Capítulo 7

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Volvió de nuevo a su vagón y cerró la puerta a sus espaldas. Acto seguido, se dio cuenta de que la pequeña ya no estaba, por lo que comenzó a buscarla con la mirada.

—¿Bella?

Ésta salió de debajo de uno de los asientos, provocando que la mirase asombrada. Jamás se le hubiese ocurrido esconderse ahí, aunque debido a su altura dudaba de que lo hubiese intentado.

—Buen sitio para esconderse.— dijo. —Eres muy inteligente.

La niña le devolvió la sonrisa y volvió a sentarse con ella. Parecía que poco a poco, ambas comenzaban a tomar confianza. Vicki no sabía por qué, pero sentía que algo las conectaba. La sentía cercana. Y, sobre todo, sabía que Abi hubiese hecho lo mismo para ayudar a la pequeña. Unas horas después, siguieron hablando hasta que Vicki se acordó de algo.

—Entonces, ¿por qué estás aquí?

—Mis padres.— Pareció vacilar un segundo, pero continuó hablando. No sabía por qué pero la pelinegra le inspiraba cada vez más confianza. Tanta como para contarle el porqué de su presencia allí. —Quieren que me case.

En ese momento, la pecosa se arrepintió de haber preguntado. Su pulso comenzó a acelerarse y su corazón bombeaba más rápido. Estaba teniendo otro ataque de ansiedad. Se quitó la fina chaqueta que llevaba, quedándose en manga corta y se levantó del asiento.

—Necesito ir un segundo al baño. Ahora vuelvo, no te muevas de aquí.

La pequeña reflejó en su rostro preocupación y algo de culpabilidad. Pero ya era tarde para que la pecosa se diese cuenta, ya que ya había entrado al baño. Apoyó sus manos a ambos lados del lavabo, manteniendo la cabeza agachada. Unos segundos después, la alzó y se miró al espejo. Intentó recordar lo que Finn le decía que hiciese en situaciones como esas, pero su cabeza no era capaz de detenerse.

—Está todo bien, Victoria.— se dijo, mojándose las manos y, acto seguido, la cara. —Todo bien...

Antes de poder añadir algo más, se agachó rápidamente al retrete y vomitó. Mientras ello, las lágrimas no podían evitar rodar por sus mejillas. Sabía que no lo había superado y dudaba que lo hiciese. Poco a poco, se levantó del suelo y volvió al lavabo. Se lavó las manos y enjuagó su boca con agua. Sabía que tenía que mantener la calma o, al menos, fingir que la mantenía.

—Bien. Ahora vas a salir ahí y vas a estar tranquila.— respiró hondo, a la vez que cerraba los ojos. —Tranquila...

Antes de salir, forzó una sonrisa mirándose al espejo y, acto seguido, salió del baño. La pelirroja seguía sentada en el mismo lugar. No se había movido ni un palmo. Y su expresión seguía siendo la misma.

—Lo siento.— musitó, algo avergonzada.

—Oh, no te preocupes.— Se sentó y posó una mano en su hombro. —Ha sido por la cena de ayer. No te recomiendo cenar carbohidratos.— Formó una mueca con la boca y pareció que eso relajó a la pequeña, ya que no pudo evitar reírse. —Entonces, ¿tus padres te obligan a casarte?

—Sí, dicen que así obtendremos muchos beneficios.— dijo. —Que es una buena inversión para la familia. Y que...

—Que le follen a tu familia.— comentó, mirándola. —Si tú no te quieres casar, no te cases. La única persona que puede decidir sobre tu vida eres tú. ¿Entiendes?— Posó una mano en su mejilla.

—Sí.— Asintió con la cabeza, y la pelinegra depositó un beso en su frente.

—Escúchame. Te pagaré un billete con ida a París y cuando estés allí irás a la siguiente dirección.— Buscó un bolígrafo y papel en sus bolsillos.

Sabía perfectamente a donde mandarla. Apuntó la dirección de Sarah. Allí estaría segura y la chica la acogería perfectamente. Además, también tendría trabajo y en unos años, con todo lo ahorrado, podría irse a donde quisiera.

—Cuando llegues allí, — le entregó el papel. —dile que vas de parte de Vicki, y no tendrás problemas.

—Muchas gracias.— sonrió agradecida.

Realmente, le había hecho mucha ilusión. Aunque no lo pareciese, nadie le había ayudado tanto en su vida. Estaría agradecida con ella durante toda su vida. Así que, lo mínimo que se le ocurrió fue abrazarla. Cosa que sorprendió a la pecosa, que durante unos segundos no supo qué hacer, pero finalmente la abrazó. Ambas necesitaban ese abrazo, por lo que se fundieron en él.
El sonido del tren frenando, inundó los vagones, por lo que ambas se separaron. Eso solo podía significar una cosa... Estaban en Birmingham.

—Bien. Ahora saldrás conmigo e iremos a comprarte el billete.— Agarró su mano y bajaron rápidamente del tren, para que el revisor no las viese.

Justo al pisar el suelo, el corazón de la pelinegra se rompió más. Aquella había sido la estación donde todo ocurrió. En ese momento, se dio cuenta de lo mucho que había cambiado las cosas en tan solo unos meses. Y algunas no para bien.

—¿Estás bien?— La pelirroja la miró preocupada.

—Sí, no te preocupes.— sonrió, sin mostrar los dientes, y avanzaron hasta la recepción.

Compró un billete a París y se lo entregó. Junto a esto, le extendió su pequeño bolso. Sabía que necesitaría algo para guardar sus cosas, por lo que le pareció buena idea dárselo. Era el primer bolso que se había comprado ella misma, con su primer sueldo, y ahora deseaba que lo tuviera la pequeña.

—Pero, no puedo...— comenzó a decir, pero la interrumpió.

—Sí, puedes y debes.— La miró y posó ambas manos en sus hombros. —Escúchame. Dentro tienes dinero y todo lo necesario para el viaje. Cualquier cosa que necesites te he apuntado una dirección para que puedas mandar cartas.

La pelirroja asintió levemente con la cabeza, y volvió a abrazarla. Esta vez, la pelinegra se lo devolvió al instante. En ese corto trayecto, habían conectado perfectamente. Vicki sentía la necesidad de ayudarla, así cómo no lo hicieron con ella. Tenía que alejarla de todo lo malo y el primer paso era ese. No podía permitir que la encontrasen. Si ella había podido escapar de esa situación, ayudaría sin dudarlo a cualquiera que la estuviera viviendo a hacer lo mismo.

—Bueno.— Se separaron. —Ahora corre, antes de que pierdas el tren.

—Muchas gracias, de verdad.— sonrió. —Ojalá pueda volver a verte. Y ojalá te hubiese conocido antes.

Los ojos de la pecosa se cristalizaron ante esas tiernas palabras, por lo que depositó un beso en su frente. La pequeña comenzó a caminar hasta el tren, y antes de subirse giró la cabeza levemente para volver a mirarla. Ésta movió su mano de un lado a otro, despidiéndose.
El sonido del tren se hizo presente en la estación. Y un: "Pasajeros al tren.", avisó de que el tren partiría en pocos minutos. Y no pudo evitar esperar allí hasta que lo hiciese.
Divisó como la pelirroja se había sentado en uno de los asientos que daba hacia su lado de la vía. Volvió a mover su mano de un lado a otro y la pequeña no dudó en imitar su gesto, mientras una tierna sonrisa se encontraba dibujada en su rostro. Poco segundos después, las puertas del tren se cerraron y el revisor dio la señal. El tren avanzó y desapareció poco tiempo después. Bella se había ido.

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𝐊𝐈𝐄𝐋 (2) | Finn ShelbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora