Evelyn estaba impresionada por lo desagradable que era "la verdadera Nia".
"¿Tenías tanto miedo por el disparo? A mi no me pasaría eso."
"No sé por qué el Doctor habla tanto de ti. Ni siquiera pudiste salvarme."
"Hubieras visto tu cara. Estabas tan asustada que creí que te pondrías a llorar."
Ella no contestó a ninguna de sus provocaciones, en cambio mantuvo toda la calma que podía por el resto del camino.
«¿Por qué es tan diferente a su clon? ¿Fingió llevarse bien con nosotros para que nos agradara y nos afectara más el entrenamiento? ¿La Corporación está tan trastornada?»
Tras unos buenos minutos en los pasillos, en donde se veía como caminos se cortaban y otros nuevos se creaban, entraron a una habitación de servicio. Esta era gigantesca. Tenía una absurda cantidad de ropa apilada en columnas flotantes. Según Nia, ahí guardaban uniformes de repuesto por si los investigadores dañaban las suyas con algún experimento o los reclutas las perdían en sus entrenamientos, aunque Evelyn no le interesó responderle. Estaba lo suficientemente estresada con su presencia, y que encontraba todo menos unas medias, que no era capaz de hablar. La cantidad de credenciales y relojes inteligentes que habían era absurda.
Le frustro que Nia no la dejara sola luego de encontrar sus medias. En mitad del camino hacia el baño, Nia soltó una carcajada. Cuando Evelyn se giró a verla, y vio la forma en la que la veia al intentar reprimir sus risas con su mano, la hizo chistar.
—¿Qué es tan gracioso? ¿De que te ries?
—¿Qué? ¿No me puedo reir?
—No —gruño—. No quiero que me veas de esa forma. Ni mucho menos sentir que te burlas de mí. Si no tienes nada mejor que hacer, no es mi problema.
Nia rio aun mas fuerte.
—No finjas tener agallas, niñita. Solo eres una niña asustada con aires de rebeldía. No me puedes hablar de esa forma porque, aunque no lo parezca, en esta corporación soy mucho más importante que tú. Hasta mucho más importante que Nilam. Si deseo hacer algo, lo haría sin importar lo que dijeras. Como si me quiero reír de ti, o no.
Evelyn sentía cómo su ego crecia por cada palabra que Nia pronunciaba en su discurso. Detestaba que se sintiera como una especie de pesada sombra que la acosaba y no sería fácil de despistar.
«No lo soporto. ¿Por qué se siente tan diferente? Esta sensación al estar cerca de ella... No me gusta.»
Al entrar al baño, bastante aburrido y genérico, Evelyn se acercó al largo lavabo para admirarse en el espejo. A pesar de la tenue luz, casi inexistente, sus finos dedos se deslizaron sobre las gotas de sangre —ahora secas— que salpicaron su rostro.
Cuando el agua del grifo recorría su piel, su mente la transportó a la prueba y lo que le hizo sentir. Lo que le hizo recordar. Sin quererlo volvió a ver a un fantasma de su pasado y, del impulso, dejó de limpiar su cara y se apoyó en el lavamanos.
Su reflejo estaba empapado, con su pecho agitado. Hubiera comenzado con los ejercicios de respiración que Evans le enseñó para lograr tranquilizarse, si no hubiera sido por el brillo en el espejo que atrajo su atención.
—¿Quién diría que, a pesar de estar destruida, seguirías siendo tan atractiva?
Nia la veía con una descarada sonrisa, recostada en uno de los cubículos en el fondo del baño. Se había camuflado con las sombras de tal forma que Evelyn había olvidado que no estaba sola.
—Ven aquí, nena. Déjame ayudarte —le dijo.
—Si me tocas, te arrepentirás —advirtió, enviándole una mirada asesina por el espejo—. No me interesa que seas una investigadora prodigio, una científica respetada o una simple esclava. No estoy de humor para estar soportando tus burlas. Dame las medias limpias y lárgate de mi vista. Hoy ya me has molestado lo suficiente.
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El Destino de los Condenados
FantasyMuerte. Eso era lo único que todos sabian que le esperaba a aquellas almars que eran reclutadas. Algunos intentaban que esa sentencia no los superara y otros directamente perdian todos sus hilos de cordura... ¿Pero cómo culparlos? Tal vez en otra...