Cuando me preguntan por el estilo que más me gusta de un futbolista, contesto rápidamente. Ni lo pienso. Es algo que, desde que empecé a ver fútbol, me hizo enamorarme aún más de este deporte. Con el tiempo, valoras a estos jugadores. Se trata de un talento que viene de fábrica. Un talento que hay que saber cuidar. A todos se nos viene a la cabeza muchos nombres: Neymar, Ronaldinho... todos ellos, jugadores únicos e irrepetibles. ¿El problema? Que no supieron aprovechar y sacar el máximo jugo de su potencial. El mundo ajeno al terrero de juego, hizo que desapareciera en ellos.
¿A qué talento me refiero? Como decía anteriormente, el talento es algo que viene de fábrica. Puedes buscarlo y luchar por tenerlo, pero, como tal, nunca lo obtendrás. Vinicius lo tiene. Estoy seguro, de que si preguntamos a muchos defensas que han tenido que "sufrirle", la mayoría te dirán que es imparable. Algunos lo negarán, subestimándole y alimentando ese ambiente que tanto tiempo lleva afectando al jugador. Las críticas y las continuas burlas que ha recibido por parte de muchos aficionados, son completamente lamentables. No entiendo el motivo, pero sé, que muchos acabarán arrepintiéndose. Pero esto a mi no me importa y, creo que a Vini, menos todavía. El brasileño es único. Lo ha demostrado desde que pisó la capital.
He tenido la oportunidad de verle alguna que otra vez en directo, y me ha sorprendido bastante. Destaca por su velocidad, atrevimiento y mentalidad aventurera, que lo define, como el "típico" jugador brasileño. Aquel al que le gusta lucirse, sabiendo que millones de personas están en frente de sus televisores/o en el campo, observando incrédulos los recursos y detalles que muestra sobre el verde.
Aterrizó en Madrid siendo muy joven. Dejo atrás su país, su tierra, el lugar que lo vio crecer. Nunca es fácil afrontar este gran cambio, lo hemos podido comprobar con muchos jugadores. Aún recuerdo aquel día de verano en el que me encontraba en un parque de atracciones de Madrid. Mientras buscaba una atracción en la que no hubiese un gran cúmulo de personas esperando impacientes a que llegase su turno para poder acceder y disfrutar de la adrenalina de estos lugares, vi una cara que me resultaba conocida. ¡Era Vinicius! Vestido con ropa de marca, unas gafas y gorra, con el objetivo de que nadie le identificase. Corriendo, fui a saludarle y a pedirle una foto. Dudó, pero finalmente aceptó. Jamás pensé que había conocido a un jugador que me haría disfrutar tanto viéndole jugar.
Volviendo al tema, su primer año fue bueno. Ni él, y mucho menos, nosotros, podíamos imaginarnos que sería el jugador que se echaría el equipo a las espaldas en muchos encuentros. Generaba el juego, pero no lo finalizaba. La puntería no era uno de los puntos fuertes, más bien su talón de Aquiles. Pero con 18 años, ya dejaba detalles que nos percataban de que era especial. Tenía talento.
La historia no cambió en la siguiente temporada. Fuera del área y dentro de ella, era totalmente distinto. Fuera, era imparable. Cuando se aceraba a ella, se empequeñecía y desaprovechaba lo generado anteriormente. Quizás, por esto recibió tantas críticas. Era de los pocos jugadores que, en esos momentos, levantaban el Bernabéu.