Todo aquello que nunca dije || SNK [ Riren ]

1. Feigheit

"Cobardía"

Cobarde.

Esa era la única palabra que resonaba en la mente de Levi Ackerman como una especie de tortura, un eco que parecía no encontrar fin. Una y otra vez, sin detenerse en ningún momento.

Cobarde.

Gritaba su subconsciente, sin importarle en lo más mínimo que se encontrase en medio de una guerra en la cual, las posibilidades de sobrevivir eran casi nulas —por no decir que inexistentes—, sobre todo tomando en cuenta el estado tan deplorable en el que se encontraba.

Cobarde.

Porque ahora, aquel hombre que algún día fue conocido como el soldado más fuerte de la humanidad, no representaba más que una carga para todos los demás integrantes de la Alianza, quienes también arriesgaban sus vidas en la agotadora y suicida misión de detener el Retumbar. Y Levi lo sabía, sabía que en ese estado ya no podía ser de ayuda para nadie, no con una venda cubriendo la parte derecha de su rostro —en la que ahora faltaba un ojo y, aunque él no pudiese verla, una enorme herida se encontraba en pleno proceso de cicatrización—, dos dedos faltantes en su mano derecha y las piernas heridas a tal punto que ya ni siquiera podía sentir algo en ellas, ni movilidad, ni dolor, ni algún otro indicio de algo que le dijese que aún podía mover aquellas extremidades. Simple y sencillamente, él ya no sentía nada.

Y aún así... Aún así, no era capaz de retirarse del campo de batalla. No sin antes saber qué pasaría después de ello con Eren.

Eren...

Maldito mocoso idiota. Si tan solo el crío estúpido hubiese esperado un poco más, si hubiese dicho desde antes qué era aquello que tanto lo agobiaba, ellos podrían haberlo ayudado. Él podría haberlo ayudado.

Antes, Levi habría seguido a Eren hasta la muerte sin dudarlo, no le habría tomado nada de tiempo decidir respaldar al mocoso en lo que sea que su caótica y suicida mente estuviese maquinando, pero las condiciones actuales ya no le daban la oportunidad de elegir.

Ahora, ambos se encontraban divididos en bandos completamente opuestos, todo gracias al maldito choque de ideologías, y bajo esas circunstancias, ya solo quedaban dos opciones: o toda la humanidad fuera de los muros era asesinada por los titanes colosales, o sobrevivían a costa de arrebatarle la vida al titán fundador, aquel que orquestaba todo ese asesinato en masa, Eren Jaeger.

Cobarde, se reprochaba a sí mismo. Porque quizá, solo quizá, si hubiese actuado desde que comenzó a notar el cambio del mocoso, si se hubiese acercado a él para saber qué era lo que ocurría, así se hubiese visto obligado a sacarle la información a punta de patadas o amenazas que jamás se atrevería a cumplir, todo sería diferente.

Pero el hubiera no existe, y por más que implore internamente por encontrar otra solución a tiempo, por no tener que arrebatarle la vida a Jaeger para salvar a la poca población que aún no había perecido bajo el horror del Retumbar, la vida nuevamente le demostraba que es una completa hija de perra, y que realmente le importaba una mierda lo que Levi desease.