papá sustituto; trueno ✓

V E I N T I U N O

Bárbara'

Me doy la vuelta en la cama y abrazo a Mateo durante la noche, en dos días me acostumbré a tenerlo cerca.

Cuando no soy yo quien lo acerca, Mateo me acerca a el.

Respiro su olor mientras pongo mi cara en su cuello. El sueño comienza a desvanecerse, mi pecho se bloquea en una extraño presentimiento que no puedo identificar.

Cambio de posición varias veces hasta que Mateo se despierta. Me acaricia el brazo tratando de calmarme y me besa el hombro.

—¿Que pasa?   —pregunta somnoliento, aún con los ojos cerrados.

—No sé, no puedo dormir. -

—Mmm. —Intenta abrir los ojos y luego ciérralos  —¿Qué te molesta? Debe ser lo mucho que comiste en la cena. —Me dio una sonrisa perezosa y yo sonreí con él.

—Tengo un presentimiento.

—Ah.  —se rasca la garganta y se sienta lentamente, apoyando la cabeza contra el respaldo de la cama.

—Dormi, amor.   —digo y él niega con la cabeza.

—Puedo hacerte compañía  —Se rasca el cabello negro y me enamoro de nuevo.

Pero mi pecho se aprieta de nuevo y quiero cruzar la habitación.

Mis piernas y manos están inquietas. Miro la cuna de Manu y veo que la manta cuelga de la baranda.

Debe tener frío. Hago ademán de levantarme y Mateo me pregunta a dónde voy.

Se levanta y va a la cuna. Sus pasos se detienen antes de que llegue.

—¿Qué? —pregunto en voz baja.
Pero él no responde.

Su cuerpo gira lentamente y sus ojos muy abiertos me sorprenden. Mateo sale corriendo de la habitación y yo camino rápidamente hacia la cuna.

Mi oído hace un silbido  y me siento débil.

Manu no está en la cuna.

—¡Gabriela!  —Mateo da un fuerte grito, llamando a alguna puerta.

No me puedo mover. No puedo pensar en nada más que en mi hijo.

—¿Dónde está Leonel?  —Pregunta cuando posiblemente abra la puerta.

—¿Gente?  —Escucho a mi papá.

—Me estás jodiendo!  —dice mi amiga enojada y entra corriendo al cuarto.

Estoy intacta, mi cuerpo arde de tanto calor. Realmente siento una quemadura. No puedo respirar bien, así que siento que me acaban de salvar de ahogarme.

—Bárbara!  —Gabriela toma mis hombros, girándome hacia ella.  —Leonel no está acá. Amiga, por favor no te cuelgues ahora.

Detrás de ella veo a Mateo entrar en la habitación y ponerse su primera remera, calzarse las zapatillas y pasar la mano por la llave del auto.