Lleno la copa de cristal por segunda vez en la tarde. La impaciencia recorre mi cuerpo mientras vierto el líquido rojizo dentro del cristal. Maldita sea, no debería beber en martes, sobre todo si considero la cantidad de trabajo que debo entregar el viernes y que ni siquiera he empezado. Pero no puedo evitarlo, esta mañana me desperté demasiado temprano para mi gusto después de pasar la noche entera entre lamentos y llantos por creer que desperdicio mi vida. Luego tuve que ir a trabajar y al regresar a casa me quedé dormida sobre el sofá.
Me desperté hace un par de minutos, ansiosa, y lo primero que se cruzó en mi camino fue una botella de vino tinto que había comprado para cuando tuviera visitas. De todas maneras, nadie viene a verme nunca, no cuando todo lo que hago es rechazar invitaciones, cancelar planes y alejarme de las personas sin saber por qué.
En las últimas semanas no he dejado de sobrepensar las cosas, el fantasma de mis errores pasados disfruta de atormentarme con razones por las cuáles he desperdiciado mi vida. A estas alturas debería estar viviendo en otro país después de haber viajado por el mundo y conseguido un trabajo real.
Maldita sea, cualquier cosa sería mejor que vivir en un departamento de soltera, sin mascotas, planes a futuro ni nada espectacular. Todos mis amigos viven el mejor momento de su vida, ¿y yo? Me lamento en el suelo de la cocina, con una copa de vino en la mano que se consume con cada minuto que pasa.
Mierda, un millón de veces.
El timbre del videoportero me arrastra fuera de mis pensamientos. Miro extrañada al aparato. De nuevo, nadie suele visitarme y los paquetes que llegan son recibidos en el lobby, y ellos me llaman a mi teléfono así que no entiendo por qué alguien llama a la puerta.
Me levanto con movimientos lentos para evitar marearme y dejo la copa sobre la barda de la cocina. Camino hasta el videoportero para ver de quién se trata y entonces lo recuerdo: le dije a Bucky que iba a enseñarle cómo usar Netflix.
Dios, no puedo creer que lo olvidara.
Presiono el botón del intercomunicador y hago un esfuerzo por sonar normal.
—Hey.
Él mira hacia la cámara como si pudiera verme a través de ella.
—Hey —sonríe con los labios sellados.
Mis emociones se mezclan dentro de mi pecho: una parte de mí se funde con la calidez que me provoca verlo mientras que la otra solo me pide a gritos que le diga que no es un buen momento y así hacerlo que se aleje, como hice con los demás. Sin embargo, no tengo tiempo para debatir así que digo lo primero que me viene a la mente:
—Ya te dejo pasar, espera —suelto el botón del intercomunicador, Bucky asiente sin decir nada más y espera paciente a que abra la puerta.
Presiono el botón para abrir la puerta de la entrada y lo escucho agradecerme antes de pasar la puerta y lo pierdo de vista. Camino hacia el baño para mirarme en el espejo y asegurarme de que luzco decente. Me doy ánimos yo sola, mirando mi reflejo.
Bucky da leves golpes a la puerta de madera para anunciar su llegada. Inhalo y exhalo una gran cantidad de aire antes de abrir la puerta, tratando de lucir normal. Lo primero que veo son sus ojos azul grisáceo que se iluminan al verme. Una sonrisa tímida aparece en su semblante y se remueve sobre su lugar frente a mi puerta, con las manos hundidas en los bolsillos delanteros de sus pantalones.
—Hey —saluda de nuevo.
Noto el nerviosismo que vibra en su cuerpo.
Sé que no es muy fanático de la interacción social y que hace lo mejor que puede para sobrellevarlo e convivir con otras personas.
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A little too drunk | jbb
Short StoryEl primero de una larga serie de one shots de Bucky Barnes. También está publicado en AO3 con el título "Wine-flavored kisses". Abril 2022 © niallscherrycoke