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...

María y Joe volaron a Los Ángeles y se quedaron a dormir en mi apartamento. Mis padres reservaron una habitación en un hotel cercano, pero pasaron cada minuto del día conmigo.

María no dejaba de decir que no entendía por qué no hablaban del suceso en los medios de todo el país, por qué no habían movilizado ub equipo de rescate nacional.

Joe siempre le respondía que todos los días se estrellaban helicópteros. Y lo decía como si fueran buenas noticias, como si eso significara que había un protocolo a seguir para momentos como ese.

-Lo encontrarán.-Repetía él una y otra vez.-Si hay alguien capaz de nadar hasta ponerse a salvo, ese es nuestro hijo.

Intenté mantener la calma todo lo que pude. Abracé a María mientras lloraba desconsolada en mis brazos. Le dije, tal y como había hecho su marido, que solo era cuestión de tiempo que nos llamaran para decirnos que estaba bien.

Mi madre preparó guisos que yo repartía y servía a María y a Joe mientras les decía cosas como:<Tenemos que comer>. Aunque yo nunca lo hice.

Lloré cuando no había nadie cerca y apenas podía mirarme en el espejo, pero seguía convenciendo a todo el mundo de que pronto encontrarían a Jorge.


Entonces encontraron una hélice del helicóptero en la costa de la isla de Adak. Y la mochila de Jorge. Y el cadáver del piloto.

Y la llamada que habíamos estado esperando llegó.

Pero no con lo noticia que deseábamos.

No habían encontrado a Jorge.

Le daban por muerto.

Cuando colgué el teléfono, María se derrumbó. Joe se quedó paralizado. Mis padres me miraron, estupefactos.

-Esto es una locura.-Dije yo.-Jorge no ha muerto. Él no haría eso.

~

María tuve unos ataques de pánico tan intensos que Joe la llevó de vuelta a casa y la ingresó al hospital.

Mis padres se quedaron conmigo y durmieron en un colchón inchable a los pies de mi cama, observando todos mis movimientos. Les aseguré que tenía todo bajo control. Estaba convencida de que lo tenía.

Pasé tres días andando por la casa aturdida, esperando que sonara el teléfono, que alguien más llamara y me dijera que la primera llamada había sido un error.

Esa llamada nunca llegó. Aunque mi móvil no dejó de sonar, con gente que quería comprobar que estaba bien.

Hasta que un día me llamo Vania y me dijo que había dejado a Mike a cargo de la librería y que había comprado un billete de avión para venir a verme.

Estaba demasiado entumecida para decidir si quería tenerla cerca o no.

El día que llegó mie hermana, me desperté por la tarde y descubrí que mi madre había ido al mercado y mi padre la había recogido en el aeropuerto.

Era la primera vez que me quedaba sola en lo que me parecía una eternidad.

Hacía buen día. No quería quedarme más tiempo en casa. Pero tampoco quería salir.

Me vestí y pedí a los vecinos si me podían dejar su escalera para limpiar los canalones.

En realida no tenía la intención de limpiar nada. Solo quería estar de pie, alejada del suelo, sin la protección de paredes, techos y suelo. Quería estar lo suficientemente alto como para matarme si me caía. Que no es lo mismo que querer morir.

Los dos amores de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora