VEINISIETE

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JOAQUÍN

—Si vas dormir en la carpa de Eduardo, entonces ¿Quién va a dormir conmigo? No quiero dormir solo en una carpa. Hay osos negros en las montañas. Sé que es un hecho porque lo googlé.

Daniel me lanzó una sonrisa descarada por encima del hombro.

—Bueno, estoy seguro de que podrías compartir una carpa con Emilio. No tengo dudas de que él preferiría compartirla contigo que con Diego.

Me dejé caer en su cama y gemí con frustración. Compartir una carpa con Emilio sería difícil. Habíamos estado en dos citas desde la fiesta del campo y ninguna de esas veces habíamos hecho algo más que besarnos. Luego de que le pusiera freno a su mano subiendo lentamente por mi muslo, él las había mantenido alejadas de mi cuerpo.

—No se ha ofrecido y yo no le voy a preguntar. ¿Puedo conseguir una cerradura para mi carpa?

Daniel rió y lanzó otro par de shorts en su cama para empacarlos.

—Los osos no pueden abrir la cremallera de las carpas, Joaco.

—Bueno, los psicópatas con motosierras que vagan por el bosque en busca de chicos jóvenes que estén solos para cortarlos en pedazos, sí pueden —respondí.

—¡No hay psicópatas con motosierras! No puedo creer que jamás hayas acampado. Es seguro, Joaco. Lo prometo.

—Es fácil para ti decirlo. Tú estarás acurrucado a salvo en los brazos de Eduardo. Estoy más que seguro de que él podría enfrentarse a un oso negro —murmuré.

Daniel sacó una mochila roja grande de su armario, muy similar a la azul real que Emilio me había ayudado a elegir. La emoción por nuestro inminente viaje me hacía desear poder compartir su alegría. Pero cada vez que trataba de emocionarme, visiones de osos negros, serpientes y motosierras perseguían mis pensamientos.

—Deja de fruncir el ceño. Estarás bien. Conseguiré a alguien con quien puedas compartir la carpa. No vas a estar solo.

Alcanzando el pequeño short del traje de baño azul que Daniel había tirado sobre la cama, lo agarré y levanté una ceja con sorpresa.

—Así que, ¿Supongo que tu mamá no ha visto este?

Daniel rodó los ojos y me lo arrebató de las manos antes de echarle una mirada a la puerta para asegurarse que aún estuviera cerrada.

—No, no lo ha hecho. Lo compré para este viaje.

—Apuesto que lo hiciste —bromeé.

Daniel frunció el ceño. —Shhhh... ¿No recuerdas todo lo que tuve que rogar para poder hacer que esto pasara? Lo único que nos salva es el hecho de que Eduardo va a estar allí y ellos creen que tú y yo compartiremos una carpa. Y puede que haya omitido el hecho de que Eduardo estará allí.

—¡Dani! ¡No lo hiciste! ¿Qué pasa si le preguntan a su madre? —pregunté horrorizado.

—Eso no va a pasar. Mis padres y Niurka no son exactamente amigos.

—De acuerdo, si tú lo dices —respondí mientras mi celular me avisaba que tenía un nuevo mensaje.

  
Emilio:¿Qué estas haciendo?
Yo: Viendo a Dani empacar.

Emilio: ¿Por qué no estás empacando tú?

Yo: Porque estoy estresándome por los osos negros que van a comerme mientras duermo.

Emilio: ¡Ja! Ningun oso negro va a comerte.No les gustan los rizasos. Estás a salvo

Yo: Muy gracioso. Resulta que me enteré que no son muy exigentes y que hay un montón en estas montañas.

2.- YO SOY TUYO (EMILIACO) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora