Era una tarde preciosa, el cielo todavía no acababa de teñirse de colores rojizos sino que mantenía un vivo azul, no había rastro de nubes, el viento era el de una suave brisa veraniega y el sol, que se iba ocultando en el horizonte, dejaba una calidez que no terminaba de disiparse por completo.
Ante tal situación me sentí culpable por no estar afuera de casa paseando por las calles tal y como hacía el resto de gente que pasaba frente a mis ventanas. Observé una pareja de ancianos sentados en un banco en la acera contraria a mi casa, estaban agarrados de la mano y parecían felices conversando. Suspiré por lo alto.
Había estado leyendo desde la mañana y mi cerebro estaba frito, de no ser porque levanté la mirada por segundos hacia el reloj que colgaba de la pared no me hubiera dado cuenta de que eran pasadas las 18:00.
—¡¿Las 18:00?!— Grité saltando de la silla y apresurándome a tirarme a la cama para tomar el móvil. Nada más encender la pantalla me encontré con 12 llamada de Isa (es el apodo que recibe mi mejor amiga).—¡Mierda!—Susurré por lo bajo. Desbloqueé el móvil y tal y como esperaba me encontré con decenas de mensajes suyos preguntándome dónde me encontraba.
Sabía que algo se me olvidaba, ahora Isa iba a estar furiosa conmigo y seguramente tendría que rogarle por su perdón. Me apresuré a llamarla de nuevo, pero antes de siquiera presionar el icono recibí una llamada entrante.
—¡Isa!— Grité nada más descolgar la llamada.
—Bien, ahora cuál es tu excusa.— Su tono de voz sonaba duro y cortante, tragué en seco y pensé rápidamente en motivos para darle que no fueran que se me olvidó por completo que habíamos quedado.
—Perdón, estuve ocupada con unos asuntos de mi madre, ya sabes cómo está desde que papá viajó por trabajo.
—Susan, esa fue la misma razón por la que has llegado tarde a nuestra salida hace tres días, hace una semana, y diría que desde hace hasta un mes.
—Está bien, está bien.—Corrí a interrumpirla.—Tienes razón, te he mentido. No quería decirte que me quedé leyendo y se me pasó la hora.—Hubo un silencio por su parte, sabía que se enfadaría si le decía la verdad.—Y lo siento.— Espeté para que Isa dejara de estar callada, eso pareció funcionar.
—Lo voy a dejar pasar si nos invitas a comer.—Dijo Isa. Desde el otro lado de la línea escuché más voces, voces masculinas.
—¿Estás con alguien más?— Pregunté a pesar de lo obvia que resultaba la respuesta.
—Sí. Chichos, saludad a Susan, ella nos invita a comer hoy.—Los chicos obedecieron y me saludaron creando una mezcla de voces seguida de unos vítores. Escuché a Isa reír con ellos.
—¡Isa, no puedo ir!
—¿Por qué?— Me dijo casi rogando.
—¡Porque son chicos!— Dije en un tono obvio, dejando más que claro mi visible timidez con los chicos. Sí, normalmente no soy una chica que tiene contacto con personas del género opuesto.
—Tranquila, no muerden— Espetó burlescamente.—Espera, me voy a alejar un poco de ellos para que no te escuchen llorar.— Y rio nuevamente.
—Isa, esto no fue lo que prometimos. Íbamos a quedar a solas.
—Íbamos, tú lo has dicho. Hasta que te atrasaste y me encontré con este grupo.
—¿De qué los conoces?— Pregunté curiosa, a pesar de que Isa es muy social no me hacía a la idea de que pudiera ir caminando por la calle y repentinamente encontrarse un grupo de chicos que estuvieran dispuestos a ir a comer con la amiga Susan de alguien que no conocen. Suena a secuestro poco planificado.

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Mi Nueva Versión
Romance¿Qué pasaría si llegado el día y, cansada de tu antigua versión, decides cambiar por completo todo aquello que conocías de ti? Susan se ve obligada desde el primer día en su nuevo instituto a fingir ser alguien que no es debido a su situación meses...