Capítulo Único

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—Martin, desculpe desapontá-lo, mas aquela garota ficou noiva do filho do pastor na semana passada.

  Luciano nunca habría esperado que su vecino, Martín Hernández, se interesara en alguna jovencita de la ciudad. Se parecía más al tipo de hombre que corteja a varias mujeres a la vez sin esperar mucho, ya fueran citas o algo más serio. Todo un galán y Don Juan. Cosa que tampoco es, sorprendentemente.

  Martín, por su parte, luchaba para comprender el idioma de su amigo.

—¿Ella estaba con el hijo del pastor? —repitió incrédulo, agarrando diferentes bocadillos de la mesa para
juntarlos en una gran masa—. Creí que él ya estaba casado. Mier...

—Em primeiro lugar, o que você está fazendo é nojento (asqueroso) —comentó con total naturalidad apoyándose sobre su compañero para arrojar ese rejunte de comida al suelo. La última vez que Martín hizo eso, no pudo levantarse de su cama por dos días—. Segundo, ouvi de uma das irmãs que eles cancelaram o casamento porque a noiva fugiu
com outro homem —Un chismorreo que estuvo en boca de todos durante un tiempo, el escape de la prometida del hijo del pastor. La ciudad no era tan grande, así que esa clase de rumores eran el pan de todos los días.

  Al menos para Luciano: un muchacho que disfrutaba el entrometerse en vidas ajenas más que en la suya propia, por herencia de su madre.

—Ah… —se lamentó el argentino viendo su postre en el suelo—. Entonces ya no quedan
mujeres lindas para mí o para vos... —Tomó otra de las copas de vino que ofrecían la fiesta hace un rato, y ya parecía hacer efecto—. Por favor, no me dejes ser un borracho solitario ahora. Sería todavía más deprimente, Luciano

  Rendido ante la fuerte insistencia del muchacho rubio, lo acompañó con
resignación. Eran los únicos hombres solteros en su barrio y ahora incluso las fiestas se volvían solitarias, aburridas, deprimentes. Nunca una pareja, ni siquiera una cita. Solo ellos y cantidades cuestionables de alcohol.

  Sinceramente nunca faltaron historias sobre de estos dos, y aunque la mayoría del tiempo eran fáciles de ignorar, Luciano tenía un límite claro. La gente cruzaba la línea en cuanto llegara a lo descarado, cosa que ocurría más de lo ideal. Cualquiera disfrutaría saber qué dicen en el barrio sobre sí mismo, pero cuando las doñas se juntaban a murmurar de ellos dos teniéndolos en frente, sin siquiera cambiar sus nombres, sabía que era momento de agarrar a su amigo casi inconsciente —o solo muy tonto y triste— e irse a otro lugar.

  No llegaron muy lejos, se perdieron entre los pasillos hasta llegar a un punto donde no se podía ver a nadie más pasar en donde quiera que miraran.

—Volvamos —pidió Martín. Ahora despierto.

—Não me lembro (no recuerdo) de onde viemos (vinimos).

—Volvamos igual.

—Estou cansado, você… —dijo Luciano y lo dejó caer.

  Enseguida el rubio se agarró de la pared para tener algo de equilibrio.

  Martín era el hombre más enérgico que se pudiera encontrar, increíblemente burlón y risueño la mayoría del tiempo. Que llegara al punto de ser un borracho el cual no puede mantenerse en pie por sí mismo, solo mostraba que le afectaba más de lo esperado... o era muy dramático.

—Mier... —soltó al aire un fallido insulto a su compañero. Un enojo que no duró mucho, pues sabía que sin Luciano para agarrarlo él podría pasar toda la noche ahí hasta que llegara un buen alma y lo sacara de la mansión a las rastras.

Por una de las ventanas era posible notar que la linda tarde se convirtió en una oscura y fría noche.

—Dale, Luciano, sácame de acá, ya mismo —terminó pidiendo con su mejor cara posible de perro malherido, insistiendo con volver al centro de la fiesta para seguir bebiendo aunque ni siquiera podía mantenerse derecho.
—Aha, daqui a pouco eu vou —Se apoyó sobre un mueble, sin dejar de vigilarlo desde su lugar.

  Mientras Martín se le acercaba, Luciano no pudo contener la risa. El rubio apenas podía caminar por sí mismo, tambaleándose a cada paso que daba. Pero aún con esa sonrisita suya, tan arrogante como solo él podría tener en su situación.

  Pese a todo eso, Martín seguía persiviéndose normal, tan bien como cualquier otro día. Actuó con tanta naturalidad que, de repente, se dejó caer sobre Luciano y terminó por besarlo. Tan simple y complicado co solo él podría ser.

  Cualquier día que estuviera sobrio, Luciano lo empujaría al suelo y dejaría que pase unas cuantas horas en la calle para que aprendiera a no ser inmoral. Esa noche, sin embargo, le pareció muy razonable recibir una compensación que aceptaría con todo el gusto del mundo.

—Sácame de acá o lo vuelvo a hacer... tomtom… —amenazó Martín cambiando su expresión a la forma más drástica que un ebrio podría.

—Você já escapou (jamás escapaste) de uma casa pela janela (ventana)? —susurró Luciano al tenerlo tan cerca. Alborotado y muy confiado.

—Dos veces —respondió el otro ido en sí mismo.

  Con esa respuesta, Luciano no tardó mucho en levantarlo con fuerza y tirarlo por la ventana, apenas era el primer piso. El único inconveniente fue que habían arbustos con algunas
molestas espinas debajo de esa ventana. Pero luego fue más fácil encontrar la salida al cruzar otro pasillo.

  Esperaba que Martín al día siguiente no recordará nada de eso. Posiblemente estaría muy molesto porque lo tiró a las espinas y ni siquiera le dio un beso de despedida cuando cada uno siguió con su camino.

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⏰ Última actualización: Apr 14, 2022 ⏰

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