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—Siempre me han odiado... desde que nací. —Susurros de dolor se entrelazaron en sus confesiones.— No importa cuánto trabajé, nunca me reconocieron. Este dolor, esta desesperación... ¡No hay manera que me entiendas!
Una mirada impregnada de desdén se posó sobre Leona. En esos ojos reluce una amalgama de emociones, entre las que se distinguen claramente la irritación y el desprecio, como si estuviera cansado de cargar con el peso de la constante autocompasión de su interlocutor. Ha llegado a un punto en el que las excusas y la lamentable búsqueda de simpatía ya no hacen más que avivar el fuego de su frustración interna.
—¿Acaso no se cansa de ser tan repetitivo? Se está ahogando en sus propias lágrimas, lamentándose por ser el segundo, como si eso le diera algún tipo de derecho especial a ser patético.
La neblina oscura que rodeaba al príncipe se intensificó, como si respondiera a las emociones que lo asaltaba en ese preciso instante, pero la duda se refleja en sus ojos por mucho que anhele ocultarlo. Puede que no lo admita abiertamente, pero ha comenzado a cuestionar levemente su accionar.
—¿Qué espera lograr con sus lamentos interminables? ¿Simpatía? ¿Compasión? ¡Por favor! —su tono se eleva, la ira burbujea dentro de él, ansiosa por estallar— solo es un cobarde que se esconde detrás de excusas baratas.
Es el cansancio de las excusas, el hartazgo de la autocompasión lo que se deja entrever. Leona, en su decisión de vivir a la sombra de su hermano mayor, puede ser libre, pero ha llegado el momento en que no permitirá que el resto del mundo pague por el resentimiento que anida en su interior.
La magia impetuosa del príncipe es libera con la ferviente intención de rechazar la cercanía del humano. Surcos carmesíes se insinúan con gracia en sus mejillas y brazos, rasgando sin piedad su uniforme que antes ostentaba impecable. Las heridas impresas en su carne no lo logran doblegar, se erigen como un motor insustituible y se mezclan con la adrenalina. Cada punzada, cada quejido del cuerpo sometido, se convierte en un acicate que aviva la llama de su resistencia.
—¡No importa cuánto me haya esforzado, jamás seré reconocido por mis sacrificios! —Su mandíbula se aprieta con cada sílaba que pronuncia— La vida es injusta... ¡si yo solo fuera el primogénito...!
—Ahg... ¡Maldición! —Aquellas palabras fueron sufiencietes para sacar a Daelo de sus estribos.— ¡Lo único que hacen en esta escuela es quejarse y llorar, pero nunca hacen nada al respecto! Si usted realmente quisiera cambiar su destino, lo haría. Pero en lugar de eso, prefiere ahogarse en su propio autodesprecio. Usted es débil, y se complace en serlo. No se engañe pensando que merece algo simplemente por ser el segundo en la línea de sucesión.
Mientras la oscuridad los rodea a ambos, ninguno de ellos se percata de toda la movilización externa a su alrededor. Pero esos minutos de tensión y manipulación fueron suficientes para mantener al león a raya.
—¿Se pregunta por qué nadie reconoce sus "sacrificios"? ¡Porque sus lamentos eclipsan cualquier esfuerzo real que haya puesto!
En un fugaz instante de titubeo, Kingscholar se sumerge en un torbellino de emociones contradictorias que parecen arrastrarlo en direcciones opuestas. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, su semblante se transforma en una máscara imperturbable, como si hubiera construido un muro impenetrable alrededor de su interior nuevamente. Hay tanto que brota en su interior, como un manantial reprimido que ansía desbordarse y fluir libremente. Las palabras se acumulan en la punta de su lengua, formando un discurso poderoso y convincente, pero algo en su interior se lo impide, un obstáculo invisible que le impide abrirse por completo. Quizás sea la mirada penetrante de su contraparte, cuyos ojos dorados parecen no reflejar nada más que la oscuridad misma, una oscuridad que se cierne sobre su alma como una sombra ominosa. Una oscuridad que... Leona simplemente no puede entender.
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𝑬𝒏𝒊𝒈𝒎𝒂 - 𝑻𝒘𝒊𝒔𝒕𝒆𝒅 𝑾𝒐𝒏𝒅𝒆𝒓𝒍𝒂𝒏𝒅 (𝑴!𝑶𝑪)
FanfictionDe todas las cosas que podía poseer... Aquello que deseaba con ardor, un pensamiento caprichoso, se materializaba ante él, dispuesto como un tributo sobre una bandeja de plata. Mas entre las codiciosas ambiciones que yacían en su interior, había un...