III: Leo, pt. 2

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Choi SooBin

Había pasado semanas desde que a MinHo le habían golpeado la puerta cerca de las once de la noche.

En un principio se molestó, su madre había regresado apenas media hora atrás del trabajo y ella necesitaba descansar; empero, al abrir la puerta y ver a Chan y a ChangBin al otro lado, todo cobró sentido.

—Buenas~ —saludó Chan, sonriente. ChangBin, por su parte, mantenía el mismo rostro tosco que usaba cada vez que iba a casa de MinHo—. ¿Podemos pasar?

—¿En serio preguntan ahora? —cuestionó MinHo con sarcasmo, antes de ver a ChangBin—. ¿Y tú no tienes arresto domiciliario nocturno?

ChangBin no se hizo esperar. Se sacó sus zapatillas con la ayuda de sus talones y subió a la segunda planta con rapidez. Chan, por su parte, le entregó una mirada de disculpa a MinHo antes de imitarlo. «Ya qué», pensó el dueño de casa con recelo, sin darle mucha importancia.

Dori, siguiendo los pasos de MinHo hacia su habitación, vieron a ChangBin subirse a la cama, abrir la ventana, cruzar el marco y golpear con sus nudillos la ventana de JiSung.

—¿Por qué tienen las ventanas cerradas? —preguntó Chan.

MinHo se encogió de hombros. —Hace frío.

—Y una mierda. Las únicas veces que cerraban sus ventanas era para cuando el otro estaba en la habitación y... —Chan dio una sarcástica mirada por el cuarto de MinHo—, no lo veo aquí.

MinHo solo puso los ojos en blanco. La ventana de JiSung se abrió y ChangBin se zambulló en la habitación de él, con Chan siguiéndolo.

—¡Gracias! —expresó Chan, antes de desaparecer.

Dori se subió a la cama de MinHo y vio con curiosidad a los otros dos chicos, mientras que MinHo se acercaba a su ventana y la cerraba junto con las cortinas. Si ellos dos iban a estar en casa de JiSung, entonces MinHo debía de tener un poco de privacidad.

Podía entender la rabia de JiSung en ese instante- o, bueno, no rabia. JiSung era particular por naturaleza, y a pesar de que se esforzaba de mantener un sistema de comunicación coherente con él, seguía acomplejándole por sus preciosos traumas de infancia. MinHo podía entenderlo a la perfección, por eso eran mejores amigos, pero entenderlo en silencio significaba que él tampoco podría concretizar sus problemas en la vida real porque no sabía muy bien qué hacer.

JiSung era fácil de leer; él estaba incómodo porque MinHo había estado con JeongIn todos esos días, y JeongIn había herido a JiSung de una forma que MinHo aún no podía procesar. Tal como HyunJin, JiSung o Felix, MinHo podría tenerle rencor ante el acto; aunque, aun con la posesión de JeongIn, MinHo podía usar esa situación a su favor y, así, poder encontrar una respuesta a todo lo extraño que había sucedido.

MinHo lo sabía. En lo más fondo de su consciencia y corazón sabía que aquello no estaba cerca de acabar; que el mundo que los rodeaba había abierto una nueva puerta de conocimiento que tenía que ser explorado y explotado. MinHo había hecho que su curiosidad jugara en contra al haber investigado en la casa de Jung Hanai, pero ahora podía redimirse y proteger a JiSung y al resto de los futuros actos según si es que se podía visualizar un patrón.

Él y JeongIn habían caído, y si todo aquel que estuvo en la casa también lo haría, entonces MinHo lo sabría.

Con eso en mente, MinHo tomó el cuaderno que con JeongIn usaban de bocetos para revisarlo una vez más.

Tenían escrito todo lo que sabían: las sensaciones, la circunstancia, el eje y la comprensión del medio alrededor de la casa. Todo el conocimiento en ella también. Los hechos que habían transcurrido para llegar a un punto de actuar que hizo tener a alguien lastimado.

Menú de Dios [#2]; Stray KidsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora