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Una niña pequeña regresaba a casa de su escuela, los pájaros cantaban y el sol brillaba como nunca, la pequeña de pelo azul caminaba el sendero que había aprendido de su madre, mientras caminaba algunos vecinos le saludaban con alegría y la niña devolvía los saludos, mientras se acercaba a su casa las caras de la gente parecían deformarse, cambiaban de alegría a infinita tristeza, algunos en el fondo como sombras incluso parecían reírse de la chica. El cielo se volvía rojo y su casa parecía sombría, al entrar a esta, su madre estaba de espaldas en la entrada, lloraba desconsoladamente, su voz chillona y entrecortada gritaba el nombre del padre de la chica, la pequeña niña había cambiado, ella era mayor , entonces la chica entendió que sucedía, la figura distorsionada de su madre se giró y grito con desesperación.

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- Ahhh! - Yoshiko se despertó transpirando, estaba empapada en sudor y tiritaba como si estuviese enferma, un poco de aire la ayudó a tranquilizarse. Miró a su costado, a donde el reloj de mesa se encontraba solo para darse cuenta de la hora (5:30) - Mierda...

Yoshiko presionó del lado derecho de su cama en un estante, un muy viejo reproductor de música comenzó a encenderse, una mezcla de canciones descargadas de la radio comenzaron a sonar y Yoshiko se levantó de su cama. Se estiró enfrente de su cama y estiró los brazos al aire, su apretujada habitación pintada de un gris sucio por la antigüedad de la pintura y un par de estantes con libros usados, su gaveta de ropa y el resto de su pequeño cuarto parecían muy desordenados. Una descalza Yoshiko salió del cuarto, no pareció importarle el frio a pesar de ir en ropa interior y que en su hogar con la falta de calefacción parecía estar helando. Preparó su ropa para el día y mientras lo hacia una mirada ligera llegó a la puerta de la habitación de su madre, ayer llegó aun mas tarde de lo usual, escuchó sus pasos cerca de las tres de la mañana, Yoshiko se sentía preocupada por ella, el trabajo la estaba matando, aun así ella sabía que no podía hacer mucho por lo que cambio su semblante. Yoshiko prendió la ducha, un agua fría, casi helada comenzó a salir, Yoshiko solo siguió la rutina de siempre y entró a ella, tras salir del baño se envolvió en una toalla para secarse y después en su ropa de la escuela. Ya vestida revisó el refrigerador en busca de comida, lamentablemente estaba vacío, no era una sorpresa. Tomó un poco de ese jamón barato que aun había adentro pero se dio cuenta de que solo había para una persona, preparo un emparedado y lo tapó con una servilleta, su madre no había cenado mucho ayer, al menos estaría bien que desayunara, con suerte en la escuela su amiga Mari traería algo para ella.

Yoshikó salió de su casa con la maleta de la escuela y una segunda bolsa, con las mudas de ropa de su trabajo y algunas herramientas para este mismo. Antes de salir de su casa apagó el reproductor, una vez afuera empezó a bajar las escaleras de su apretujado "apartamento" que no era mas que una habitación grande con baño a la que le habían puesto paredes adentro, bajó las escaleras y revisó el correo al final de estas, algunas cuentas sin pagar estaban ahí, afortunadamente su jefe le debía el sueldo de la semana pasada, sus horas extras para ser exactos, con eso podría pagar la luz y su madre se encargaría de el resto de facturas, salió en dirección a la estación del bus y una vez subida a este Yoshiko vería por la ventana ese recorrido que le parecía tan irreal. A veinte minutos las casas viejas y descuidadas. Que más que casas parecían ser un montón de bloques departamentales y edificios viejos completamente sumidos en la pobreza se transformaban en una ciudad pulcra y bella, su antiguo hogar estaba de este lado de la ciudad, era una pena ya no poder vivir ahí, desde la muerte de su padre había acabado en ese agujero al que ahora llamaba hogar.

Durante su día en la escuela Yoshiko se sintió afortunada, Mari traía un segundo almuerzo para ella, incluso le regaló algo de ropa que trajo desde su casa, su profesora de literatura le regaló una bolsa de fruta y uno de sus compañeros en gimnasia le dio un montón de cupones de supermercado, todos en su clase conocían a la perfección la situación económica de Yoshiko ella solo podía asistir a la universidad por una serie de becas, ayuda de la influencia de Mari en la escuela y que cada fin de mes algunos de los padres de su clase se compadecían y daban donativos para sus útiles. En su regreso a aquel lado de la ciudad donde ella vivía su humor mejoró, el bus no se había ido a tiempo, por lo que llegaría mas temprano a su trabajo y por ende, saldría mas temprano. Mientras caminaba en dirección a ese viejo super un par de manos la tomaron por los hombros

De Los Restos Del MiedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora