Capítulo 45

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Aquella tarde-noche salieron a visitar parte del centro de la ciudad. Rodrigo miraba todo con fascinación. Aunque era una ciudad como cualquier otra, era distinta a las que él conocía. Daniela y Lucas les enseñaban sus lugares favoritos. Terminaron su recorrido en el centro comercial donde comieron en el patio de comidas.

Los días siguientes, el grupo salió a visitar diferentes lugares, tanto dentro de la ciudad como fuera de ella. Los niños disfrutaron mucho, sin embargo, en varios de los paseos, Nicole decidió quedarse en la casa con la excusa de que el niño no podía salir tan seguido. Cristóbal iba con ellos, aunque le costara dejar a Nicole sola.

El dieciocho de septiembre la familia decidió ir a las ramadas, Nicole no estaba muy de acuerdo por el gentío y la bulla para el pequeño David, por lo que resolvieron que ellos no irían. Rosmeiry también decidió no ir por Eloísa. Al final, solo fueron Scott, Ema, Tomás, Luis, Ganesha y los niños mayores, custodiados, por supuesto, por los guardaespaldas que los seguían a todas partes. En casa quedaron Gus y Pedro a cargo de la seguridad de la casa, junto con los demás guardias de punto fijo.

Nicole se fue a la terraza, desde allí podía ver el mar en todo su esplendor, lo que provocaba emociones encontradas en ella: por un lado, la relajaba y, por otro, le traía recuerdos de La Serena, donde había comenzado todo su martirio.

―Tienen una bella vista desde aquí ―comentó Esteban y se sentó a su lado.

―Sí, se ve muy bonito.

―¿Cómo estás?

―Bien.

―No me mientas. ¿Qué pasa?

―Nada.

―Nicole, te conozco bien, sé que lo nuestro no funcionó y que me porté como un imbécil contigo, todavía no olvido cuando te dije que no quería que me mancharas la alfombra el día que te cortaste la mano ―recordó avergonzado―, pero tú fuiste muy especial para mí y te conocí más de lo que crees. Dime, ¿qué pasa?

Los ojos de Nicole se llenaron de lágrimas.

―¿Qué pasa? ―Esteban le tomó la mano.

―No quiero estar aquí. Sé que es por nuestro bien, que yo lo decidí así, pero... Con Verónica al otro lado del mar, sin peligros cercanos, no veo la necesidad de vivir aquí, lejos de Lucas, lejos de ustedes.

―¿Se lo has dicho a Cristóbal?

―No.

―¿Por qué no? Creo que él tiene derecho a saber lo que te angustia, él está preocupado y no sabe cómo ayudarte.

―¿Y qué saco con decírselo? No se va a devolver a Santiago.

―Al menos para que te explique ciertas cosas.

―¿Ciertas cosas? ¿Qué me tendría que decir? No me digas que esa mujer sigue en Chile.

―No, no, por lo que yo sé Verónica está muy lejos de aquí.

―¿Entonces?

―Tienes que hablar con él, no puedes seguir así, yo sé que haces todo tu esfuerzo por aparentar que estás bien, sobre todo con los niños, pero no es justo para Cristóbal verte así, triste, molesta.

―¿Justo para él? ¿Y quién piensa en lo que es justo para mí?

―No te enojes conmigo, no digo que tú no estés en una situación injusta, pero ustedes son pareja, no dejes que esto los separe; después de todo lo que han hecho para estar juntos y de lo que han pasado para tener a David, no tendría sentido que ustedes se separaran.

Seguirás siendo mía (Posesión parte 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora