Cuando te haces más mayor, más simple, más cuerdo, cuando recuerdas todo el peligro del que venimos.
Porque yo te acogí como si fueras mío.
Y no lo eras.
Porque nadie me lo pidió y yo lo hice, hasta que no hice otra cosa que no era necesitarte.
Porque te di todo de mí.
Porque te vi así, tan débil, tan roto. Que mi corazón no soportó verte así, te abracé entero, como si tuviera el derecho, y te di todo lo que tenía.
Ardiendo como en ascuas, cayendo, tiernos, mucho antes de los días donde no nos pudimos rendir.
Yo te sané, me encargué de que te sintieras tan seguro que poco a poco sanabas tus heridas.
Muchas yo mismo me encargué de tomarlas entre mis manos, de acariciarlas y esperar que se cerraran. Te di con ello todo lo que en mis manos estaba, todo lo que pude.
Hasta que yo mismo me perdí.
Bien sabes que no es algo a reprochar, no es algo que yo me arrepienta de hacer. Pero no por eso duele menos.
Es un orgullo saber que lo que eres hoy, recordar aquellas épocas oscuras y ver como por ti mismo has logrado salir adelante. Pero joder, como me duele el alma en todo lo que he gastado, en toda la energía que se me fue en esos momentos que daría por recobrar, por volver a tenerte aquí.
Hace años, y bueno, ya sabes.
Ya has hecho mil cosas, has estudiado y ahora tienes un buen trabajo, con una felicidad que tu rostro no se molesta en ocultar.
No me malentiendas, yo soy el primero en contagiarse de tu alegría.
Pero me duele perderte, perderme.
Todo lo que hoy eres se ha llevado todo de mí, todo lo que me queda es un cuerpo adolorido y cansado, junto a un alma herida y vacía, ya no sé qué tengo yo en mí, si todo te lo di a ti.
Me alegra tanto haberlo hecho, verte crecer y volar, pero ahora yo no tengo algo más que ofrecer, y te has dado cuenta de ello.
Haz lo que quieras, si quieres, porque todo se está viniendo abajo.
Porque yo ahora estoy en una espiral donde ni yo mismo sé cómo salir.
Después de que te fuiste no supe qué más hacer, mi vida se había vuelto en un entero tú, y cuanto te vi partir no encontré algo más.
Intentarlo siquiera era inútil, yo ya estaba lejos de recuperarme a mí mismo. Así que me sumergí en la depresión, sabes bien que estuve dos meses en el hospital psiquiátrico, te llamé entonces, pero no pudiste visitarme. El trabajo te mantenía muy ocupado.
Cuando salí la vida no fue muy diferente, incluso elegiría volver ahí, porque entonces no tendría que hacerme cargo de mí mismo.
Todo lo que quise siempre fuiste tú.
Y sin estar tú aquí ya nada tenía sentido, ya no había algo por lo cual esmerarse. Ya no tenía a qué aferrarme, porque ya no me necesitabas.
Tienes todo el derecho de irte, eso lo sé bien. Sabía que esto pasaría, pero daría mi vida por volver a tenerte, tan vulnerable y necesitado, entonces yo sería lo único que tendrías.
Nunca llegaré al cielo, porque no sé cómo llegar.
Tampoco siento que lo merezca.
Cualquier persona me llamaría egoísta, pero no puedo hacerles entender cuánto di de mí y cuánto me esmeré en que tú fueras la mejor versión de ti.
