TIEMPO DE VERDAD

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—Ma... —La joven dudó, nunca había usado esa palabra con nadie y temió equivocarse si lo hacia ahora— Marina.

Marina quería abrazar a su hija, contarle todo y pedirle que la perdonase por no haberlo hecho mejor, pero aquella plaza no era el lugar así que se giró hacia Cloti y sin mediar palabra recorrieron el camino de vuelta a casa atentas a cualquiera que las pudiera seguir.

Cloti se ocupó de encender la chimenea mientras Aura preparaba unos tes calientes para las tres y Marina se acomodaba en una de las alcobas con ropa limpia y seca, por suerte su amiga aun guardaba algún vestido de las últimas veces que había estado allí. Dejó caer el pesado hábito al suelo y su piel desveló la crudeza de esos meses, cicatrices en muñecas y tobillos de las cadenas que usaron en ellas eran un fiel recordatorio de todo, pero también las marcas en la espalda. Iban a pagar por aquello, lo juró justo antes de escapar y dejar a Natalia allí, y lo juraba de nuevo ahora. Unos golpes en la puerta la devolvieron a la realidad, no quería que por nada del mundo su hija la viera en ese estado así que rápidamente se cubrió con la ropa limpia.

Aura llevaba esperando detrás de esa puerta más de diez minutos, decidiendo si llamar o no, si abrir y hablar con Marina, su madre, ese pensamiento la paralizaba y aceleraba en partes iguales. Era su madre, la persona que pensó había muerto siendo un bebé, la que luego descubrió que la había abandonado para, ¿ser agente de ese Ministerio? Abandonado, esa era la palabra dolorosa y punzante que su mente repetía una y otra vez. Finalmente cogió aire y llamó, empezaba a ser hora de afrontar ese pasado común de ambas.

—He pensado que te sentaría bien. —dijo traspasando el umbral y ofreciéndole la bebida humeante.

—Gracias. —Iba a añadir algo más, pero Aura se giró para no mirarla.

—Cloti ha preparado el fuego del comedor para que nos podamos sentar allí, se ha ido a casa de una vecina a ayudarla con algo. —Marina asintió siguiendo a su hija por el pasillo.

Marina se sentó al lado de Aura, en el suelo muy cerca del fuego, su hija tenía los ojos clavados en las llamas que devoraban el tronco sin piedad consumiéndolo lentamente. En la mente de Aura se iban repitiendo recuerdos de su infancia, su abuela o la que creía era su abuela contándole cuentos antes de dormir, mintiéndole al decir que todos los recuerdos de sus padres se habían perdido ese incendio que supuestamente los mató. Tantas veces había sentido miedo al fuego por culpa de ese recuerdo inventado. Ni siquiera era consciente de que estaba llorando hasta que sintió la humedad en sus mejillas, tantas mentiras.

—¿Por qué me dejasteis? —dijo sin llegar a girarse— Alba me contó su versión, la historia de mi padre y lo que hizo el Ministerio para protegerme. Pero... ¿Por qué no te quedaste conmigo? ¿Tan importante era ser agente del Ministerio? —No quería gritar, de verdad que no, pero en ese momento toda esa rabia que lentamente se había ido formando en su interior salió para golpear todo a su alrededor.

—Tu padre no debía morir durante la Semana Trágica, esa no era su historia...

—¡Me da igual la historia! —Gritó levantándose del suelo.

—Pues no debería, tu padre murió para protegerla. —Marina intentaba sonar tranquila aunque por dentro se estuviera desgarrando— Aura, Miguel fue agente del Ministerio mucho antes que yo o Alba, pero también era alguien que no soportaba las injusticias y por eso murió.

—Pero Alba no...

—Alba no podía contarte la verdad, no delante de Capdevila. —Aura miró a su madre sin entender nada— Ven, tenemos mucho de lo que hablar.

Aura dudó un segundo, pero algo en su interior le decía que había llegado el momento de conocer toda la verdad acerca de su pasado y del de sus padres. Uno que ni siquiera el Ministerio conocía.

EL MINISTERIO DEL TIEMPO (ALBAYA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora