SAGA SEDUCCIÓN: COMBUSTIÓN +18

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Sanem se adelantó unos pasos entrando directamente a la cocina para beber algo de agua. Tenía la garganta muy seca. Aguantar las ganas tanto tiempo, tenerle tan cerca... Cómo la provocaba constantemente... era demasiado.

Estaba tragando el último buche de agua cuando sintió una presencia gigantesca a su espalda.

Permaneció a la espera.

Su respiración errática se embaló cuando unos fuertes brazos la rodearon, uno a cada lado de su tembloroso cuerpo, para terminar apoyando parte de su peso en el filo de la encimera.

Durante un par de segundos se quedó quieta, sintiéndole. Cómo inspiraba y exhalaba pegado a su piel.

Acelerada, no sabía cómo sus manos estaban sujetando el vaso sin tirarlo.

Can subió sus manos hasta esos delgados hombros, haciéndola girarse bruscamente... dejándola aturdida.

-- Can... - soltó con un hilo de voz al chocar contra él.
Sus cuerpos habían quedado pegados propiciando que sus rostros se acariciaran con ternura.
Deseaba encenderla como la gasolina prende ante el fuego, deslizándose hacia sus caderas casi como una caricia, erizando cada partícula de su ser. Cuando sintió que se relajaba, las apretó con ímpetu, alzándola, hasta asentar sus nalgas sobre aquella isleta blanca.

El grito de Sanem quedó cortado en su garganta sin poder formularse.

Su chico fue aproximándose paulatinamente, lamiendo cuidadosamente la comisura de sus labios.

-- ¿Confías en mí?
-- Sí. - Respondió sin titubear con el corazón bombeando en su cabeza.

Una sonrisa traviesa se dibujó en el rostro de Can procediendo a alejarse en dirección a algún lugar que ella no podía ver.
¿A dónde había ido? ¿A cambiarse de ropa? ¿A coger algo? Cada parte de su ya frágil cuerpo temblaba sin freno.

Soltó aire con fuerza intentando relajarse.

Conociéndole, podía ser capaz de cualquier cosa y eso le producía una incertidumbre comedida.
Sabía que nunca le haría daño por lo que, fuera lo que fuera lo que tuviera en mente, iba a ser placentero y muy muy divertido para ambos.

Le ponía nerviosa no escuchar nada: ni armarios abriéndose, ni pasos enérgicos volviendo...

No saber nada, no poder gobernar la situación, era mucho más mortificante.
Alternaba sus piernas arriba y abajo mientras sus dedos se aferraban al borde de la encimera.

Era su manera de gestionar ese pellizco en el estómago que la oprimía...de descargar la adrenalina que corría por sus venas... para un segundo después... todo volverse a cámara lenta.

Lo primero que vieron sus ojos fueron unos pies descalzos. Eso declamaba un tanto a su favor, sabía que ese detalle en él la estimulaba.

Conforme levantaba la vista fue encontrándose unos vaqueros azul oscuro que se le ajustaban más que los anteriores.

Ufff... adoraba esos pantalones. Le marcaban la zona del culo dándole su forma prieta y redondeada.

El pecho de Sanem se hinchó conteniendo la respiración, relamiéndose al contemplar ese torso desnudo, tatuado y libre de accesorios salvo por una prenda de color crudo que reposaba sobre su hombro izquierdo.

Su mirada, oscurecida y palpitante, la invitaba a jugar.
Si se fijaba mejor en sus brazos, uno de ellos tenía el puño cerrado, como si envolviera algo con él.
No podía distinguirlo bien... Estaba envuelto con algún trozo de tela...y si podía visualizarlo a esa distancia, debía componerse de colores muy vivos.
Cuando creyó reconocer lo que era, tuvo que humedecer su garganta si quería emitir algún tipo de sonido.

Erkencikus: Escenas CanemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora