16. incriminado.

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Cuando su compañero alzó el cuchillo a la vista de todos, quedó paralizado. De pronto, y como si hubiese pasado un ángel, la casa entró en un sepulcral silencio, todos con la vista puesta sobre el nombrado.

Doyoung lo miró con espanto, a la espera de una respuesta que sin duda sería horrorosa. Todos adoptaron un semblante semejante, y Haechan sintió la presión sobre sí mismo ante sus miradas clavadas sobre él.

—¿D-de dónde sacaste eso? —titubeó.

—No, ¿de dónde mierda sacaste esto? —espetó. Sus pupilas, trémulas a igual que su diestra que sostenía el cuchillo, permanecieron sobre el menor.

—Eso no es... mío... —bajó la voz paulatinamente al recordar lo sucedido.

Su chaleco. Lo dejó tirado en el baño la noche en la que asesinó a aquel hombre que quiso abusar de él. Y esa noche fue la misma, en la que fue testigo de la muerte de esa mujer.

—Es tu chaleco, y estaba tirado en el baño de tu habitación —le dijo Doyoung con un tono sorpresivamente sereno—. ¿De dónde salió esto?

—Yo... —Sus dedos se retorcieron de los nervios, sus ojos, inquietos, buscaron desesperados una forma de escapar, mas le fue imposible, estaba acorralado entremedio de la espada y la pared.

Oyó un jadeo salir de los labios de Doyoung, haciéndolo pegar un respingo.

—No me digas que tú... —Su mirada asustada se lo dijo todo.

—Yo no... Doyoung no es lo que estás...

—¿Mataste a esa fan? —El mánager apareció de detrás de los otros. Su mirada era furiosa, a diferencia de Doyoung que lo miraba con tristeza y miedo, o como los otros, con simple sorpresa. Ni siquiera esperó por una respuesta, y afirmó—. La mataste.

—No lo hice, no lo hice... Eso es... —El cuerpo entero le tembló de la impotencia al no saber cómo justificarse. Sea de la forma que sea, sería el culpable de un asesinato—. Joder, eso no...

—¿Por qué lo hiciste? —le preguntó Taeyong, sumándose a la conversación. Sus ojos, oscuros e intimidantes como si se tratase de una bestia mirando a su presa—. ¿Fue parte de uno de tus episodios maniacos? —dijo con un muy evidente tono de sorna.

—¡Taeyong! —le reprendió Doyoung con severidad.

—Deja de defenderlo, Doyoung. Eres el único aquí que lo sigue haciendo. Todos estamos hartos de ti —confesó, dirigiéndose a Haechan—. De tener que aguantar tus estupideces por tu "condición". No se te puede decir o hacer nada porque cualquier cosa puede hacerte daño. No has dejado de cometer errores, sobre todo desde que Mark se fue y me tienes harto, a mí y a todos los demás con tus descontroles. Primero te esmeras en buscar a un muerto, segundo, lo anuncias delante de miles de personas, después delatas el secreto de uno de tus amigos, y para colmo, asesinas a una persona. ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo? ¡Has caído en la locura! ¿Y quienes están pagando por ello? ¡Nosotros! ¡Nuestra carrera se está yendo al carajo por tu culpa!

—Nunca fue mi intención... —tartamudeó. Ni siquiera era capaz de hablar o sostener la mirada por mucho tiempo. Se limitó a agachar la cabeza, avergonzado de algo que ni siquiera era su culpa.

—Debiste haberte quedado en ese centro de rehabilitación... ojalá vuelvas y no salgas jamás.

No fue agredido físicamente, no fue golpeado ni mucho menos apuñalado, pero sus palabras se sintieron como tales, como un dolor punzante y latente en su pecho que lo inundó en lágrimas del dolor.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó su mánager, con la misma mirada endurecida. Por la forma en la que sus puños estaban cerrados se notaba que se estaba conteniendo por pegarle una paliza, tal como Taeyong.

desvanecidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora