Era una mañana de julio; un martes; según recuerdo, como siempre, mi exaltación se debió al grito de mi Madre avisándome que ya era hora de ir a clase.
—Vaya gilipolleces, debo pasear a Jack- Pensé.
Jack, era mi mascota, un Dogo argentino, un perro corpulento, cariñoso y sobre todo, mi mejor amigo. Él fue mi compañero durante casi la totalidad de mi infancia; dejó simplemente una huella imborrable en mí. Así que teniendo el cabello vuelto un nido de aves, determiné darle su paseo.
Saqué la traílla de un antiguo cajón y pronuncié su nombre en voz alta, Jack apareció en cuestión de un abrir y cerrar de ojos; le puse dicho collar y abrí el picaporte.
A pesar de que Jack fuese sereno, poseía una fuerza descomunal, tanto así, que se soltó de su cadena y caí al suelo... Como dije anteriormente, tenía gran vigor, mas no el suficiente para sufrir una contusión contra un automóvil de tamaño considerable.
La cabeza me daba vueltas gracias al golpe y sin embargo, con un raspón en mi rodilla izquierda, con gran mareo y escasas fuerzas, me dirigí hacia su cadáver... Fue allí cuando las lágrimas comenzaron a brotar por mis ojos y supe que ya era tarde...
Mi madre, al escuchar tales ruidos, se dirigió a la escena; sus ojos se entornaron como platos.—¿Qué ha pasado aquí, Christy? —Exclamó con voz alterada.
—Yo... no sé q-q-qué pasó Mamá, estaba con Jack y todo ocurrió ante mis ojos sin poder reaccionar a tiempo... —Respondí mareada.Desde la muerte de papá nada era igual, el silencio reinaba en cada habitación, la alegría había desaparecido; hasta que en una de mis caminatas nocturnas encontré un pequeño cachorro, tal vez abandonado, pero estaba herido y a decir verdad, no era tan frívola como para dejar que este muriese. Le nombramos Jack...
Podría decirse que mi vida junto a Jack era plácida, al encontrar nuestras miradas podía darme cuenta fácilmente que era el motivo de mis sonrisas, mi amigo incondicional. Mi único amigo. Y al fallecer él también, me encontraba sin a quién acudir. (Ya que mi Madre poseía arduas horas de trabajo, nos veíamos al anochecer y ocasionalmente en las mañanas).
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Desde aquel día
Teen Fiction¿Ha de ser posible confiar en alguien cuando no puedes ni hacerlo en ti mismo? Solo hay una manera de averiguarlo. ¿Se puede querer a alguien que oculta temibles secretos? Christina Miller, una adolescente de dieciséis años. Edad donde su vida d...