6. ¡Camus Roux es mío!

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Salón Elysium.
10:47 pm


¡50 millones de dólares! 

Los rostros voltearon hacia el que había puesto en la mesa esa cantidad escandalosa y apreciaron la figura atlética que lucía un soberbio esmoquin negro. Las líneas del atuendo eran muy sencillas y le daban un aspecto elegante y sofisticado que contrastaba de forma impactante, con la larga cabellera de oro que caía sobre su espalda.

Era su cuerpo firme y bien constituido lo que despertaba el deseo sexual. Su rostro motivaba al suspiro y las fantasías. Los inteligentes ojos aguamarinas detenían corazones. 

En conjunto, Milo sabía que pocos podían resistirse a sus encantos y como si fuera una gran ironía, el único que le interesaba, tenía justamente la voluntad de ignorarlo.

Milo mantuvo la paleta número 69 en el aire. Ese era su número favorito sin duda alguna. Tenía mucho qué ver con un toma y daca sexual que podía convertirse en una locura extrema si se sabía jugar adecuadamente. Dar y recibir en iguales circunstancias era un capricho que todavía no veía cumplido en la figura de ese pelirrojo esquivo. Sin embargo, utilizaría su número de la suerte para ganar.

Oh sí, esta noche todo iba a cambiar. Se aseguraría de ello. Y empezó a disfrutar como nunca de la expresión del subastado que pareció tragar ajenjo puro en grandes cantidades cuando pudo posar sus ojos rubíes en su figura. Por un momento, sus miradas se encontraron y magnetizaron ignorando los cuchicheos de los demás y a la mujer en el micrófono. 

Sólo importaban ellos y los demás, que se pudrieran por completo. Ambos orbitaban en la gravedad del otro, sintiéndose atraídos de forma irrefrenable.

Ah, entonces. Cincuenta millones a la una — la anfitriona llamaba al orden. — Cincuenta millones a las dos...

Milo sonrió hacia Camus. Quería que el objeto de su capricho entendiera que iba a por él y absolutamente nada le detendría...

Cincuenta y un millones — dijo un hombre que justo, se entrometió irreflexivamente.

Nuestro postor soltó un largo suspiro exasperado mirando su paleta en silencio y luego, giró hacia el otro pelirrojo que no entendía que sólo Milo merecía un lugar cerca de Camus. 

De acuerdo, si eso quería...

Sesenta — subió la apuesta mirando al de la paleta 41 con un reto en lo profundo de sus aguamarinas.

El otro coloreó sus mejillas del tono de sus cabellos. Podría ser atractivo, pero el rubio sentía predilección por Camus. 

Si bien los dos pelirrojos eran parecidos, el francés poseía cabellos de un color carmesí que parecían lanzar reflejos de fuego que traspasaban el hielo que lo cubría. Al contrario, el de la paleta 41 lucía un rojo castaño que a Milo se le antojaba opaco, aburrido y hasta artificial.

Quizá tuviera que ver también, con las personalidades que mostraban al mundo. Camus con su larga cabellera incitaba a la seducción y el otro, a mandarlo a la escuela para ver si maduraba.

Por otro lado, algo que le fascinaba de su  Camus, eran esas pequeñas pecas muy delicadas que jugueteaban por sus mejillas y nariz que lo hacían más glamuroso y muy en el fondo, hasta tierno. En cambio, este intruso si bien las poseía, estaba tan juntas, que más bien parecían el resultado del mal pulso de un pintor novato. 

No había punto de comparación. Milo tenía muy matizado lo que quería, a quién deseaba y ese cara de flamenco, no le arruinaría la noche.

Sesenta y un millones — dijo el terco del 41. 

Propuesta Indecente [Milo y Camus | +18 | Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora