Profesor Taylor

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Advertencia: SMUT

- Señorita (T/A), ¿podría salir a la pizarra y resolver el ejercicio tres? - Yo estaba distraída. - ¿____? - Volví a la realidad y analicé la primera oración que había recibido por su parte. Como no hice los ejercicios, no podía salir.

- Lo siento profesor Taylor, no los tengo hechos.

- Oh, no hay problema. - Hizo una pausa. - Venga aquí e inténtelo. - Sonrío con maldad. Yo me quedé unos segundos estática, pues puede que fuese un hombre atractivo, pero eso no quitaba que fuese un idiota.

Obedecí y me levanté en dirección al ejercicio que, gracias a Dios, supe como hacer. Al terminarlo, miré con superioridad al profesor y volví a mi asiento.

Los minutos pasaron, lentos, pero pasaron. Ya era la hora de la salida y me encontraba recogiendo mis cosas. Estaba a punto de salir del aula junto con mis compañeros, pero alguien me agarró del brazo.

- ¿Adónde cree que va? - Dijo sin soltarme.

- Para empezar, suéltame. ¿Y por qué este colegio tiene la manía de tratar a los alumnos de usted? No somos viejos. - Me solté a la fuerza de su agarre.

- Esa no es forma de hablarle a su profesor, señorita (T/A).

- ¡No me llames señorita (T/A)!

- No me tutee. - Comentó con un tono normal de voz.

- No le tutearé si no me trata de usted. - Extendí mi brazo para hacer el trato con él. Rodó los ojos y correspondió a mi infantil gesto. Ambos estrechamos los brazos. - Bien, sea lo que sea que quiera, me da igual. Tengo que ir a sociales. - Recalqué dándole la espalda. Noté como me giró bruscamente y lo miré confundida.

- ¿No creerás que te dejaré ir a sociales cuando has suspendido tres veces seguidas ciencias? - Levantó ambas cejas y me señaló incrédulo con el dedo índice. - Anda, ven aquí.- Me agarró la muñeca y me sentó en mi pupitre. Fue hacia su mesa y sacó unos papeles de un cajón. - Haz estos ejercicios. - Se alejó nuevamente para sentarse en su silla.

- Profesor Taylor, me van a regañar.

- No te preocupes por eso, ya he hablado con la profesora Austin. - Comentó sin apartar la vista de un libro.

- ¡No me pienso quedar aquí, tengo derecho a un descanso! - Me acerqué a su mesa. Sin dirigirme la palabra, se levantó bruscamente y volvió a agarrarme de la muñeca. Caminábamos rápidamente por los pasillos mientras la gente nos miraba. Yo me sentía como una niña regañada por su padre. Llegamos a la zona de las oficinas y entramos a la suya.

- ¿Piensa encerrarme en su oficina hasta que acabe estos putos ejercicios?

Se pellizcó el puente de la nariz y cerró la puerta con llave. Acto seguido bajó las persianas y caminó nuevamente hacia mí.

- Cierra la puta boca. - Quedé sin palabras ante ese comentario. Jamás había oído hablar a ese hombre de esa manera, por lo que me asusté mínimamente. - Si no quieres hacer los ejercicios, tendrás que hacer otra cosa.

Solté un bufido y volví a hablar desganada.

- ¿Qué cosa, profesor Taylor? - Se acercó decidido a mí y empezó a besarme salvajemente. Me empujó hacia la mesa haciendo que yo quedase apoyada. - ¿Q-que hace p-profesor? - Intenté decir en medio del beso. Esto era surrealista, ¿un profesor besándome? Mentía si decía que no me gustaba.

- Calla. - Respondió. - La universidad no se aprueba sola. - Nos volvimos a separar y mantuvimos contacto visual durante unos segundos. Él me acarició la mejilla y me sentó mejor en la mesa. - Te deseaba tanto... - Al oír eso, mis hormonas reaccionaron de inmediato.

Decidí que no pasaría nada por follarme a mi profesor, así que rápidamente me deshice de nuestras camisetas. Él dirigió su mano hacia la parte trasera de mi sujetador para acto seguido desabrocharlo. Se agachó ligeramente para estar a la altura de mis pechos y los lamió muy sensualmente. Incliné la espalda y puse una de mis manos en su cabeza para profundizar las lamidas.

Se levantó nuevamente y selló nuestros labios mientras acariciaba mi muslo. Notaba como cada vez su mano estaba más cerca de mi núcleo, por lo que estaba cada vez más mojada. Comenzó a frotarme por encima de las bragas.

- Joder... Que mojada estás. - Jadeó.

- ¿Eso es malo? - Respondí con la respiración agitada.

- Para nada, me pone aún más caliente. - Apartó la tela que cubría mi feminidad y seguidamente frotó mi clítoris en círculos. Un agudo gemido se escapó de mis labios. - Shhh, ¿no querrás que nos pillen? - Yo negué con la cabeza, pensando en cómo iba a aguantar todos los gemidos. En ese momento concluí que estaba siendo demasiado sumisa, y eso no me gustaba. Rápidamente intercambié los roles, lo senté en la silla de su oficina y me agaché frente a él. - Aguántese usted los gemidos, señor. - Él me miraba sorprendido, pues seguramente no esperaba esa actitud por mi parte.

No me lo pensé más y, de una, le bajé los pantalones y calzoncillos a la vez, dejando a la vista una enorme erección.

- Vaya, y luego va de duro conmigo... - Él rio ante mi comentario.

- Cállate.

Me incliné hacia su pene y comencé a lamerlo muy discretamente, haciéndolo desear más. Lamía la punta y, de vez en cuando, bajaba un poco. Tras segundos de sufrimiento por su parte, decidí darle el placer que buscaba, así que me lo metí todo en la boca. Soltó un fuerte jadeo y sonreí satisfecha. Noté que me agarraba del pelo y empujaba sus caderas contra mi boca para mayor placer. Después de unos segundos, noté que su respiración se aceleraba, así que paré.

- ¿Qué haces? - Me siguió con la mirada mientras yo me colocaba encima de la mesa y abría las piernas.

- No le voy a dejar correrse aún, profesor.

Se levantó y se colocó entre mis piernas. Vi que intentaba introducir su miembro, pero me miró antes buscando mi aprobación. Yo asentí rápidamente y por fin, lo tuve dentro.

- Joder... Eres... Ah... - Jadeaba inclinando la cabeza hacia atrás y empujando mis muslos contra él.

Era un ritmo normal, ni muy rápido ni muy lento, pero yo quería más.

- Roger, más rápido. - No obedeció, así que supuse el por qué. - Profesor Taylor, más rápido. - Noté como el ritmo aumentaba.

- Ven aquí. - Me agarró y se sentó nuevamente en la silla, haciendo que yo quedara encima de su regazo. - Vamos, salta. - Obedecí mientras él hacía que el salto fuese más ligero con sus manos.

- Dios... - Gemí.

Agarré su cabeza con ambas manos y la atraje hacia mí para sellar nuestros labios en un beso alocado y salvaje. Varios segundos después, tuve que separarlos, pues empecé a sentir los signos de un orgasmo en camino.

- Mierda, me voy a correr.

- Pues adelante, córrete para mí. - Esas palabras. Esas malditas palabras hicieron que tuviera uno de mis mejores orgasmos, por no decir el mejor.

- ¡Ah, joder! - Me tapó la boca y seguí gimiendo en silencio hasta que mi orgasmo acabó, por lo que me la destapó nuevamente.

Como sabía que él no había acabado, me quedé dando saltos mientras lo observaba. Sabía que estaba muy cerca, estaba rojo, tenía la frente ligeramente sudorosa, las venas del cuello se le marcaban y su respiración estaba muy agitada. Continúe mirándolo hasta que comenzó a jadear demasiado. Yo lo miraba dulcemente mientras quitaba el sudor de su frente.

- Mierda... Me corro. - Sacó rápidamente su miembro y se corrió en mi abdomen. - Lo siento... - Yo simplemente sonreí y me levanté de su regazo para ir a por un papel.

- No se preocupe. - Dije limpiándolo. - Me ha parecido sexy.

Se colocó la camiseta y vino hacia mí para abrazarme por detrás.

- Vas a ser mi nuevo vicio. - Dijo.

- Oh, ya lo creo.

· One shots // Roger Taylor y tú ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora