–¿Hay alguna posibilidad de que pueda matar a mi alma? –había preguntado alguna vez llorando a Liam. –No quiero seguir existiendo de esta manera.
–La hay, pero no la sé Eli. –había dicho Liam mientras permanecía serio a mi lado. –Y si la supiera tampoco te la diría.
–Habías dicho que había dos opciones por las cuales sigo aquí. ¿Cuál es la segunda opción?
–No creo que sea eso Eli, no es posible. Escribe otra carta en lo que regreso de trabajar.
–No pienso hacerla, no funcionan. Y si tú no me dices cual es la segunda opción yo misma la buscare, y si no es encontrare la forma de matar a mi maldita alma.
–¿Crees que matarte solucionara todo? –pregunto aún más serio.
–Si lo creo.
–No sabes lo que dices Elisabeth.
–NO, TU MALDITASEA NO SABES LO QUE HACES, DIJISTE QUE ESCRIBA CARTAS Y ASI ME IRIA, PERO NO A SIDO ASI.
–¿ME CULPAS AHORA?
–SI, si lo hago. –estaba ya muy enojada. –Ahora ábreme la puerta que me largo de aquí, estar aquí escribiendo cartas estúpidas no me está ayudando en nada.
–Como quieras–camino hasta la puerta enojado y la abrió.
–Gracias por nada–masculle antes de salir.
Aunque tan pronto como cruce la puerta el arrepentimiento llego a mí, a pesar que ninguna de las cartas funciono Liam había sido el único que me ha estado ayudando. Ahora que me fui estaba otra vez sola, ¿Qué haría?
–¿Qué debo hacer? ¿Que? ¿Que? –me arrodille ahí en medio de la calle cubriendo mi boca para callar mis sollozos, como si alguien lograse escucharme.
–Volvamos a mi departamento–la voz de Liam llamo mi atención. El castaño estaba parado frente a mi evitando que más gente pase y me atraviese como el mismo aire. –Lo siento Eli –susurro suavemente dentro de unos minutos.
Y yo solo pude llorar aún más cubriendo mi cara con mis manos, los sollozos eran tan fuertes que no podía callarlos. Creí que Lían ya se había ido cuando al fin mi llanto se detuvo un poco, pero no fue así, el seguía aquí cuando retiré mis manos de mis ojos y pude ver sus pantuflas rojas. Una sonrisa se formó en mis labios, aunque aún tenía las mejillas húmedas.
–Tus pantuflas son muy graciosas–susurre alzando la cabeza para mirarlo.
–¿Pantuflas? –me miro confundido antes de mirar sus pies y ver que en efecto tenia pantuflas y no zapatos. – Mierda –maldijo en voz baja.
–Debe gustarte mucho el color rojo–sonreí y lo encaré.
–No lo suficiente como para usarlas en la calle–toma mi mano y empezamos a caminar en dirección hacia su departamento.
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El rostro es solo un símbolo. ^En Proceso ^
Teen FictionEl rostro es solo el símbolo de una persona, su verdadera belleza esta en el alma.