capitulo 24

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- ¿Quién es ella? -preguntó en un tono tan natural como si le estuviera preguntando si había recogido la ropa de la tintorería.
- ¿Quién es quién?
-La otra. La mujer con la que siempre me comparas en tu mente.
Galán se sonrojó y ocultó las manos en los bolsillos.
-Yo no te he sido infiel -murmuró-. Estás intentando cambiar de tema...
-Aun cuando no me hayas sido infiel físicamente, lo cual no sé si creerlo o no, hay alguien que te atrae, ¿no es así?
Galán enrojeció aún más.
T. J. se acercó al armario y sacó una taza y una bolsita de té. Puso la bolsita dentro de la taza y vertió agua hirviendo encima. Al cabo de un minuto dijo:
-Creo que tienes que irte a un motel.
-T.J....
Ella levantó una mano sin mirarlo.
-No pienso tomar ninguna decisión precipitada sobre divorciarnos ni separarnos. Quiero decir que debes irte a un motel a pasar esta noche, para que yo pueda pensar sin tenerte por aquí intentando dar vuelta a las cosas y echarme a mí la culpa de todo.
- ¿Pero qué hay de esa maldita lista...?
T. J. agitó una mano.
-La lista no tiene importancia.
- ¡Y una mierda! Todos los compañeros del trabajo se burlan de mí diciendo que a ti te gustan las pollas gigantes...
-Y lo único que se te ocurre contestar es: sí, me han hecho polvo -dijo T. J. en tono impaciente-. Así que la lista se ha vuelto un tanto obscena. ¿Y qué? A mí me parece bastante graciosa, y es evidente que mucha gente opina lo mismo. Mañana vamos a salir en Buenos días América. La revista People quiere hacernos una entrevista. Hemos decidido hablar con todo el que nos lo pida, así todo este asunto terminará cuanto antes. Dentro de unos días surgirá otra historia, pero hasta ese momento vamos a divertirnos mucho.
Galán la miró fijamente, sacudiendo la cabeza en un gesto negativo.
-No eres la mujer con quien me casé -dijo en grave tono acusatorio.
-Pues perfecto, porque tú tampoco eres el hombre con quien me casé yo.
Galán dio media vuelta y salió de la cocina. T. J. bajó la vista a la taza de té que tenía en la mano, luchando por contener las lágrimas. Bueno, ahora las cosas estaban claras. Hacía mucho tiempo que debería haber visto lo que estaba ocurriendo. A fin de cuentas, ¿quién sabía mejor que ella cómo actuaba Galán cuando estaba enamorado?

~

Cuando Clara llegó a casa Brick no estaba dormido en el sofá como de costumbre, aunque había visto su vieja camioneta en el camino de entrada. Fue hasta el dormitorio y lo encontró metiendo ropa en un bolso de lona.
- ¿Vas a alguna parte? -le preguntó.
-Pues sí -respondió él en tono hosco.
Clara observó cómo hacía el equipaje. No tenía mal aspecto con su estilo de bebedor de cerveza, cabello demasiado largo, sin afeitar, rasgos ligeramente marcados y su atuendo habitual consistente en vaqueros ceñidos, camiseta ceñida y botas desgastadas. Diez años más joven que ella, siempre con problemas para conservar un empleo estable, ajeno a todo lo que no fueran deportes... Desde luego, no era precisamente el partidazo del siglo. Gracias a Dios, no estaba enamorada de él. Llevaba años sin enamorarse de nadie. Lo único que quería era compañía y sexo. Brick le proporcionaba sexo, pero no le hacía mucha compañía que digamos.
Brick cerró la cremallera del bolso, lo agarró por las asas y pasó de largo frente a Clara.
- ¿Vas a volver? -le preguntó ella-. ¿O he de enviarte el resto de tus cosas al sitio a dónde vas?
Él la miró con cara de pocos amigos.
- ¿Por qué preguntas? A lo mejor deberías buscarte a otro más dotado que me sustituya a mí, ¿no crees? Alguien que tenga una polla de veinticinco centímetros, tal como te gustan.
Clara puso los ojos en blanco.
-Oh, por favor -musitó-. Dios me libre del orgullo masculino herido.
-No lo entenderías -repuso él, y para su sorpresa Clara detectó una pizca de dolor en su voz áspera.
Clara se quedó estupefacta viendo cómo Brick salía furioso de la casa y se subía a su camioneta cerrando de un portazo. Levantó la grava al salir del camino de entrada.
Estaba atónita. ¿Brick, herido? ¿Quién lo hubiera pensado?
Bueno, podía regresar o no. Clara se encogió mentalmente de hombros y abrió la caja que contenía el contestador nuevo. Lo conectó hábilmente y, mientras grababa un mensaje de bienvenida, se preguntó cuántas llamadas se habría perdido debido a que Brick había arrojado el aparato contra la pared. Aunque se hubiera tomado la molestia de contestar al teléfono, no habría anotado ningún recado para ella, estando de semejante humor.
Si hubiera algo importante, ya volverían a llamar.
Apenas había terminado de pensar eso cuando sonó el teléfono. Levantó el auricular.
-Diga.
- ¿Cuál de las cuatro eres tú? -susurró una voz fantasmal.

El hombre perfecto (fiolee)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora