Un hombre engaña a su esposa, deja que otra acaricie la piel prohibida de un hombre ajeno, dejándose llevar por el éxtasis del adulterio. Sabe que sus acciones son erróneas, sufrirían sus amadas a causa de su indecisión. ¿Y sus hijos? No le importan. Ni siquiera el mismo sabe proporcionar la respuesta a la interrogante con mayor peso ¿Por qué lo hace?
Siente que la adrenalina de ocultarle a su esposa la existencia de su aparente afección por la otra, es la emoción mas reconfortante de su misero existir. Se siente vivo, se siente libre, se siente grande. Su ego crece al punto que poco le importa dañar a las personas que dice amar. ¿Su única frase para excusar su enorme falta de empatía? Así es la vida.
¿De dónde rayos saca los nervios como para que poco le importe herir? no lo sabe, lo que si sabe es que lo que empezó como un juego inmaduro con alguien que conoció en un estado de ebriedad lamentable se convirtió en la mas intensa aventura de su realidad.
Es un traidor y lo sabe, aunque no le interese, está más feliz que nunca en su burbuja. También sabe que tendrá que asumir sus culpas un día y en lo mas profundo de su corazón desea que tal día no haga acto de presencia, porque no es bueno para las despedidas, pero al llegar la ocasión, no solo tendrá que hablar con la verdad y herir a sus seres más amados, tendrá que despedirse de los dos ángeles que usan sus alas para mantenerlo en pie, su esposa y su amante.
