Comienza la inmadurez (Roce)

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Disclaimer: Esta historia y sus personajes no me pertenecen. La historia es de WitchyGirl99 y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.

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Empezaba a hacer calor en el ascensor.

Kagome empezaba a volverse un poco loca.

—¿Cuándo vamos a salir? —prácticamente rogó, quería llorar y gritar—. Esto es completamente injusto, y muy cruel.

—Para de protestar, ¿quieres? —pidió Inuyasha, poniendo los ojos en blanco—. Yo tampoco estoy contento.

—Sí, bueno, ¡voy a morir por intoxicación por dióxido de carbono porque tú estás consumiendo mi oxígeno y yo no quiero tu aire reciclado!

Y así, Inuyasha estuvo de nuevo rodando por el suelo del ascensor, riéndose a carcajadas.

—¡Por favor, déjame sobrevivir a esto! —gritó Kagome, levantando la mirada hacia el techo del ascensor con un suspiro—. Si a alguien le importa, la verdad es que preferiría vivir. Pero no hay ningún problema en que mates a Inuyasha. Me está robando el aire bueno.

—Menudo éxito estás teniendo —resopló Inuyasha, levantando la mirada hacia ella desde su posición en el suelo—. ¿Qué haces en tu tiempo libre? ¿Salir con amigos? ¿Escabullirte a habitaciones de hotel con el novio? ¿Emborracharte y hacer exhibicionismo a los que pasen conduciendo a tu lado?

—Para empezar —comenzó Kagome, mirándolo con ojos que destellaban diversión—. Si tuviera novio, no me escabulliría con él. No tiene sentido. No sería una amante o como quieras llamar a esas mujeres. Segundo, solo me exhibí una vez cuando estaba muy borracha y fue para una despedida de soltera. Por último, mi vida personal no es tan importante.

Inuyasha sonrió con satisfacción.

—Entonces, es que no tienes.

—Sí que tengo —resopló, rápida de reflejos y muy indignada. Suspirando, volvió a mirar hacia el techo—. Trabajo de siete y media a nueve y media, pero estoy de guardia las veinticuatro horas. Creo que la última vez que intenté tener vida social más allá del trabajo, Sesshomaru me llamó cuatro veces hasta que me rendí y volví a la oficina.

—Vaya, qué duro —contestó—. Yo no le hago eso a Sango.

Kagome se rio de eso, todavía sin mirarlo.

—Por lo que me cuenta, me ha tocado la mejor parte. Tú, eh, te enfadas mucho, ¿eh?

—Vete a la mierda —soltó Inuyasha, las acaloradas palabras murieron en el momento en que salieron de su boca—. Intenta lidiar con un medio hermano que no te cae bien como socio. Añade a la mezcla los protocolos y la ética de los negocios, más mierdas de accionistas y tratar con la junta...

—Lo entiendo —interrumpió Kagome. Sus suaves ojos castaños lo miraron con los inicios de una sonrisa en su rostro—. Sesshomaru es igual, solo que se lo guarda. Tú simplemente lo dices en voz alta.

No era el momento para la Psicología.

—En fin —masculló Inuyasha—. ¿Quieres jugar a la botella?

—Ay, qué bien —contestó Kagome, poniendo los ojos en blanco—. Comienza la inmadurez.

—Vale, jugaremos a verdad o atrevimiento.

—Porque, claro, tenemos doce años. —Kagome arqueó una ceja en su dirección—. ¿Lo dices en serio?

—¿Veinte preguntas?

De repente, el crujido del altavoz interrumpió otra conversación entre ellos. Inuyasha se dio la vuelta y gateó hacia él, mirándolo como si fuese oro.

—Miroku, ¿estás ahí?

—Hola, Inuyasha —dijo Miroku, riéndose como un idiota—. ¿Cómo va todo por ahí abajo? Recuerda, no hagas nada sucio o yo lo veré.

—Genial —masculló Inuyasha, mirando con impotencia a Kagome—. ¿Dónde está Sango?

—Estoy aquí mismo... ¡Maldita sea, Miroku! ¡Guárdate las jodidas manos! —gritó Sango, haciendo que los dos ocupantes atrapados hicieran una mueca.

—Pero, Sango...

—Cállate, no quiero oírlo —continuó, gruñendo. Finalmente, la conversación pareció cambiar de dirección—. Bueno, hablé con Sesshomaru. Está menos que complacido, pero va a bajar poco después de ocuparse de los temas de alta prioridad.

Inuyasha puso los ojos en blanco y fulminó a Kagome con la mirada.

—¿Ves? ¿Cómo trabajo con un imbécil así? Estamos atrapados en un jodido ascensor y él solo hace trabajo de oficina porque es de lejos más importante.

—¿Me estás escuchando? —gritó Sango, sonaba exasperada—. ¿Hola, Inuyasha?

—¿Qué cojones quieres? —contestó Inuyasha, mirando con furia al altavoz—. ¿Cuándo demonios vamos a salir de aquí?

—Los operarios estarán aquí... en algún momento. Están de camino —dijo Sango rápidamente—. Así que siéntate y relájate, ¿vale? ¿Qué trabajo tengo que hacer?

—Tú habla con Sesshomaru sobre el plan para ACG. Con este ascensor sin funcionar, solo tendremos el de servicio uno trabajando. No podemos subir a los clientes en ese. Tendremos que cambiar de ubicación. —Inuyasha gruñó la última parte, parecía haberse dado cuenta de que él no iría.

Kagome suspiró, notando la parte de la frase en la que Sango no quería que se centrasen. Inuyasha estaba demasiado inmerso en el trabajo para notarlo, pero la forma en la que Sango había vacilado en cuanto a cuándo estarían allí los operarios era poco tranquilizadora y algo inquietante.

—¿Cuándo van a estar aquí los operarios?

—Pronto —dijo Sango—. No te preocupes, Kag. Yo me ocuparé de tu carga de trabajo.

—No estoy preocupada...

La voz demasiado alegre de Sango hizo que el altavoz crujiera un poco más.

—¡Me voy! ¡Adiós!

Inuyasha y Kagome se miraron.

—No van a venir pronto —se quejó Kagome, golpeándose la cabeza contra la pared—. Voy a morir aquí contigo. Qué bien.

—¿Qué hay de malo en mí? —preguntó Inuyasha, frunciendo el ceño—. Soy heroico.

Kagome lo miró con mordacidad.

—Muy bien, muchas gracias. —Respiró hondo temblorosamente, sintiendo que las paredes del ascensor se cerraban a su alrededor. No le importaban mucho, pero el hecho de que no supiera cuándo iba a salir de allí y respirar aire fresco la estaba volviendo loca. Inuyasha pensaba que era gracioso, pero nada de aquello tenía gracia.

—Oye. —El tono fue suave y Kagome se dio cuenta de que Inuyasha de repente estaba muy cerca. Su largo pelo caía sobre sus hombros y sus ojos castaños oscuros observaban los de ella. Su mano subió hasta su rostro, calmándola—. Tú respira, ¿vale?

Y Kagome lo habría hecho si el roce no hubiera enviado chispas por todo su cuerpo.

Música de ascensorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora