Belleza. || Celesgiri.

Beauté.

❛ Belleza. ❜

La azabache miraba con adoración a la chica que se encontraba debajo suyo. Perfecta, pensó mientras besaba su cuello.

Kyoko soltó un suspiró de placer y cerró sus ojos, entregándose completamente a Celestia.

Ludenberg fue bajando hasta su cuello y comenzó a besarlo suavemente. Aquello hizo que Kyoko gimoteará. Los suspiros y gemidos de Kirigiri fueron música para los oídos de la ojirubí.

Los corazones de ambas latían rápidamente y sus bocas anhelaban volver a encontrarse. Las manos de Kyoko se posaron sobre la cintura de Celestia, con el fin de atraerla hacia ella. Celestia sonrió y acortó la distancia, besando dulcemente a Kyoko.

Las manos de Celestia recorrían con delicadeza todo el cuerpo de la pelilavanda, tomándose todo el tiempo del mundo, como si solo fueran ellas dos.

Celestia adoraba la expresión de placer que tenía Kyoko. Sus ojos entrecerrados, su boca levemente abierta, gimiendo suavemente y el rubor en sus mejillas. Preciosa, pensó la azabache mientras continuaba acariciando cada parte de Kirigiri.

Una de las manos de Ludenberg fue bajando lentamente hacia la intimidad de Kyoko, quien solo gimoteo ante el suave toque. La azabache acarició con delicadeza la intimidad de Kirigiri mientras besaba y chupaba su cuello y sus clavículas.

Ludenberg sonrió con ternura. Los gemidos de Kyoko eran lo más dulce y melodioso que ha oído. La pelilavanda cubrió su rostro con su antebrazo, avergonzada por la mirada rubí de la azabache.

Celestia frunció levemente el ceño, y con delicadeza apartó el brazo de Kyoko.   ── No te tapes, mon amour. Me gusta ver tu linda expresión──. Kirigiri solo rió, con algo de nervios, pero asintió.

Los orbes rubíes de Ludenberg se deleitaban con las expresiones lascivas de Kyoko, logrando que, una vez más, quedará completamente cautivada por la belleza de su acompañante.

Frotaba sus dedos contra la intimidad de Kyoko, quien ya estaba abrumada por las palabras de la azabache y los estímulos que recibía de ella.

Dió un suspiro entrecortado cuando Ludenberg metió, delicadamente, un dedo dentro de su interior.

Secretamente -aunque de secretamente no tenía nada-, Kyoko amaba la delicadeza con la que era tratada. La hacía sentir miles de sensaciones, y todas ellas iban más allá del placer carnal.

Luego de unos minutos, Ludenberg, al notar que algunos fluidos cubrían sus dedos, decidió agregar un segundo dedo y comenzar a moverlo de distintas maneras. Y usando otro dedo, Celestia estimulada su clítoris, acariciándolo lentamente.

La azabache retiró sus dedos del interior de  Kirigiri, quien gimió ante el vacío que su vagina experimentaba. Aquél vacío no duro mucho, ya que pronto fue reemplazado por la lengua de Celestia.

La ojirubí lamía de arriba a abajo, insertaba y sacaba hábilidosamente su traviesa lengua del interior de Kyoko. Saboreaba cada parte de ella, chupaba y succionaba con desespero. Gemidos, jadeos y suspiros era todo lo que se oía en esa elegante y lujosa habitación.

Kyoko empujó la cabeza de Ludenberg, mientras que endredaba sus dedos en los negros cabellos de su compañera, obligándola a chupar aún más. Luego de unos cuantos estímulos más, Kirigiri dió un gran gemido, indicando que llego al clímax.

Celestia, la cual aún seguía lamiendo la intimidad de Kyoko, tragó y saboreó los fluidos de la pelilavanda.

Levantó su cabeza, y la vista la enamoró por completo; el rubor que cubría las mejillas de Kyoko se había intensificado, su pecho subía y bajaba lentamente, dándole una sensación de tranquilidad, y sus ojos yacían cerrados ante el placer del post-orgasmo.

── Estoy cegada por tu belleza, mon amour.── afirmó sin pensarlo mucho. Kyoko le dedicó una somnolienta sonrisa y acarició su mejilla.

──  Te quiero──. Dijieron al unísono. Ambas rieron y sus miradas, rubí y lavanda, se encontraron nuevamente.