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Thaile.

La noche avanza con una reunión organizada por Alice en uno de los salones de la mansión. El lugar está lleno de invitados, algunos conocidos de los Turner a quienes Marc me presenta. La recepción es un poco fría, y puedo entender por qué cuando Charlotte saluda con un entusiasmo exagerado a cada uno de ellos.

—Pues es muy atractiva, pero se nota la poca clase.

Una mujer regordeta con un ridículo abrigo de peluche murmura este comentario con un tono despectivo. El comentario hace que el secretario y yo nos detengamos en seco.

—Permítame comentarle que a quien se refiere es mi hija, señora Gates —interviene Blanca con una calma tensa.

Reudo los ojos como si esos comentarios clasistas realmente me afectaran.

—Oh, disculpa, Blanca —la señora Gates lleva su mano al pecho con un gesto de falsa preocupación—. Qué descortés de mi parte.

—Descuida, Carla, ya debe estar acostumbrada —añade Charlotte con una sonrisa estúpida que me hace querer vomitar.

—Pero no te preocupes, seguro que Marc te pulirá como lo hizo Elías con tu madre —continúa la señora Gates con aires de grandeza.

—Señoras, les pido que no dañemos el ambiente con comentarios fuera de lugar —interviene el secretario, claramente irritado, con una voz que mezcla autoridad y cansancio.

—Me disculparía, pero solo hemos dicho la verdad —sigue atacando Charlotte con una sonrisa falsa y arrogante—. De no ser por Elías, quién sabe dónde estarías, Blanche. Y en cuanto a tu hija... —hace una pausa incómoda, dejando que sus palabras se desplieguen como un veneno—. Sería mucho esperar que no haya heredado tus vicios.

¡Hija de perra!

La agresión en su tono y la crueldad de sus palabras son como una bofetada directa. Siento una oleada de indignación y mi cuerpo responde de inmediato. Doy un violento paso adelante, mi corazón late con fuerza y mi puño se cierra, pero la mano firme de Marc me detiene con suavidad.

—Charlotte, te agradecería que nos dediquemos a la niña, que sin duda hoy es un día especial para ella, en lugar de afilar la lengua con veneno que solo te intoxica a ti misma —dice Marc, su voz firme y llena de desdén.

Blanca y yo contenemos una risa mientras las otras mujeres quedan con la boca abierta, sorprendidas por la respuesta de Marc.

—Tienes razón, chérie —le digo con una sonrisa y un beso posesivo —. Vamos a celebrar con los niños.

Me engancho de su brazo y lo sigo al otro lado del salón, donde Rosie está siendo asediada con felicitaciones. Nicolás se muestra inquieto, y no me sorprende; no quería que se involucrara con toda esta gente desagradable.

Los cuchicheos continúan mientras Alice nos avisa que podemos pasar al comedor para cenar. Al llegar, busco un lugar a un lado de Marc, que está en la cabecera de la mesa, pero antes de que pueda ocupar mi lugar, Charlotte se adelanta y se sienta en mi lugar.

—¿Podrías...? —empiezo a decir, tratando de mantener la calma en lugar de estrellarle su estúpida cara en la mesa frente a todos

—Oh, querida, ¿no ves que esto es solo una formalidad? —Charlotte responde con una sonrisa arrogante—. Estoy segura de que no te importará.

Siento la rabia burbujeando dentro de mí, pero respiro hondo.

—¡Busca otro maldito lugar!

—Lo siento, pero este puesto ya no te pertenece —le murmura Marc, con una firmeza tranquila que deja poco margen para réplica.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora