Uno, dos, tres, cuatro, eran los segundos que transcurrían cada que se apagaba la única lámpara que alumbraba todo mi pobre apartamento. Uno, dos, tres cuatro, volvía a encender. Ese horrible olor a sangre ya estaba impregnado en mi nariz, por más que lavara mis manos, mi cara, mi cuerpo entero, me sentía sucio, pensé que después de la centésima victima ya no sentiría nada pero cada vez que alzaba la vista hacia mis sábanas manchadas de sangre sentía otra vez ese terrible dolor en mi pecho, ya no podía dormir mi conciencia me atormentaba cada noche.
-Estoy tan sucio, cariño.
En medio de mi habitación me encontraba tirado en el piso en posición fetal mirando el parpadeo de esa estúpida lámpara intentando comunicarme una vez más con mi único amor.
-¿Puedes oírme? ¿Puedes ver todo lo que hago por ti?- Estiré mi brazo para alcanzar la única foto que conservé de ella, la miré por unos segundos y después me di animo a mi mismo- Descuida Way, solo novecientas victimas más...
Sentí un dolor en el corazón al recordar esa numerosa cifra. ¿Cómo es que me encontraba así? Esto ni siquiera es la mitad de la historia pero estoy seguro que no estamos muy lejos del final así que comencemos desde el principio.
Desde pequeño sufría de acosos por parte de mis compañeros, era el típico niño obeso del que todos se burlaban. Entré a la preparatoria esperando que mi situación mejorara, debo admitir que fue una de las peores etapas de mi miserable vida, mi hermano menor Mikey era el único que me apoyaba aún así las burlas de todos los chicos me hacían sentir bastante mal, recuerdo aquella vez cuando una de las chicas más populares del colegio se me acercó para pedirme que fuera su novio qué ingenuo fui al aceptar, estaba tan desesperado por un poco de aceptación, ella solo quería usarme, burlarse de mí, humillarme y lo logró.
No me gusta recordar el pasado, he crecido ya no soy el mismo chico indefenso de antes, bajé mucho de peso los últimos ocho años algo que me ayudó un poco pero aún así mi vida no es para nada interesante pero no me podía quejar...no era una vida excelente ni perfecta simplemente estaba bien. Este mismo día cumplo veinticinco años pero no hay nadie que lo recuerde, eso ya dejó de importarme no me puedo enojar con los pocos amigos que tengo, ellos han hecho tanto por mí.
-Way, deja de mirar por la ventana como idiota y dale el cambio a este preciado cliente- Dice el gerente del lugar (mi jefe) al pasar al lado de mí.
-Si, lo siento señor eh...-Nunca pude aprenderme el nombre de este sujeto, sabía que eso me causaría problemas- solo estaba pensando.
-Pues ve pensando en otro trabajo porque si sigues a este ritmo dejarás de serme útil, no sé qué estaba pasando por mi mente cuando contraté a un muchacho tan inservible como tú, haz mejor tu trabajo y dame una razón para no despedirte.
-Haré lo que pueda.
Este fue el mejor trabajo que pude conseguir, mi sueño siempre fue ser dibujante o escritor de historietas ¡hasta tengo una licenciatura en una escuela de artes! Pero por el momento no he logrado nada de eso y según el idiota de mi jefe estoy siendo deficiente y sigo pensando ¿Tan hambrienta está toda esa gente? La comida de este restaurante es terrible.
-Son $50 con 20 ¿Bien? Vuelva pronto, que tenga un buen día espero que haya disfrutado su comida, bla, bla, bla- dije con una falsa sonrisa en el rostro.
Después de cuatro aburridas horas mi turno terminó, me dirigí al auto que mi padre me obsequió cuando me gradué, ya han transcurrido varios años y aún funciona perfectamente. Conduje hasta llegar a mi apartamento, en la entrada del edificio estaba esperándome uno de mis mejores amigos, un sujeto sumamente pálido, de baja estatura, con el cabello negro y unos grandes ojos, Frank Iero.
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One More Night
FanfictionGerard Way era un hombre normal, su vida seguía una aburrida rutina a la que él ya se había acostumbrado “Mi vida no es para nada interesante pero no me podía quejar…no era una vida excelente ni perfecta simplemente estaba bien” eso da un rotundo gi...