Sombre

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"Los hombres, en general, no son sino marionetas maltratadas por un titiritero."

Hannibal sonrió internamente al recordar esa frase mientras servía el vino tinto con tranquilidad, observando a lo lejos a esa inesperada visita que había entorpecido su noche de cacería. Una noche que habría sido especialmente lúdica por los sujetos encontrados y el destino que les albergaba a todos ellos. Una válvula de escape que necesitaba más que nunca últimamente al tener algunas miradas demasiado curiosas queriendo saber e indagar más sobre su persona. Eso le divertía, nadie había conseguido nunca acabar de entenderle, ni la pobre Bedelia lo había hecho tras años de terapia mutua.

Y ahora estaba intentando adivinar el siguiente movimiento de los que creían ser sus cazadores, dejando la botella encima de la cocina y elevando ligeramente sus ojos para encontrarse con el que esa noche, parecía ser su presa: Will.

Will Graham y esa manera de siempre sorprenderle.

Ese chico que ahora completamente absorto en la decoración de ese salón que había visto una y otra vez, parecía querer esquivar cualquier tipo de explicación por esa visita a altas horas de la noche. Ese chico que tras darse cuenta de como le observaba, le miró desde lejos con esos ojos azules de forma provocadora.

Will le maravillaba.

Un ser construido con unas bases demasiado arraigadas al bien y al mal. Arrastrado por las convicciones naturales de la humanidad a pensar que todo lo que sucedía por esa cabecita era una completa locura demencial. Siempre coaccionado, siempre con una correa atada en el cuello que manejaban aquellos con más poder que él: Alana y el falso afecto. Jack y ese complejo paterno que le enfermaba. Will había nacido para ser libre, para que toda esa oscuridad aflorara, sucumbiendo a un deseo que podía dar pavor pero que era necesario en esa mente prodigiosa.

Y Hannibal le quebraba una y otra vez. De las formas más crueles, para luego reconstruirlo para poder lograr su cometido, aunque sus métodos no fueran del todo lícitos. Pero su relación había llegado a un punto que era difícil no traspasar todos esos límites que a ojos de toda persona cuerda podían parecer una locura. El doctor Lecter volviendo a sonreír para si mismo cuando recordó la sensación básica y casi sin ningún tipo de curiosidad que le había producido Will cuando le conoció. En ese momento para él, no era más que un sacrificio como cualquier cerdo pero con el tiempo se había convertido en algo más personal. Will había firmado sin saberlo, un destino que quería contemplar Hannibal con sus propios ojos y degustar hasta el último momento del detective.

E iba a jugar sus cartas de la forma más perversa para conseguir que el detective se lanzara al abismo. Si ese chico creía que tenía en sus manos al destripador de Chesapeake, iba a encontrarse con un final muy distinto.

Podía adelantar cada jugada, podía ver los hilos moviéndose a su alrededor al compás de la música que tanto adoraba, podía ver cada una de las intenciones de aquellos que pensaban que le cazarían. Jack era un incrédulo pero Will,  le estaba sorprendiendo y le producía bastante placer el ver a ese chico desmadejado bailar un tango que aún no había aprendido a bailar.

Pero él estaba dispuesto a enseñárselo todo.

"¿Puedo saber el motivo de tu visita Will? ¿Sufriste alguna crisis de nuevo?" Hannibal se acercó de forma lenta y pausada al menor, como quien lo hace con un animal malherido y desconfiado. Acercó las dos copas de vino tinto y le tendió una de ellas al de ojos azules que tras observarle con sorna, negaba con la cabeza. Tan ácido, tan único.

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