Llegaba un poco tarde a la cita, y entre los nervios y las prisas me había olvidado el monedero en mi casa. Ese día llovía, así que con el paraguas y la gente por la calle, todavía llegue más tarde. Cando gire la esquina, a lo lejos vi una silueta que parecía un chico esperando: de hombros anchos, sin paraguas, veía pliegues de lo que parecía un chubasquero de colores chillones y más alto de lo que creía.
Sabía que era algo alto por lo que me comentó en aquel entonces, pero en realidad solamente nos llevaríamos unos cuantos centímetros de diferencia. No me hacia la idea de haber quedado con un chico mas mayor que yo, al que le sacara unos centímetros de mas, aunque la verdad que en aquel entonces me importo poco.
Finalmente y tras pisar varios charcos, superar a la multitud y haber evitado las numerosas goteras que caían de los edificios llegue al lugar indicado. Cuando llegue, pude verle la cara: barba de tres días, pelo cenizo, piel café y ojos castaños. Se llamaba Gonzalo y era estudiante de arquitectura.
Me debí quedar demasiado callado así que el empezó a establecer contacto conmigo.
- Hola, ¿Alejandro?
- Efectivamente, encantado un placer.
En ese momento no supe si darle la mano o darle un beso en la mejilla. Creo que él tuvo el mismo dilema, por lo que los dos empezamos a deambular bajo la lluvia. Hasta ese momento no me di cuenta, que no llevaba paraguas, así que le ofrecí compartirlo.
- ¿No traes paraguas con la que está cayendo?
- La verdad es que salí con prisas, y se me olvido cogerlo.
Acepto estar debajo del paraguas hasta que llegáramos a un sitio cubierto. Como nunca había tenido una cita, pensé que llevarlo al bar que mas frecuentaba por aquel momento sería un buen lugar para empezar a conversar y perder los nervios.
Cuando llegamos al bar, vi una mesa vacía junto a la ventana. Era un sitio súper acogedor, siempre había una nostalgia sobrenatural debido a la poca o escasa luz que siempre ponían. De fondo sonaría cualquier tipo de música ya que igual que la luz, ésta siempre la ponían como un hilo sutil para dar un poco más de ambiente.
Nos sentamos los dos, y pedimos unos botellines de cerveza. Acerté en llevarle ahí, puesto que declaro gustarle sentarse junto a una ventana, en días de lluvia. Por fin vinieron las cervezas y nos dispusimos a conversar.
No recuerdo gran cosa de lo que hablamos. Los temas de conversación iban saliendo con una fluidez desmesurada, para los pocos minutos que llevábamos conociéndonos. Hablamos de estudios, familia, gustos personales, música y ya, cuando parecían acabarse los temas, en un intento banal de coger la botella sus dedos fallaron, y toda la cerveza acabo esparcida entre la mesa, yo, y mis pantalones.
Tampoco le di importancia hasta que vi la cara de Gonzalo; estaba rojo, arrepintiéndose por dentro de aquel error, suponiendo que ése, iba a ser la última cita que tendríamos. Rápidamente le tranquilice, hice un intento de secarme con servilletas ásperas, y volví a la conversación como si no hubiera pasado nada.
- ¿Estás bien? Lo siento. No sé que me ha pasado. Qué horror, de verdad lo siento mucho. Soy muy torpe, que mal.
- No te preocupes, no pasa nada, podría haber sido peor créeme - tenía que creerme, una vez me tiraron medio litro de cerveza, momentos antes de salir de fiesta-. Si me puedes pasar un par de servilletas más y ya estaría.
Conseguí pasar del tema, y reconducir la cita. Seguimos hablando, hasta que decidimos levantarnos y dar una pequeña vuelta por el barrio.
No recuerdo mucho mas de aquella noche, solo recuerdo saber que no iba a ser la última; ni la cerveza, ni la lluvia, iban a impedir volver a quedar otro día así que, como bien teníamos los números de teléfono y vivíamos en la misma ciudad, nos despedimos en el mismo lugar en el que nos encontramos.
Ya no llovía, así que ya no había excusas para acabar de charlar, pero era tarde y cuanto antes nos despidiéramos, antes íbamos a retomar el contacto por las redes sociales.
- Bueno, ¿dónde has aparcado?
- Ah no te preocupes Alex...¿puedo llamarte Alex o prefieres...?
- No te preocupes, llámame como más te guste.
- De acuerdo, Alex. Lo dicho, no te preocupes mi coche no está lejos. ¿Vamos hablando?
- Vamos hablando, y así quedamos otro día, si te parece.
- Me parece bien. ¡Buenas noches!
- ¡Buenas noches!
Antes de llegar a casa, ya sabía que no me iba a costar mucho hablarle de nuevo. Esa noche, fue la más productiva de mi vida, nunca había estado hasta altas horas de la madrugada hablando con un chico. Finalmente los ojos me picaban y vi en la luz de mi despertador que eran más de las tres, asi que se me paso por la cabeza la idea de cortar la conversacion e irme a dormir.
Tarde algunos minutos más en afianzar esa idea en mi cabeza, ya que decir adiós entonces, no significaba que al día siguiente fuéramos a seguir hablando. Me decidí, nos despedimos y aunque me costó un buen rato dormirme, al final conseguí conciliar el sueño.
Al día siguiente me desperté, desayune y decidí ir a clase pronto para empezar con buen pie el día. Nada me hizo más ilusión que salir del ascensor y recibir un mensaje:
- ¡Buenos días Alex!
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El que tiene vergüenza ni come ni almuerza
RomanceHistoria de un romance entre países, Alejandro informático en plena provincia de Aragón y Gonzalo, arquitecto en pleno centro de la arquitectura moderna.