecho, probando sus propias lágrimas al lamer sus labios.

JiMin siguió tarareando para ambos, moviendo sus pulgares por sobre sus pómulos en caricias y eliminando feromonas protectoras y cariñosamente pegajosas, las suficientes para hundir el cuarto en su aroma a duraznos y crema dulce. JungKook se embriagó en ellas, y su propio aroma agrio por la amargura en su alma se mezcló con el de su pareja.

Un perfecto contraste de café y lloviznas con lo empalagoso de la crema y los duraznos frescos.

Pasados los minutos, y cuando la canción terminó, JiMin no dijo nada. No quería presionar a su Alfa de ninguna forma, esperaría pacientemente entre sus brazos hasta que estuviera listo para volver a abrir los ojos.

Silenciosamente deseaba haber encontrado la forma de calmar estos episodios, mismos que venían en cualquier momento del día pero que eran extremadamente más fuertes durante la noche.

Desde que volvió de la guerra, hace un mes, JungKook no había conseguido la paz. Era como si aun estuviera allá, en el frío campo, rodeado de cadáveres y sobreviviendo a base de las pocas balas en su pistola y el agua estancada de los charcos producto de la lluvia. Aunque había retomado su rutina normal junto a su pareja, su mente seguía luchando por el país.

Y JiMin no podía entenderlo, porque jamás había presenciado semejantes terrores, pero trataba de hacerlo.

Porque amaba a JungKook, y le ayudaría a sanar. Ahora él le protegería.

No fue hasta que comenzó a nevar afuera, los copos golpeando el vidrio de las ventanas, que el Alfa se atrevió a abrir los ojos. No soltó su abrazo en su pareja, sólo corrió el rostro hasta hundirse en el cuello tierno de JiMin y refugiarse allí, de inmediato recibiendo caricias en su nuca.

─Me mataban.. no podía volver a casa, sen-sentí cómo la vida se me iba y te dejaba solo en este mundo.. yo no quiero que estemos juntos en otra vida, quiero ser tuyo y que seas mío en esta. Justo ahora. No quiero morir para volver a encontrarte, y-yo..

─Mi amor. ─JiMin lo calló con delicadeza, volteando el rostro para besar su mejilla, rodeando sus hombros con los brazos calurosamente y deslizando las palmas por la piel desnuda, bronceada, lastimada y marcada de su espalda. ─Soy tuyo y eres mío, justo ahora. Volviste a mí, cariño. Estás en casa, estás conmigo. Todo está bien.. sh, sh, sh..

JungKook sollozó un poquito más, tirando de su pareja hacia su cuerpo hasta subirlo en su regazo, a horcajadas, e inhalar con necesidad su cuello, frotando la punta de su nariz por la piel suavecita y calentita. JiMin se dejó hacer, acomodándose sobre sus muslos por sobre las sábanas, y repartió besitos por lo largo de su mandíbula, la cual tiritaba ante el llanto que no lo abandonaba.

─Sabes que te amo mucho, ¿Verdad? ¿Sabes cuánto te amo? ¿Mh? ¿Puedes hacerte la sola idea de lo mucho que te amo? ─Susurra contra su oreja, sonriendo allí. JungKook asiente con la cabeza al sacudirla un poco, y JiMin peina sus cabellos con los dedos. ─No creo que lo sepas, te amo tanto que es imposible representarlo en un número. La palabra amor me queda pequeña para definir todo lo que siento por ti.

─Te amo.. te amo mucho. Gracias por esperarme. ─JungKook sollozó gravemente sus palabras contra su cuello.

JiMin sonrío de inmediato, antes de susurrarle:

─Gracias a ti por volver.

Aunque JungKook se hubiera ido, JiMin seguiría esperándole.

¿Por qué? Porque él también quería amarlo en esta vida, y en todas las que seguían.

"Softcore" © KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora