📖SETENTA Y CINCO📖

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Gran parte de la primer mitad del día escolar, me la pasé analizando el carácter del profesor para ver en qué materias (aquellas en las que ni el mismo estaba interesado) podía comenzar a leer el diario, llegando a la conclusión de que el momento ideal era orientación y física. Y finalmente, cuando llegó el descanso:

-¡es hora! - grito emocionada Carla apenas el profesor salió de la clase.

-sabía que estar en un mismo grupo era un problema - me burle al ser agredido por su grito en mi oído.  - ¿al menos me dejas comer?

-muy tarde, hay que ir por Kikyō - se negó ella y me jalo del brazo hasta levantarme. Pasando a lado de Niggel agregó - mi querido cuarteto perdido, ¿vienes?

-¿a dónde precisamente? - sabía pregunta de mi amigo, con Carla nunca se sabía.

-a las entrañas del conocimiento - confesó con un aire filosófico.

-¿exactamente a qué? - insistió Niggel.

-a deshebrar la historia, claro... - hoy si que venía con todo pese a que en la mañana no parecía haber querido salir de la cama.

-vaya, tenemos una poetisa el día de hoy - me burle intentando liberarme de su agarre.

-calla, Kai, estoy reclutando compañeros - se quejo aferrándose más a mi brazo.

-aja, pero no es necesario que me arranques una extremidad.

-¿a quien le quieren arrancar una extremidad? - pregunto Kikyō apareciendo de la nada.

-¡ah, Kyo, ayuda! - suplique.

En respuesta recibi una débil sonrisa, de esas escazas para la chica Arlert, pero no hubo más apoyo.

-genial, ya estamos todos, ¡andando! - insistió Carla emprendiendo la marcha, conmigo aun resistiendose a su jaloneo.

Al final, Niggel nos siguió a paso tranquilo junto a Kikyō, ambos completamente divertidos por mi escena con Carla. Una clasica demostración de “2/3 de problema”, o como también nos llamaban “Ackerman al cuadrado”; prefería el segundo, pues al menos podía resumirlo en “A²”.

La biblioteca estaba en el primer piso del edificio adjunto, es decir cerca de la cafetería. Apenas llegamos a ella y la bibliotecaria ya nos miraba con recelo.

-el trio problema y el cuarteto perdido - comentó la mujer de mala gana.

La señora Zuzunaga, la carismática bibliotecaria de facciones delicadas, pero parecidas a las de una ratón, con sus 30 años de edad, era por mucho, la mujer que más rencor con tenía en toda la escuela. Le habíamos dado muchas razones en los años previos para tanto odio hacia nosotros, desde bromas menores e intentos por entrar a la sección de clases adelantadas, hasta alterar su armoniza paz con travesuras que la sacaban de quicio.

-buen día, señorita Zuzunaga - me apresure a saludar antes de que a Carla se le ocurriera un gran comentario sarcástico. - ¿qué tal sus vacaciones?

-mucho mejor que el trabajo debido a su perfecta ausencia - respondió la bibliotecaria con un falso tono amable. - pero, díganme, ¿qué mofas me traen hoy?

-¿por qué tiene que suponer que es tan importante como para que cada visita a la biblioteca sea para gastarle una broma? - se me adelantó Carla.

-cuidado, Ackerman, aún tengo tu registro de faltas al reglamento de la biblioteca, una más y quedas expulsada de la misma - amenazó Zuzunaga.

Le di un codazo a Carla y la mire mal. Si había oportunidad de que la bibliotecaria no tuviera un poco de piedad este año, todo se había arruinado por el comentario de la copia perfecta y rebelde de Eren.

-bueno, bueno - comencé a decir tratando de decir algo que cambiará el aire tenso del lugar - venimos a la sección restringida, ¿podemos pasar?

Zuzunaga nos analizó de pies a cabeza, no había duda de que sabía que este año no podía ponernos pero's y ya que Carla nos había arrastrado a todos apresuradamente, no hubo tiempo de traer algo que nos evitará el paso.

-bien, pero no hagan demasiado ruido y mantengan sus impulsos titanicos al mínimo - concluyó la bibliotecaria de mala gana.

Suspiré aliviado. Todos nos encaminamos a la sección que buscábamos, aunque Kikyō se detuvo a charlar unos instantes con Zuzunaga - ya que hiba seguido a la biblioteca, de los 4 era quien mejor le caía a la mujer -; luego finalmente nos alcanzó cuando nos debatiamos si habíamos recorrido mal el lugar.

-el siguiente pasillo a la derecha y luego hasta el fondo - nos aclaró Kikyō.

Todos decidimos en silencio que lo mejor era seguirla, así que se posicionó al frente nuestro y nos guió hasta la puerta que habíamos proclamado por la entrada al mundo secreto de Paradis. Con emoción, justo al llegar, Kikyō puso su mano en el picaporte del lugar, una habitación adjunta - que si mi memoria no me fallaba, no era más grande que mi propio cuarto, pero que si estaba lleno de estantes con libros una mesa, un par de sillas y varios recipientes con pergaminos -; con tuvimos el aliento mientras sentíamos que se aproximaba una gran revelación... La puerta se abrió de par en par...

-¡verdad allá va...! - comenzó a celebrar Carla adelantándose, pero al instante se enmudeció.

No hacía falta que me acercara para que me diera cuenta del vacío abismal en la habitación. Kikyō había quedado petrificada en su sitio con una expresión de terror y furia increíble. Niggel no entendía que hacía la habitación vacía y ciertamente, yo tampoco.

La menor de nosotros, sin decir nada, solo dio media vuelta y se fue por donde llegamos; fue entonces en que el silencio se rompió.

-¿pero que ha pasado? - quizo saber Carla con indignación - ¿qué clase de truco sucio es este?

-no lo sé... - dije intentando hacer memoria para buscar una explicación.

-... Nada de nada, ni los libros, ni los pergaminos, ni aquel atlas del mundo - escuche la voz de Kikyō acercándose.

Delante de ella, se aproximaba también la señora Zuzunaga, con una expresión peor que de pocos amigos; nos hizo a un lado descaradamente y evaluó el lugar cambiando su semblante por uno de consternación. Cerro la puerta y se dirigió a la del lado izquierdo, la abrió y la inspeccionó con terror; repitió el proceso en la de la derecha y finalmente regresó a la que nos interesaba, aunque está vez la abrió y cerró tantas veces que comenzaba a creer que ella estaba segura de que al hacerlo todo regresaría a como estaba.

-bien, todo el mundo fuera - nos ordenó luego de pasar 5 minutos en negación ante la desaparición del acervo. - tengo que hablar con el director urgentemente, así que andando a fuera...

Le temblaba un poco la voz. Seguro pensaba que su trabajo peligraba si perdía una de las colecciones más importantes de todos los libros del lugar.

-¿y ahora que demonios haremos? - se quejo Carla mientras éramos, casi, hechados a patadas del lugar.

Observamos como la señora Zuzunaga desaparecía entre los pasillos a paso apresurado.

-¿habrá sido un robo? Escuche a mi abuelo decir que había habido muchos robos últimamente en ciudades muy importantes - comentó Niggel tratando de dar solución al misterio.

-eso no es posible, los robos son para desaparecer cosas valiosas, ¿qué tienen de valioso unos cuantos libros polvorientos y viejos? - intervino Carla.

-lo tienen todo, más últimamente y sobre todo una colección como la de la escuela - explicó Kikyō - pero aún así un robo es imposible, esta es una de las escuelas más famosas del país y además, nadie sabe que nuestra biblioteca cuenta con títulos que la propia Reina decidió guardar aquí...

La Reina... ¿Acaso?

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora