Había una vez en un pueblo escondido entre las montañas, un joven, nadie sabía de donde era ni como se llamaba, por lo cual solo lo llamaban "el muchacho", no es que el no quisiera decirles su nombre; es solo que no lo sabía, el solo apareció de repente en aquel pueblo, pero tampoco es como si le importara mucho, por un tiempo se quedaba a dormir en uno de los establos de Jack, uno de los agricultores del pueblo, hasta que un día, en uno de sus paseos por los bosques alrededor del pueblo, se encontró con una cabaña abandonada, la cual, después de consultar con el pueblo y caer en que esta efectivamente no tenía dueño, decidió que la arreglaría y se instalaría allí. La vida del muchacho era cómoda y simple, se levantaba a las seis de la mañana y bajaba al pueblo a ayudar a quien lo necesitara, iba a los campos de Jack a arar o iba a la panadería de Danielle y cargaba los costales de harina, iba con Edward de pesca, etc. Siempre había trabajo para realizar inclusive aprendió a coser con la costurera por lo que iba a ayudarle también, y a cambio de su ayuda el solo pedía las cosas necesarias para vivir, alimento, combustible, vestimenta, etc. El pueblo era tan pequeño que entre todos se conocían por lo cual la confianza no era algo que faltara. Pero aparte de dedicarse a trabajar, el muchacho también salía a divertirse con otros jóvenes del pueblo, Every y Luka eran más o menos de su misma edad, o eso parecía, el muchacho tampoco estaba al tanto de su fecha de nacimiento, padecía amnesia por lo cual no recordaba muchas cosas, pero eso a él le venía en segundo o tercer plano, y ya que no recordaba su cumpleaños, lo empezó a festejar con la gente del pueblo, el día que apareció allí, Every, Luka y el salían seguido, iban a pasear por el bosque, nadaban en los lagos a alrededor y en los riachuelos, corrían por los campos de trigo y jugaban a las escondidas en los campos de maíz, no era difícil que les dieran permiso de salir a jugar y dejar sus obligaciones para después, era solo cuestión de que el muchacho persuadiera a sus padres para salir con él, ya que el muchacho conocía a todos los mayores, pues trabajaba para ellos en algún momento del día, estos le tenían confianza, la suficiente para dejarles andar con el hasta ya entrada la noche, incluso parecía que le tenían más confianza al muchacho que a sus propios hijos y a le no le molestaba eso, de hecho se lo echaba en cara a sus amigos cada vez que podía aunque esto a meritaba que sus amigos lo usaran de escusa cada vez que ellos querían salir solos, pero tampoco le molestaba eso, aun cuando él y sus amigos fueran diferentes en ese aspecto, el sabia como se sentía, el sentimiento de querer dejarlo todo y no volver, el no hacer nada por un buen tiempo, estar saturado de cosas y solo querer soltarlo, lo había sentido alguna vez, eso sí lo sabía, pero desde hace mucho tiempo que no lo volvía a sentir, ahora solo sentía, felicidad, tranquilidad, orgullo y soledad, no lo malentiendan, no es que la compañía y amabilidad del pueblo y sus amigos le fueran indiferente, pero tampoco lo sentía suficiente, podía pasar todo el día afuera, ayudando a los habitantes y no sentirse solo en todo el día, pero ese sentimiento se hacía latente al volver a casa, no le era agradable volver a su cabaña para encontrarla vacía, él quería compañía, alguien a quien saludar por la mañana, a quien despedirse para luego saludar y este le dé la bienvenida y antes de dormir, a quien dirigir un buenas noches.
La vida del muchacho transcurría lento y sin cambios, era una rutina en la que nada cambiaba, solo el lugar en donde estaba, a veces sentado arreglando una prenda para Elizabeth la costurera, recolectando la cosecha de temporada con Jack y su demás trabajadores, o cortando carne para Olga la carnicera, eso era lo único que cambiaba, hasta una noche, en la que el muchacho daba una de sus muchas caminatas cerca del río y la vio, una chica tirada en la orilla, con su largo cabello claro pegado a su cara y piel del color de la porcelana, empapada de pies a cabeza, el muchacho de manera casi instintiva tomo a la chica en sus brazos y la llevo hasta su casa, donde la envolvió en una toalla y la recostó en el sillón, al dirigirse a la cocina e intentar tomar una taza de las gavetas, esta se cayó y se rompió, provocando un estruendo que despertó a la joven, esta abrió sus ojos lentamente tratando de acostumbrar su vista a la iluminación de la sala y comenzó a separar su cabeza del colchón, el muchacho al darse cuenta de su ascenso, se acercó para poder ver su rostro de cerca y la chica al darse cuenta de sus intenciones, acerco sus rodillas a su pecho y escondió su rostro entre ellas.