4. Las marcas

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La noche llegó tan pronto que apenas pude notarlo, y mientas eso ocurría y afuera todos se movían en todas las direcciones yo permanecía dentro de mi habitación por órdenes de Memphis, ciega y encerrada nada peor para una vidente, nada peor para mí que hacía mucho que no permanecía oculta. Las marcas las había pedido y Mi madre decidió que la ceremonia sería esta madrugada, le había avisado a Valían, el estaría conmigo, el castillo parecía pesado como si dentro de él se estuviese calentando algo. Me pregunte un momento que sería del mestizo, su llegada parecía haber causado problema pero decir que había Sido su llegada era como juzgarme a mi misma, que me decía que había Sido el y no yo.

Cuando dieron las 2am alguien tocó mi puerta, ya me había puesto la túnica negra y al abrir la puerta Valían sonreía detrás de ella, había llegado el momento y yo no podía controlar los nervios, el me tomo de la mano y salimos juntos rumbo hacia la iglesia.

— Todo va a estar bien lo prometo, voy a cuidar de ti—

No respondí solo sostuve su mano la iglesia estaba iluminada con una luz roja, en la puerta Memphis y Colin vigilaban vestidas de guerreros, ambas saludaron con un asentimiento de cabeza.
Al entrar la iglesia me recibió justo como en mi sueño, frente al altar estaba la sacerdotisa con su túnica negra, junto a ella mi abuela y el rey y más cerca como si me esperaba mi madre.

Era una ceremonias bastante parecida a una boda, las luces eran tenues y rojizas que contrastaba con las paredes y adornos negros, Valián sostuvo mi mano con fuerza un segundo antes de soltarme, como si me entregara, como si estuviera abandonandome se quedó parado frente a la puerta, mi madre me recibió en el centro de la iglesia. La sacerdotisa comenzo a rezar y la abuela la acompaño mientras mi padre abría los brazos para recibir a nuestro dios. Mi madre mientras tanto me ayudaba a quitar la túnica para entregarle mi cuerpo a nuestro dios como un lienzo desnudo en el que pintar las marcas que me acompañarían por el resto de la vida. Mi madre se unió a los rezos y yo me arrodille, esperando ese momento en el que nuestro dios aparecería.

Cerré los ojos y pedí con fuerza a mi dios que me regresará mi don, que no permitiera quedarme ciega, que prometía honrrarlo y volverme la reina que el quería pero que me regresará mi visión.
La iglesia se torno cálida y las luces se hicieron más rojas, mi madre agachó la cabeza y pude sentir su presencial, cálida y pesada, radiante aunque no estaba enteramente aquí.

— Mi señor — la voz de mi abuela resonó en las paredes tal vez por el eco que producían los techos altos de la iglesia. — Basil te a llamado para que pongas las marcas en ella, pero ambos sabemos que eso no es lo que necesita

— Yo se lo que mi pequeña Basil quiere y también se lo que necesita— era la voz de mi padre pero marcada por un eco y un tono diferente, era mi dios que había accedido a entrar en su cuerpo para cumplir mi deseo.

— Mi señor ella es aún muy joven — continuo mi abuela

— No tenías tu Satis apenas 16 cuando tus padres me pidieron marcarte no 1 sino 4 veces, no tenías tu apenas 17 cuando uniste tu carne a otra carne para consumar tu placer— mi abuela respiro profundamente como si cualquier cosa que le dijera nuestro señor pudiera hacerle daño.

— Nuestra pequeña Basil tiene 23 y es pura a pesar de todos aquellos hombres que la hicieron matar en Valid, no era algo que ella debía de hacer y aún así tú y este cuerpo que se hace llamar rey la enviaron ahi. Así que Satis no me hagas castigarte por tu insolencia.

Sonreí encantada porque sabía que mi abuela solía creerse superior a todo el mundo, creía que podía controlarnos a todos sin importar que, incluso solía querer controlar al rey.
Los pasos se hicieron pesados y mi madre se aparto, Vi sus pies alejarse para que los del rey se acercarán a mi cuerpo.

La Reina Albina [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora