Capítulo 66

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Klaus llegó a Santiago y se encontró con Zwahlen.

―La familia en pleno está aquí ―le dijo el sueco―. ¿Tú sabías que se iban a venir?

―Me informaron anoche de que se vinieron, antes de eso no estaba enterado.

―Sí.

―¿Y Verónica? ¿Dónde está?

―Hay malas noticias, yo me estaba haciendo cargo de otro problema y resulta que se escapó.

―¿Cómo!

―Sí, nadie se explica cómo.

―Yo te lo advertí, Verónica es una mujer muy escurridiza.

―Sí, ya me di cuenta.

―¿Qué harás?

―Puse hombres vigilando la casa de Arriagada, ella no ha llegado por allí.

Klaus sonrió.

―Buscaré por mi lado, hay otros lugares a donde pudo haber ido: su antiguo departamento, la cabaña, la casa que le había arrendado... Creo que la buscaré por mis propios medios.

―Me avisas si la encuentras.

―Claro.

Klaus salió de allí y se dirigió al sector oriente de la capital. Sabía que la casa de Esteban colindaba con la antigua casa de Cristóbal y supuso que allí iría Verónica. Marcó un número de teléfono.

―Luis, buenos días, imagino que Verónica se encuentra allí.

―Así es.

―Bien, voy en camino, entraré por la antigua casa de Cristóbal, la casa de Esteban está bajo vigilancia ¿es factible ingresar por lo de Cristóbal? Supongo que por ese lugar entró Verónica.

―No te equivocas. Te esperaremos. Está con nosotros también.

―Perfecto.

Efectivamente, Luis esperaba a Klaus que llegó con tres de sus hombres.

El griego le dio un gran abrazo a Luis.

―Hola, mi joven amigo, no sabes cuánto gusto me da verte.

―Hola, Klaus, me alegra tenerte aquí, aunque no sean las mejores condiciones.

―Saldremos de esta, no te preocupes, esto está a punto de llegar a su fin.

Cruzaron por el camino interior hacia la casa de Esteban. Verónica estaba sentada en un sitial, parecía una niña castigada.

―Verónica...

Ella lo miró con los ojos aguados y se lanzó a los brazos de su protector, quien la recibió con el mismo cariño de siempre.

―¿Qué hiciste, pequeña? ¿Por qué te escapaste?

―Gerald me dijo que si terminaba con mi pasado, yo me iba a mejorar y ya no tendría que estar encerrada.

―Sabes que eso no es así, no es Cristóbal, ni tu hija, ni nadie el problema, tú estás enferma, necesitas tratamiento y Gerald te lo negó, él se aprovechó de ti.

―Él dijo que me quería.

―Pues si te quiere, te quiere mal, pequeña, quien ama no desea el mal.

―Yo sí le deseo el mal a Cristóbal.

―Porque no lo amas, así de simple, no puedes amar a alguien y desear que le pasen cosas malas, al contrario, cuando uno ama, quiere lo mejor para la otra persona, aun cuando eso mejor, no se trate de uno.

Seguirás siendo mía (Posesión parte 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora