VEINTISEIS

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EMILIO

Entrar al camino de tierra que llevaba al campo parecía una mala idea. Acababa de pasar el día con Joaquín, completamente solos. Le habíamos comprado un saco de dormir, mochila y algunos suministros para nuestro campamento. Luego, en lugar de ver una película me convenció para dieciocho hoyos de mini golf. Había sonado como una idea estúpida pero escuchar la risa de Joaquín y verlo pavoneándose alrededor cuando había hecho un hoyo en uno, había sido más entretenido que cualquier película.

—No había estado en uno de estos desde... —Se fue callando, mordiendo su labio inferior. La última fiesta de campo en la que Joaquín había estado, había cubierto a Eduardo y a Daniel. Cuando la realización de que Joaquín había sabido sobre que Daniel y Eduardo habían estado tonteando a mis espaldas y no me dijo, había estado decepcionado. Siempre había pensado que estaba en mi equipo. No era su culpa. Había seguido adelante lo suficiente ahora para ver eso claramente.

Alcanzando a través del asiento, sostuve su mano.

—La última vez fue cuando Eduardo y Daniel— estaban tonteando a mis espaldas. A pesar de que los cubriste esa noche no era tu culpa. Sin preocupaciones, bien.

Dejó que su labio inferior se liberara de sus dientes y apareció rojo e hinchado. Bueno, infiernos, eso era sólo demasiado tentador. Dejé ir su mano, deslicé mi mano entre sus muslos, y lo acerqué hacia mí.

—Así está mejor. Estabas demasiado lejos —susurré antes de inclinar mi cabeza para que pudiera tirar de su labio inferior en mi boca y suavemente succionarlo. El sonidito de sorpresa que hizo me tuvo acercándolo más. Dejé que mi mano se deslizara más lejos entre sus piernas desnudas y apreté la suave piel de su muslo en mi mano. Joaquín presionó su pecho contra el mío e hizo un sonido de súplica en su garganta. Levantando su pierna, la llevé sobre mi rodilla y deslicé mi mano un poco más arriba dentro de su muslo. Su respiración se desordenó y me di cuenta de que mi corazón estaba acelerándose mientras más cerca estaba del borde de sus bóxers.

—No, no lo hagas —dijo jadeando mientras me daba un suave empujón rompiendo el beso. Rápidamente deslizó su pierna de mi rodilla y cerró sus piernas. Había estado muy cerca a hacer algo que no había hecho sino una vez en mi vida; había estado en el séptimo grado y un poco confundido con el por qué Seidy quería que tocara su ropa interior.

—Lo siento —dije, sentándome atrás en mi asiento y concentrándome en los árboles en frente de mí en lugar de ver si estaba enojado conmigo o peor, aterrado. Necesitaba contener mi palpitante corazón primero. Había estado tan cerca y él había estado tan cálido.

—No lo sientas. Yo sólo... nunca he hecho algo así antes y me puse un poco nervioso. No estoy seguro de que esté listo para eso.

Su mano cubrió la mía y mi puño duro se relajó bajo su toque.

—Yo tampoco —respondí, finalmente girándome a encontrar su mirada. Sus ojos se agrandaron con sorpresa.

—Tú tampoco... ¿Qué?

Dejé salir una risa entre dientes y giré mi mano para que nuestras palmas estuvieran tocándose. Luego entrelacé mis dedos a través de los de él.

—Nunca he hecho algo como eso antes. A menos que cuentes el séptimo grado cuando Seidy nos encerró en el armario de Azul durante un juego de girar la botella y me forzó a tocar su ropa interior o le diría a toda la escuela que estaba demasiado asustado para besarla.

Una pequeña risa burbujeante escapó de la boca de Joaquín y llevó su mano libre sobre ella para evitar reír en voz alta. Sonreí y apreté su mano. Era una historia graciosa.

2.- YO SOY TUYO (EMILIACO) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora