''AL FIN Y AL CABO, ¿QUÉ DAÑO PODRÍA HACERME DESCANSAR EN PAZ?''
Durante las siguientes semanas prácticamente solo paso por casa para dormir. Nico y yo pasamos los días enteros juntos. Él me busca por los pasillos y yo en los recreos, vamos a comer fuera y pasamos las tardes en la biblioteca, estudiando juntos. Me intenta ayudar con griego y yo hago lo mismo con biología, pero a los pocos minutos ambos tiramos la toalla y nos resignamos a estudiar cada cual nuestra propia asignatura. Sustituimos el turrón por un chocolate caliente en nuestra cafetería favorita. Los días se resumen en apuntes y besos a escondidas, hasta bien entrada la tarde. Él me acompaña a casa y nos despedimos con un achuchón en el portal. No tengo muy claro lo que somos, ninguno de los dos ha hablado al respecto desde nuestro primer beso. Ninguno de los dos ha vuelto a tocar el tema de lo ocurrido. Solo sé que, por primera vez en mi vida, soy feliz. Soy feliz de verdad. Y ya no pienso en el suicidio continuamente, en lo que detesto vivir y demás pensamientos pesimistas. Veo el mundo de otro color. Nike corre hasta la puerta y me lame las playeras, cojo en brazos al gatito (ya bastante crecidito) y lo llevo a mi habitación antes de que mis padres me vean. Nike volvió la noche que Nico y yo nos besamos, después de navidad, y desde entonces solo abandona mi casa por las mañanas de clase. Mi hermano sale corriendo de su habitación y se lanza sobre mí en un abrazo. Se acerca al gato y le acaricia varias veces para después tirarse en mi cama. Me pongo el pijama y me suelto el pelo, me tiro al lado de mi hermano en la cama y me quedo pensando en silencio. No es que esté preocupada, ni nada por el estilo, pero me tiene inquieta el tema de Nico. ¿Qué soy para él? ¿Un simple lio? Quizá algo más. Decido preguntarle la próxima vez que le vea y sacudo la cabeza para borrar mis pensamientos de mi mente. Mi hermano se gira y me coge el collar entre sus manitas, lo acaricia un par de veces y vuelve a dejármelo sobre el pecho.
-Era de la abuela.-justifico.
-Te queda muy bien.
-Gracias.
Mi hermano vuelve a mirar al techo y al rato cierra los ojos.
-Cuéntame un cuento, Tina.
Me quedo un rato en silencio, sin saber qué cuento contar.
-¿Te sabes el cuento del Patito Feo?
Mi hermano asiente con la cabeza y la apoya sobre mí.
-Cuéntamelo.
Aún no sé por qué decido contar ese cuento. Creo que todos nos hemos sentido alguna vez un poco Patito Feo. Yo llevo sintiéndome toda la vida así. Es mi cuento favorito desde siempre. De pequeña, antes de que pasara el incidente, antes de saltar por la ventana, mi madre solía contarme ese cuento todas las noches. Todas. Incluso tenía sincronizada cuál era la parte en la que me dormía. Rara vez me quedaba despierta y aguantaba hasta el colorín colorado. Me gustaba el Patito Feo porque me sentía comprendida, porque, antes de saber todo lo que me pasaba, ya me sentía diferente al resto. Ya era rara.
Pero eso ya no me importaba, porque parecía que había encontrado mi sitio.
Me giro a media historia y me doy cuenta de que mi hermano ya no está, de que se ha quedado dormido con una sonrisa en la cara. Mi hermano no se parece a mí en ese sentido, él siempre ha sido popular en todos los aspectos. Él siempre ha sido querido porque es muy fácil quererle. Es de esas personas a las que se les coge cariño rápido. A él no le hace falta ser un luchador, como a mí, porque tiene la vida solucionada. Su futuro le espera en bandeja de plata. Él... él sí que fue un embarazo deseado. Le acaricio el pelo y le doy un beso en la frente.
-Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Esa noche decido no dormir y me quedo escuchando música en mis auriculares hasta bien entrada la madrugada. Me apetece reflexionar y pensar un poco en lo que está pasando. Todo está yendo demasiado deprisa. No paro de pensar en Nico, y reviso continuamente los mensajes en mi teléfono móvil. Detesto la constante necesidad que tengo de él a todas horas. Desde el atropello no ha salido de mi cabeza ni un solo minuto y esto terminará por volverme loca. En un momento en el que mi hermano se da la vuelta y deja de estar encima de mí aprovecho y me levanto, abro el cajón y vuelvo a leer la carta que me envió con la linterna del móvil. Ya no estoy enfadada. Las palabras revotan como un eco por las paredes de mi cráneo, y se pierden en la nuca. Está enamorado de mí, lo está, al igual que yo de él.
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VALENTINA
Ficción General''Estoy haciéndolo bien, pero realmente me siento como si me condenaran a muerte. Y siendo yo es una completa ironía... Llevo ya dieciséis años muerta.'' Valentina es básicamente un conjunto de baja autoestima, continuo estado de ánimo nulo, desenga...