🌷

318 33 2
                                    

Albedo había llegado a la tienda de alquimia que tenían en Mondstadt hacía varias horas. Era muy temprano en la mañana, no había nadie en la calle aún, solo la dueña de El Cazador preparando algunos platos para llevar y apilando los ingredientes frescos en las estanterías.

Miró el reloj de la pared, marcaba las ocho y media.
Suspiró y fue a revisar uno de los tubos de ensayo que había dejado en el calor. Había descubierto un extraño líquido viscoso en unas rocas cerca de la guarida de Stormterror y le comía la curiosidad de ver si podía transformarlo en otra sustancia.

Entonces oyó la campanita de la puerta sonar, mostrando una típica cabeza llena de cabellos verdosos asomarse.

—¡B-buenos días señor Albedo! Lamento llegar tarde, he tenido un pequeño contratiempo...
Albedo miró por encima de su hombro, suspirando cuando oyó el "señor" antes de su nombre.
—Puedes llamarme Albedo...
—Ah...bueno...-Sacarosa se rascó la nuca y se acercó lentamente a ver qué estaba haciendo el rubio.—¿Qué está...haciendo?
—Es un líquido viscoso que encontré en la guarida del dragón. Antes brillaba pero después de someterlo a altas temperaturas ha reducido su tamaño y su color ha cambiado, como puedes ver. Sospecho que en él vivían microorganismos que le daban ese brillo, quizás los mate con el calor.
Sacarosa procedió a explicarle a Albedo sobre esos posibles microorganismos, ya que era su campo más que el de Albedo.
El alquimista escuchó muy atento la explicación, casi embobado por lo mucho que había avanzado su aprendiz, si es que aún se la puede considerar como tal.

—Y por eso dejó de brillar...eh...¿Le aburrí?
—Para nada Sacarosa, muy interesante, agradezco tu explicación. ¿Te gustaría seguir revisando tú la prueba? Se que tú sabrás experimentar con ella mejor que yo.
Su rostro se sonrojó ante el halago indirecto y asintió.—Toda tuya pues.

Albedo se apartó de la mesa y dejó que Sacarosa ocupase su lugar. Ahí es cuando empezó a notar cosas extrañas, empezando con que caminaba bastante lento con las piernas muy juntas. Tenían un baño compartido y su aprendiz lo había usado cada vez que lo había necesitado sin hacer ningún estropicio, aparte que ya la consideraba mayorcita para saber cuando ir, así que no comentó nada y se fue afuera de la tienda a atender un par de dudas.
No debió pasar más de cuarenta minutos cuando volvió a entrar para revisar como iba con las muestras.

—¿Cómo vas Sacarosa? ¿Todo bien?.-Desde lejos pudo ver que el líquido volvía a brillar y ahora estaba sólido en forma de prisma y otra muestra pequeña en forma de cubo.
Levantó una ceja cuando la vio medio tumbada sobre la mesa, agarrando la parte baja de su abdomen.—¿Te encuentras bien?
Dió pasos ligeros y se colocó al lado de ella. No era médico pero sí entendía de la anatomía humana y por el mal aspecto y la postura podía imaginar que era un dolor de estómago.

—Ah...señor Albedo -
—Albedo.
—...estoy bien, lamento haberle preocupado.
Trató de incorporarse pero eso solo permitió que el alquimista observase mejor el rostro de su aprendiz, que había perdido gran parte del color y en general no tenía buen aspecto.
Su mayor preocupación era la decoloración de sus labios.
—Por favor siéntate, voy a traer el desayuno. Invito yo.

Normalmente no traía el desayuno por motivos de...salud. Le encantaban demasiado los dulces y no podía controlar las ganas de comer varias porciones hasta enfermar, así que solía mandar a Timaeus o a Sacarosa para ir por el recado mañanero y de paso estar un rato con los dos, ya sea hablando de alquimia, de cosas banales o en silencio, disfrutando de la compañía de cada uno. Antes era algo solitario pero éstas prácticas de sentarse a desayunar con sus aprendices hizo maravillas en su salud mental y sus habilidades sociales.

Cuando llegó al Buen Cazador hizo su mayor esfuerzo en no pedir una muestra de cada pastel del menú y se limitó a un té de anís con dos galletas de avena para Sacarosa y el llevaría una chocolatada caliente y un croissant.
La primera vez que se presentó con chocolatadas ambos ayudantes se rieron, llamándolo infantil. Nunca entendió la gracia del café, fuerte y amargo. La leche con polvo de cacao y una cucharada de azúcar era sin duda la mejor bebida para desayunar, tan dulce y nostálgica...

Cuando llegó no vio a Sacarosa por ningún lado a pesar de haberle dicho que se sentase ya que temía que se desmayase.
Se fijó en la silla y observó unas manchas sobre ella.
Dejó el desayuno en la mesa, alejado de los tubos de ensayo y se acercó a la silla para verla más de cerca.
No le tomó más de unos segundos ver qué era. Sangre.

Agarró un poco de papel higiénico y lo pasó por encima, tenía una consistencia bastante aguada y rosada así que no podía ser de un corte.

Miró a la puerta del baño, normalmente la dejaban abierta cuando no había nadie pero esta vez estaba cerrada, así que asumió que Sacarosa estaba adentro.

Se acercó y llamó suavemente a la puerta.
—¿Sacarosa? ¿Estás ahí? ¿Todo bien?
—¡Ah! ¡S-si señor Albedo! Volveré al trabajo en seguida, deme un segundo...
Su voz se oía forzada, como si estuviese tratando de no llorar.
—El trabajo ahora no importa, ¿Estás bien de verdad?
No recibió respuesta, solo un pequeño sollozo. Recordó las manchas de la silla, la forma de caminar, la palidez y las muestras de dolor y como si esos sollozos fuesen la última pieza del rompecabezas una bombilla brilló sobre su cabeza.

Sin decir nada caminó de vuelta a la mesa y abrió uno de los cajones. Algodones, desinfectante, pinzas, algunas pastillas y... eureka.

Albedo agarró una de las compresas que descansaban muy satisfactoriamente en su paquete bien recortado, cualquiera dudaría de que el propio Albedo las compra.
No era nada nuevo, su maestra misma tenía el tan aclamado "periodo" aunque le gustaba más el término menstruación.
Desde sus primeros años de vida ya aprendió bastante acerca del tema y el rol tan importante que supone en la creación de la vida, y tan fascinado como era él no podía entender porque otros trataban el tema con pinzas.

Cuando llegó a Mondstadt empezó a estar rodeado de aún más figuras femeninas como la gran maestra Jean o la inteligente de Lisa. Pero al final del día no podía evitar pensar en que todas en algún momento podrían necesitar una de esas compresas, sobretodo Klee que, aunque aún es joven, algún día llegará el momento en el que tenga que sentarse con ella a explicarle que no se está muriendo. De hecho ya tenía su dialogo preparado.

Se acercó al baño y pensó bien como dársela, ya que abrir la puerta sería una gran falta de respeto y aunque llamase le diría que no.
Miró hacia abajo, la puerta tenía un pequeño hueco del grosor perfecto para no poder meter una mano entera pero sí deslizar el paquetito sin que se rompa.

Se puso de rodillas y deslizó el producto, se incorporó sacudiendo el polvo de sus manos y pantalón.

Un pequeño sonido de sorpresa salió del baño seguido del sonido de plástico.
El rubio sonrió y caminó de vuelta a la mesa, agarrando un poco de desinfectante y terminando de limpiar la silla para que al salir del baño no tuviese que pasar vergüenza, aunque para Albedo no había nada de lo que avergonzarse, todos podían tener un accidente, ¿Cierto?

Dió un sorbo a su bebida y miró el prisma detenidamente. Ya no estaba pegajoso y casi parecía una decoración de las que venden en las tiendas de recuerdos. Le daba curiosidad que hizo su aprendiz para devolver el brillo.

Oyó la cadena del baño y vio a Sacarosa salir, totalmente sonrojada.
—S-señor-
—Agh, simplemente di Albedo.
—...Albedo...gracias.-Tragó fuerte.—T-también arruiné la si-
—Si, lo vi y lo limpie...¿Cómo que arruinar? ¿Acaso la silla se derritió?
—No, pero...
—No pasa nada, Sacarosa... ésto es algo totalmente normal que los cuerpos con sexo femenino pasan cada mes, 21 días para ser exactos. No hay nada más natural y lógico en ésto. Si te encuentras muy mal tienes mi permiso de ir a descansar hoy.
Las orejas de la de pelo verde se escondieron aún más y el rubor se intensificó con cada palabra.
—G-g...gracias...muchas gracias, ojalá todos entendiesen así de fácil...
—No es nada. Si quieres más compresas en el segundo cajón de la izquierda hay un paquete abierto, si usas otras dime y trataré de tener un paquete en la tienda.
—¡No es necesario! Ya ha hecho mucho por mí, es usted tan comprensivo...-Se rascó la nuca, avergonzada pero feliz de que su situación no se volviese aún peor.

El alquimista le sonrió y le mostró la taza y las galletas a modo de invitación de sentarse a desayunar.

Sin duda trabajar con Albedo era todo un privilegio.

________________________________________________

Hola, espero que les haya gustado <3 traté de dejar en claro que la menstruación en sí es cosa de cuerpos con genitales "femeninos" y que en ningún momento me gustaría excluir a nadie. Si creen que puedo mejorar en algo para hacer mis fanfics más inclusivos y disfrutables para todos díganme por privado o comentarios sí? Se les quiere ❤️

Ese Día Del Mes...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora