La Quiero a Ella (Pharaobella)

Comprender planes

Cuando la ojiceleste salió del cuarto de las cosas perdidas, encontró al de ojos violetas, sintió que se desmayaría al verlo justo ahí. Poco después, vio que el Robot Pirata le servía. Los lobeznos oían la música desde el parlante sentados, estos tomaban inspiración para componer más canciones de su banda.

—Hey, pss, ¡pss! —Llamó al pequeño robot, este casi derramó un poco del batido de plátano—. Yo, voy a salir. Así que, nos vemos.

Se apresuró en salir. El moreno escuchó la conversación, por lo que se quedó pensando.

Afuera, Octobella hizo lo posible por salir de aquel club nocturno. Pero sus tentáculos no ayudaban mucho. No sabía que los héroes en pijama vigilaban la ciudad, el trio de amigos anteriormente había mirado una película en su mini-cine como pasatiempo.

—¡Gecko!, ¿has oído algo? —le preguntó al menor.

—¿Por qué no mejor lo compruebas con tu oído felino? —sugirió este.

—Porque no estoy de humor para eso. Tenemos más mejoras que usar que lo de siempre.

—Bien, está bien.

En tanto que estos hablaban, Ululette corrió al cuartel y usó su vista de búho mejorada. Observó a la pulpo correr e intentar pasar desapercibida, le avisó al Robot en pijama y entonces, él fue a decirles a los demás héroes.

—¿Qué la vio correr por la ciudad?, ¿un lugar desconocido? —El Robot en pijama asintió.

—¡Yo sabía que ella hoy atacaría!, lo sospeché.

Catboy miró al contrario—. Sí, pero ahora vamos a buscarla. Robot en pijama, tú acompaña a Ululette hasta mientras. Nosotros nos adelantamos.

El robot accedió y la persecución inició.

•

La criatura turquesa sintió como el rastreador en pijama se dirigía a los barrios bajos, lugar donde ella había pasado con anterioridad. Casi tropezó a causa de la inseguridad. No sabía que un villano la seguía.

El cielo era tan oscuro y frío, que la envolvía de una manera sombría.

Su respiración se volvía problema, no iba a dejarse ver por ellos. Al final, su camino acabó en un extenso arbolado.

—¿Y ahora a dónde voy? no puedo simplemente correr y andar por ahí. Esto es agotador. —Bajó su mirada con tristeza, pero al oír sus voces de nuevo no tuvo que pensarlo—. M-me tengo que ir...

—¡Alto! —Octobella se quedó sin movimiento alguno, reconoció esa voz y aspecto—. Criatura mís...

—¿Qué haces aquí? —Comenzó a decir con miedo—. Será mejor que te vayas a ocultar. Si ellos te ven, a lo mejor terminen con tu reinado —murmuró con molestia ella—... No tienes por qué seguirme.

El chico faraón observó con pena a la niña, jamás comprendió ese pánico.

«¿Será que ella no finge?, de verdad suena asustada» pensó el de ojos violetas.

—Escucha, ocultate que ellos vienen. No te quedes aq... —No pudo concluir su frase, puesto que los héroes estaban a un lado de ambos. Entonces, en un segundo, el moreno tomó la muñeca de la ojiceste y jaló hacia él mismo.