Corría sin parar, a pesar que sus pulmones les pedían a gritos que parará, su corazón latía el doble, no, el triple de rápido, sus pies seguramente suplicaban por un pequeño descanso, pero él simplemente no se detenía. Era su primer día de clases y no se permitiría llegar tarde, se había quedado hasta altas horas en la madrugada, con la intención de no dormir, que se alistará a los primeros rayos del sol y saldría rápidamente de su casa para ser de los primeros en llegar, sin embargo, su trabajo de medio tiempo no le permitió descansar lo suficiente, por lo cual, a apenas las 3:00a.m quedó rendido, el cansancio acumulado pudo más que él. Aun maldiciendo se por eso, llegó justo cuando estaban por cerrar las enormes puertas, ingreso a la institución, pero no iría de frente al salón, estaba casi hecho un asco con lo mucho que había sudado, además su condición se empezaba a dar a notar, su respiración era cada vez más pesada, por lo que rápidamente fue a los baños, primeramente, a tomar su medicamento, y luego a cambiarse la camisa, por suerte había llevado ropa de cambio por si algo como eso llegará a pasar.
-Ya les he dicho que nada de explotar estas cosas en la escuela -escucho una voz, que, a su parecer, provenía de uno de los cubículos.
-¡Que aburrido eres Ken-Chin!
-Lo que dijo el enano
Escucho otras dos voces, y ni siquiera se preguntó de qué diablos hablaban, lo primero que se le pasó por la mente fue ¿Qué haces tres hombres en el mismo baño? considerando que esos eran demasiados estrechos, esas personas no deberían sentirse cómodos estando tan apretados para hablar de cosas que claramente el resto no debería de enterarse, porque de llegar aquello a oídos del director, se meterían en graves problemas.
Pero esto poco le importo al rubio, se terminó de acomodar la camisa y justo cuando estaba por salir, vio de reojo a aquellas personas, salir del baño, uno era algo, rubio, y cabello que terminaba en una trenza la cual dejaba al descubierto un tatuaje de dragón, otro era un rubio, pero más bajito, el cual por alguna razón tenía el cabello alborotado, y por último, un peli negro, siendo este por alguna razón el que le llamo más la atención, se le venía sumamente molesto, pero a la vez relajado, con su cabeza apoyado sobre sus brazos que se acomodaban en su nuca, el chico por "casualidades" del destino, termino percatándose de la presencia de nuestro protagonista, y al verse descubierto, sonrío, aunque aquella expresión a nuestro protagonista más le sonó como amenaza, en verdad no se había percatado de que era de lo que hablaron aquellos jóvenes en el pequeño cuarto, pero pensó que debió de ser algo importante como para que ahora aquel peli negro intente callarlo afán de amenazas.
No lo dudo mucho y salió de los baños de los hombres, sosteniendo fuertemente su mochila, se dirigió a su salón asignado, dónde se percató que al parecer y por más raro que le parezca, había cumplido con su misión de aquel día, había sido el primero en llegar a clases.
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-Es su nuevo compañero, Keisuke Baji, viene del campo por lo que hagan que se adapte a la vida en Tokyo tratándolo bien -dijo aquel hombre de avanzada edad.
Todos veían sorprendidos, a excepción de dos rubios, al nuevo alumno que provenía del campo, quedaron impresionados con su sola presencia, tal vez sea porque llevaba su ropa hecha un desastre, o por su cabello mal acomodado, posiblemente sea su tan desconfiada y brillante sonrisa que dejaba ver esos colmillos que resaltaban, o sus ojos avellana que parecían iluminarse.
-Toma asiento al lado de -revisaba la lista de alumnos- Matsuno Chifuyu -levanto la mirada para buscar al alumno, que se haría saber levantando la mano, pero no lo encontró, lo volvió a llamar, pero nada.
-Matsuno aún no ha llegado profesor -se escuchó entre los alumnos.
El profesor dudo por un momento, siguió buscando, pero nada, volvió a ver su lista y en efecto, aquel estudiante era el que entró como recomendado, uno de los mejores en sus antiguos colegios, pero está sería la primera impresión que tendría de él, en fin, tiene una clase que empezar y no se retrasaría por un estudiante que llegaría tarde sin duda.
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¡Porque nadie me dijo que me confundí! gritaba internamente mientras caminaba enojado por los pasillos de la institución.
Por un largo rato había estado sentado, esperando que algún compañero o el propio maestro llegará, pero nada, hasta que vio pasar a un chico de cabellos rubios con mechones negros o probablemente era al revés, el cual se detuvo al ver al rubio.
-¿Estás en el club de música? -pregunto el adolescente ingresando al salón, tenía en cierta parte la ropa arrugada y desacomodada, pareciera que en ese colegio todos eran iguales.
Al principio optó por no decir nada, no sabía quién era ese chico, ni siquiera si le hablaba a él.
-¿O tal vez te confundiste de salón? -hablo está vez mirando el pequeño cartel fuera del aula el cual decía "3-A" negando con la cabeza- esa cosa aún no lo cambian -volvió a mirar al rubio- este es el salón de música, el salón 3-A es al que me dirijo y creo que llegamos media hora tarde -sonríe.
Siendo esto lo que llamo la completa atención de Matsuno.
E ahí el por qué se encontraba enojado, el adolescente con el que por suerte se había topado, se ofreció a llevarle al salón correcto, lo que agradeció a los cielos, en esos momentos aquel sujeto era su salvador, aunque eso fue un total golpe de suerte, media hora tarde se repetía una y otra vez enojado consigo mismo por no notarlo antes, aunque ¿Cómo notarlo? En el salón no había ningún instrumento musical, los asientos estaban acomodados como cualquier salón de clases, fue cuando empezó a dudar, y como si el chico le leyera la mente, contesto a sus dudas.
-Por las mañanas el salón es usado por el club de lectura y por las tardes por el club de música, así que los instrumentos están guardados en el pequeño almacén del aula, ese cartel no lo han quitado desde el año pasado, ¿Eres nuevo, ¿no?
Pues claro, sino no me hubiera confundido respondió en su mente el rubio, aún se encontraba enojado, si la noticia que dio una mala impresión al profesor, llega a oídos de su madre, se llevaría una buena regañada, porque justo fue lo primero que su señora le advirtió que no hiciera.
Y sin darse cuenta por andar en sus pensamientos, ya habían llegado al salón, dónde desde la puerta y atrás del joven que le había acompañado, escucho la voz de su maestro, quien los recibió con un...
-Llegan tarde...