Capítulo 5.2

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- Me menosprecia, Miroku. No carezco de experiencia en la actividad comercial. Tengo seis años trabajando en la administración de hoteles.

- ¿Seis años? No parece tener un día más de veinte años.

- Tengo veinticuatro.

No tan joven como él se imaginaba. Después de todo, no estaba robando a nadie de la cuna. ¡Sólo de una andadera!

- Considero que debe ser un entrenamiento difícil -continuó-. Tiene que recorrer todo el espectro de puestos hoteleros, ¿no es así?

- En efecto. ¿Cómo lo sabe?

- Llámelo curiosidad natural. Un amigo mío administra un hotel y le he preguntado sobre el tema. Me interesan las personas.

- Y sin embargo, no trata con gente. Usted construye cosas.

- No obstante, es mi habilidad de relacionarme con otros lo que me permite obtener los contratos para construir. Las personas también utilizan lo que construimos y es importante considerar sus necesidades. Debo mi éxito a esa premisa.

- Un éxito notable.

- Ahora está tratando de adularme.

- Fue un comentario sincero, no sólo un "muchas gracias por la cena".

- Guarde sus zarpas, Sango, la creo -dio un sorbo a su café-. Pero hablemos más acerca de usted. ¿Será para usted la administración de un hotel su máximo anhelo en la vida, o utilizará su entrenamiento para llevar la administración de un hogar de forma eficiente para un hombre afortunado, más adelante?

- Las dos cosas -respondió muy seria-. Tengo la intención de seguir trabajando después de casarme.

- La mayoría de las mujeres sólo lo hacen por motivos financieros.

- En este momento así es; pero cada vez más, un número creciente de ellas quieren estímulos adicionales... algo que alivie el tedio del trabajo en casa y de cuidar niños -titubeó, para luego agregar-: Usted... cuando se case, ¿se opondría a que su esposa siguiera con su carrera?

- No, a menos que ella se opusiera a la mía. Pero, hablando en serio, ¿qué derecho tendría para oponerme? Considero el matrimonio como una sociedad completa, con ambos socios obteniendo de ella lo que cada uno quiera. Es un sueño utópico, lo reconozco. En la mayoría de los casos, uno o el otro tiene que ceder.

- ¡Casi siempre es la mujer!

- Ese punto no lo rebatiré.

- ¡Ya es una mejora!

Riendo, Miroku, pagó la cuenta y salieron del restaurante.

- ¿Vamos a bailar a algún lugar? Conozco un sitio bonito junto al río.

- Me gustaría -contestó ella.

Un taxi los llevó a un salón de baile cercano al hotel. Sitio con buen aire acondicionado y luces tenues con interpretaciones de los últimos éxitos musicales, podría haber estado en cualquier parte del mundo.

Sango lo sorprendió al demostrarle ser una excelente bailarina, con un maravilloso sentido del ritmo. Era dócil y fluida y el sentirla entre sus brazos lo excitó de forma inesperada. En general trataba de mantenerse alejado de chicas que no estuviesen dispuestas a todo, no porque le disgustara la inocencia, sino porque podrían constituir complicaciones posteriores. Quizá algún día estuviese dispuesto a adquirir un compromiso, se decía, pero todavía tenía el futuro por delante. No obstante, se encontró esa noche pensando en ello, preguntándose de nuevo, si no debía dejar de jugar y estabilizarse.

- ¿Podemos dejar de bailar un instante, Miroku? Estoy sin aliento.

Esta petición de Sango lo obligó a volver a la realidad y la llevó a su mesa. Sus manos todavía deseaban tocarla y sentía un estremecimiento en los muslos ante la idea de sentirse cerca de su cuerpo, el tener sus senos hermosos bajo su tacto y que su boca se abriese a la suya. ¡Vaya si la deseaba!

- ¿Será posible obtener una bebida fría? -preguntó ella-. ¿Algo grande y sin alcohol?

- Sin lugar a dudas -al analizar su solicitud, el control de sí mismo regresó y decidió mantener las cosas así-. Debería tratar de conocer algo del país, mientras esté aquí -le indicó muy serio-. Es una mezcla fascinante de antiguo y moderno. El estar en Bangkok casi equivale a estar en Londres, pero ir al interior del país, es como entrar en el siglo pasado.

- Eso es lo que todos dicen, pero no creo tener mucho tiempo para salir -comentó con desaliento-. En mi próximo día libre, visitaré algunos de los templos y el Mercado Flotante.

- Yo la llevaré, si lo desea -se escuchó a sí mismo decirle. ¡Estaba volviéndose loco!-. Avíseme cuándo estará libre.

- ¿Quiere decir que tiene tiempo libre? -bromeó.

- Por el momento; y, lamentablemente, puede prolongarse. Verá, estoy en espera de una decisión del Ministro.

- Lo cual supongo lo está exasperado.

- Ya estoy acostumbrado. Debe conocer el viejo proverbio: ¡si no soportas el calor de la cocina, no seas cocinero!

- En ocasiones no nos percatamos de ello hasta que ya es demasiado tarde y para entonces ya hay demasiados intereses creados para poder escapar.

- Muy cierto. Es usted una joven muy perceptiva.

- Quiere decir, no sólo tonta y her... -se detuvo, avergonzada.

- No sólo tonta y hermosa -repitió él-. ¿Por qué teme decirlo? Usted es muy hermosa. ¿Lo sabía?

- Hábleme de cómo empezó su carrera -le indicó ella con prisa.

- ¿Trata de cambiar el tema de conversación?

- Así es -estaba muy ruborizada-. Así es más seguro.

- ¿Quiere sentirse segura? -preguntó, disgustado por el tono sensual que adquirió su voz.

- ¡Sí!

Tú, sólo tú | Adaptación (MirokuxSango)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora