Profundos deseos

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Y hablando del tema, el viejo genio aún luchaba por su libertad contra la dama roja.
-Vamos mi amor, no huyas de mis brazos.-

Su cabello frondoso la hacían parecer una joven bruja. Y su rostro, pintado como una calavera, dibujaba una sonrisa de locura.
Sus risillas delataban su estado mental.
Sus brazos le apretaban el cuello con una fuerza sobrenatural.
Y sus gruesos muslos, cubiertos de medias de red, apretaban sus caderas. Deseaba tanto consumar el acto, que no dudaba en frotarse contra las carnes apretadas de aquel hombre.
Más de una vez intentó besarlo, pero Ford apartaba su cara usando las manos.
-¡Déjame ver tu piel!- Le suplicaba entre jadeos y risillas. Mientras se esforzaba por levantar su suéter.
-¡No! ¡Suéltame!-
Decía mientras la tomaba de las muñecas.
-Entonces déjame mostrarte la mía.-
Cuando comenzaba a bajarse los volantes de la blusa, Ford lanzó un gruñido y reunió la suficiente fuerza para quitársela de encima.
Ella se deshacía en una risa maniaca y lasciva.
Le encantaba ese juego de forcejeos y dominio. Era mucho mejor que sus fantasías culpables a mitad de la noche.
Pero no a él, quien se levantó de inmediato.
-No te vayas. La noche es joven.- Dijo cerca de su oído. Mientras acariciaba su pecho y su cintura por detrás.

-Susie, basta. ¿Qué te pasó?
Pensé que hablarías con Santana.
Tengo muy claro que te parezco atractivo, pero no quiero las cosas así.-

Esa frase recorrió su cuerpo como una ráfaga de aire frío. La consciencia de Susie reaccionó.
Fue entonces que lo soltó y hablaron frente a frente.

- ¿Qué quieres decir?

-Susana. Sé que estás enamorada de mí, pero no quiero estar contigo. No de esta forma.
Por favor, deja esa guitarra.-

En ese instante, el corazón de Susana se rompió. El hombre que había adorado durante meses ahora la rechazaba. Se desplomó en el suelo y de su rostro triste brotaron líneas de lágrimas.

-Felicidades caballero. Has roto sus ilusiones.-

Santana, que había sido un testigo silencioso, salía de su guitarra dando un aplauso sarcástico.

-¿Qué le has hecho a esta jovencita?

-Nada. Sólo la ayudé a... No sé, quitarse el caparazón.
¿Lo entiendes?
Yo sólo libero a las personas de sus inseguridades para que cumplan sus más profundos deseos.

-¿Dices que acostarse conmigo es su profundo deseo?

-Más que eso. Deja que ella te lo diga.-

El espectro se apoyó en su rodilla al lado de la chica aflijida y le tocó el hombro descubierto.

-Dile Susana. ¿Qué es lo que deseas?-
Ella no habló. Estaba adolorida por lo que ocurría. ¿A quien debía escuchar? ¿A Stanford o a Santana?
-La decisión es tuya.-
Le dijo al ofrecerle su guitarra.

Recobrando la calma y haciendo un gesto de enfado, toma el instrumento que absorbe a su dueño. Tocó una misteriosa melodía nueva.
-Ford, te amo.
Todo el verano te he admirado en silencio porque temía que me rechazaras.
Tú lo hiciste realidad.-
De la oscuridad, se oyó un ensamblaje crujiente. Un par de fríos y voluminosos esqueletos aparecen a espaldas de Stanford.

-Muchachos. Llévenselo. Lo quiero guapo para nuestra boda.-

-¿QUE!
Susie, oye a tu cabeza. Pelea por liberarte.-

-Relájate bombón. Te gustará la Luna de Miel.-

La guitarra del Diablo(Gravity Falls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora