Tuve que pedirme unos días para ir a Madre. Después de todo, soy una de las campeonas del mundo entero. Para eso me dirigí a Nudo, crucé medio planeta hacia Vérgherel y de ahí me transporté a Madre a través de un bus. Era increíble, la última vez que había usado ese puente fue metida en una nave de cargo, aterrada y confundida como las cientos de personas que iban conmigo. Ahora regresaba por la misma vía, sentada de lo más tranquila en una nave de servicio público, junto a una noni obesa y su bebé chillón. Conversamos un poco durante el viaje, me pareció bastante simpática hasta que me preguntó si sabía de algún buen lugar de esclavos en Madre.
—¿Qué?— salté.
—Sí, como aparecieron tantos esclavos desde ese mundo el año pasado, estaba pensando que podría pillarme uno. Por lo menos deben estar más baratos que aquí en Nudo ¿No crees?
Me habría gustado que Érica estuviera ahí para ponerla en su lugar. Sin embargo Érica nada más le habría dicho la verdad sin problemas. Supongo que no puedo esperar a que otras personas luchen mis batallas por mí. Pero estaba cansada por el viaje y no tenía ganas de llevarme mal con mi compañera de asiento por el resto del viaje, así que me limité a ignorarla. Aun así, qué rabia me dio, qué arrogancia la de esa noni, cómo se atreve.
Lo bueno es que los viajes en puente no duran casi nada. Una vez lo cruzamos, nos hallamos de nuevo en Santa Gloria.
Gran parte de la ciudad seguía en ruinas, pero los nonis al menos habían limpiado y reconstruido las calles para un mejor tránsito. Varios de los edificios destruidos durante la invasión habían sido remodelados durante los ocho meses que pasamos en Nudo. De esa manera la gente había podido regresar. Apenas llevaban un mes y medio desde nuestra independencia y por lo tanto no había mucho construido, pero la ciudad se iba levantando poco a poco.
Nos bajamos en la estación de buses aéreos. Era raro ver naves voladoras en Madre, era raro ver cualquier rastro de tecnología de Nudo, mucho más ver nonis y voles y otras especies caminando como si nada por las calles entre humanos, pero por lo menos esta vez eran turistas. No vi ningún militar, afortunadamente.
Tomé un taxi para ir a mi casa. El taxista me dijo que me parecía a esa chiquilla que había defendido Madre.
—¿En serio?— salté.
—Sí, sí, no me acuerdo cómo se llamaba, pero era una chiquilla muy buenamoza.
Su comentario me hizo sonreír. Es raro, porque sé que soy muy bonita, pero no deja de sorprenderme que me lo digan.
Cuando me dejó junto a mi casa, me detuve un momento, dejé la maleta en el suelo y me quedé mirando la puerta. Hacía casi un año que no la veía, y la extrañaba. La había extrañado mucho. Mejor aún, seguía en pie. Los nonis no habían destruido mucho alrededor de mi barrio, afortunadamente. Quizás servía que estuviera cerca de la periferia.
En eso, la puerta se abrió y mostró una nuca de pelo teñido de rosa chillón.
—¡¿Cuánto dijiste?!— gritó mi hermana, sin darse cuenta de mi presencia por andar mirando hacia atrás.
—Trae doce— respondió mi mamá desde algún lugar en la cocina.
—¡Ah, las llaves!— exclamó Lia.
Cerró la puerta sin verme. Suspiré, algo sorprendida. Supongo que no podía esperarme una bienvenida si ni siquiera les había avisado de mi regreso.
"Echemos la puerta abajo" me propuso Brontes.
—No, gracias. Mejor esperamos— le espeté.
Pero me detuve un momento. En vez de esperar a que me abrieran, podía probar las habilidades que había aprendido en un ambiente relativamente seguro.
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La Helada Garra de la Muerte
AdventureSecuela de De las Sombras al Corazón. La Helada Garra de la Muerte continúa la historia de Liliana poco tiempo después del final del libro anterior. Esta vez, deberá probarse y entrenar para convertirse en una sombra.