ESPECIAL 1

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¡EMBARAZO!

|Sara Stone|

Me recuerdo nerviosa, demasiado para mi gusto. Aún recuerdo como mis manos sudaban temblorosas y el tragar de pronto se volvió la tarea más difícil del mundo. No hacía más que cuestionarme si realmente valía la pena aceptar aquel empleo tan extraño por dinero. La respuesta siempre fue "no". Me decía: "Sara, aléjate de todo esto. Si no lo haces, te vas a arrepentir"

Recordé aquel día en el que lo conocí por primera vez. Su porte de hombre duro y frío, pero sobretodo de un egocéntrico y narcisista gruñón, era lo que se mantenía intacto en mi mente. Aquel cabello tan oscuro como la noche perfectamente peinado y esos ojos azul intenso que parecían devorar a cualquiera en una simple mirada feroz; siendo adornada por ese ceño marcado y fruncido. Le temí en aquel entonces y solo deseé que al terminar el tiempo estipulado del acuerdo no volver a verlo jamás.

Un movimiento del lado izquierdo de mi cama me despertó por completo de aquel sueño y entonces lo mire a él, que se encontraba estudiando mi rostro con sumo detalle. Y si, simplemente no deseaba ver a nadie más al despertar todas las mañanas.

—Ven a vivir conmigo, Sara — dijo mirándome a los ojos mientras yo yacía depositada a su lado.

— Leo, ya habíamos hablado sobre esto. — respondí agotada, pues no hacia mucho rato que habíamos tenido sexo.

—¿Por qué no quieres mudarte conmigo? — preguntó neutral.

— Porque apenas estoy empezando con mi vida de mujer independiente.

—No me gusta que estés sola estando embarazada. — confesó.

—En realidad nunca estoy sola. Te la pasas aquí metido.

—¡Porque me preocupo por ti!

— Si tanto te preocupa, tu múdate conmigo.

Se quedo callado y sus ojos se abrieron como dos enormes platos. Después suspiró y se levantó de la cama, molesto, dejándome ver su lindo trasero desnudo. Me mordí el labio inferior, no pude evitarlo. Hasta que se puso su bata de vestir y bloqueo todo pensamiento inapropiado de mi pervertida mente.

— ¿Es broma?— cuestionó incrédulo.

— No, ya te digo que no dejaré mi hogar.

— Sara, este lugar es muy pequeño para nosotros y el bebé.

Me crucé de brazos sobre la sabana que cubría mi desnudez y lo mire molesta. ¿Por qué tenía que irme yo? Él también podía mudarse a este lugar. Yo no pedía nada más que a él.

—Tengo sesión con la ginecóloga — respondí ignorando su comentario anterior —, así que si no te importa, iré a darme una ducha. Bien puedes irte a tu grande y lujoso departamento.

— Yo te llevaré. — suspiró resignado.

— No hace falta, señor Pereira.

Lo escuche gruñir y sin esperar una respuesta suya, me metí directo a la ducha.

[... ]

Salimos al medio día en un silencio espeso. Estaba molesta, pues siempre buscaba la manera de arruinar los momento con sus aires de sabelotodo y niño rico. Estábamos por cumplir un mes juntos como pareja y no iba a negar que me moría de ganas por vivir con él, pero no pensaba ceder hasta que me diese mi lugar.

 Entramos al consultorio y tuve mis revisiones normales, todo parecía estar en orden. Leonardo esperaba afuera hasta que terminara la sesión, pues le incomodaba todo el proceso. Una vez finalizado, él decidió unirse y entonces la doctora nos miró muy sonriente.

— ¿Pasa algo? — preguntó Leonardo.

—Hay algo importante que debo decirles.—  respondió — En realidad se los quería decir desde la sesión pasada, pero como aquí, el presente señor Leonardo quería darme largas con respecto a lo del sexo del bebé, no lo hice.

— ¿Qué quiere decir? — preguntó frunciendo el ceño. Él quería que supiéramos el sexo del bebé cuando este naciera, no antes.

— Ya es tiempo, señor Pereira.

— ¿Me esta diciendo que nos va a decir el sexo del bebé ahora, cuando claramente yo le dije que no queríamos saberlo? — Bramó.

— Me gustaría que este prevenido para lo que se les viene. Eso es todo, pido no se enfade. — añadió — Lo del sexo del bebé puede esperar, le aclaro, pero me gustaría que lo supieran ya por ciertas… razones.

Ya estaba de gruñón otra vez. Últimamente se la pasaba enojado todo el tiempo y yo ni siquiera sabía la razón de ello. Esperaba que estuviese triste por la pérdida de su empresa, no enojado. Y es que así yo no sabia como ayudarlo puesto que solo nos ponía a pelear.

— Yo si quiero saber el sexo del bebé — confesé.

—Sara, en eso no habíamos quedado —me fulminó con la mirada.

—Es que quiero saber que comprar, como decorar la habitación y sobre todo pensar en el nombre.

Resopló cargado de molestia y se reclinó sobre el respaldo de la silla mientras apretaba la mandíbula con fuerza.

— Bien, ya esta. Dígame, Doctora Foster. ¿Niño o niña?

Sostuve nerviosa su mano y vi como el rostro de la doctora se iba ensanchando cada vez más y eso me ponía mucho más nerviosa.

— ¿Y bien? — insistió Leonardo.

— Ambos — respondió.

No miramos confusos y entonces Leonardo comenzó a moverse inquieto sobre su asiento. Soltó mi mano de un brusco movimiento y se levantó nervioso como si fuese a enloquecer.

—¿Perdone? — preguntó en titubeos.

Nos miró a ambos y tal pareciera que le divertía la situación que estaba presenciado. O más bien, le divertía nuestra reacción.

— ¿Es alguna malformación? — pregunté asustada y entonces la doctora soltó una ligera carcajada. — ¿Sabe qué? No importa que sea, o como venga. Yo amaré a este bebé con toda el alma.

— No, Sara, pero que ocurrente eres. —continuó divertida — Lo que quiero decir...

— Espere — la interrumpió Leonardo.

Comenzó a respirar con dificultad y moviéndose de un lado a otro intentaba controlarse. Me sentía realmente confundida ante dicha reacción.

— Señor Pereira, pido tome asiento y se tranquilice.

Él se detuvo y después me miró con suma ternura por unos segundos considerables. Tragó saliva con dificultad y simplemente comenzó a reír con un nerviosismo evidente. Sus carcajadas retumbaban por todo el consultorio y no podía parar de hacerlo con exageración.

— ¿Qué pasa, Leo...?

— Eres increíble, Sara — dijo entre pequeñas carcajadas — De verdad que lo eres. Y joder, como me asustas. De verdad nunca dejas de sorprenderme y eso como me enloquece.

Agarró el respaldo de la silla aferrándose a ella y comenzó a inhalar con fuerza. Estaba comenzando a asustarme yo también así que miré a la doctora Foster y con un movimiento de cabeza le pedí una explicación.

— Vas a tener mellizos, Sara.

— Ah... — suspiré aliviada — Menos mal...

Y simplemente me desconecte.



SALUDOS 🥰

¡ELLA ES MI DESASTRE! ™ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora