Siento las vibraciones de la puerta temblar, el suelo tiembla al unisón junto a ella. La puerta cada vez se acerca más y más a donde estamos situados. El pequeño cuerpo de mi hermano tiembla inquietamente aferrado a mí, pensando en el posible monstruo tras la puerta de madera. Mi hermano tiene la mente llena de pensamientos negativos, debido a los maltratos psicológicos de esta condenada familia. Lo único que pasa por mi cabeza es que el hombre que se hace llamar "padre", quiere reclamar cada error de esta imperfecta familia. Escucho gritar a mi madre múltiples insultos a mi padre para que deje de batir la puerta bruscamente. De pronto oigo un plato quebrantarse y escucho a mi padre gritar "¿¡Qué haces!? ¡¿Estas loca?!". Cada grito, insulto se escuchan más fuertes, con más potencia, las vibraciones de la puerta y suelo se sienten como terremotos de máxima potencia, y lo que más me tiene tensa y asustada son los temblores de mi hermano, que cada vez se sienten más fuertes. De pronto, mi hermano levanta su cabeza de mis pechos y me mira a los ojos; a lo que veo no le doy crédito... Mi hermano me mira con una cara pálida, sus labios están morados y sus ojos son unos huecos negros que me enseñan un vacío aterrador. Gracias a esa imagen mi corazón parece detenerse y congelarse.

Abro los ojos de sopetón. Me incorporo con debilidad en mi cuerpo y con una respiración tan acelerada como los latidos de mi corazón. Mi cuerpo tiembla en busca de tranquilidad y fuerzas para dejar de temblar de esta forma tan incómoda. También puedo sentir cada latido de mi corazón, son tan acelerados como los de una gacela huyendo de su depredador, laten una forma muy abrupta. Ahora mismo estoy tan conmocionada que ninguna palabra o sonido sale de mi garganta. Lágrimas corrían por mis mejillas inconscientemente mientras seguía paralizada con mi vista centrada en un solo lugar; el árbol que se asomaba por mi ventana. Se mueve lentamente, haciendo que sus hojas produzcan un sonido tranquilizador.

Después de tranquilizarme un poco, bajo a beber agua para recuperar un poco la voz, la cual tenía totalmente seca. Bajé las escaleras de casa de forma lenta y con cuidado, aún me seguía sintiendo consternada por aquella pesadilla y lo que me hizo sentir hace menos de una hora. Voy hacia la cocina; es difícil llegar allá. Es una casa demasiado antigua, con un suelo de madera que a la mínima cruje. Por lo tanto, tengo que bajar muy sigilosamente, bajaba escalón por escalón, sosteniéndome de la gran barandilla que había situada al lado. Aunque la casa fuese vieja no tenía ni una pizca de barata. A mis padres les van las cosas antiguas y por eso compraron esta casa a punto de caerse abajo; creo que pudo haber sido mejor si le hacían remodelaciones, así no estaría bajando las escaleras a paso tortuga y hubiera valido la pena gastar esa cantidad de dinero que se gastaron en esta casa.

Después de bajar las escaleras, fui recorriendo los distintos pasillos de la casa hasta llegar a la cocina, en la que se encontraban un montón de trastos sucios que me tendría que encargar de limpiarlos yo debido a que mañana mis padres se irán de trabajo durante una semana y no les dará tiempo más que desayunar y largarse en el SEAT 124 blanco de mi padre, una reliquia. Me da algo de vergüenza que me lleve a la facultad de medicina en ese coche, creo que es lo que hay teniendo unos padres fanáticos de las cosas más antiguas que ellos mismo.

Yo y mis amigos somos un grupo grande. Algún que otro fin de semanas solemos ir a fiestas del pueblo. Aunque no seamos mayores de edad, nos hemos colado gracias al padre de mi mejor amigo: Javi Bennet. Él es una persona que si describo gráficamente te podrías enamorar de él, pero no lo voy a hacer porque él me pertenece. La familia Bennet parece que tienen lo de ser hermosos en la sangre, por así decirlo.

Somos amigos desde que teníamos cinco años, debido a que nuestros padres se conocían por sus puestos de trabajo y al ser compañeros, mi padre me solía llevar a casa de los Bennet, mientras ellos trabajaban yo estaba en la desorganizada habitación de Javi Bennet, la cual siempre estaba desordenada, pero tenía un exquisito aroma a lavanda, ese delicioso aroma hacía que no quisiese salir de ese rico entorno. Su habitación aparte de estar desordenada era la fantasía de cualquier niño: todo estaba lleno de juguetes, contaba con una televisión gigante y una alfombra con carreteras, inspiradas en una pequeña ciudad para hacer infinidad de carreras con los distintos coches de su colección. Pero con el tiempo empezamos a crecer e íbamos a distintos colegios y distintos institutos, fue triste separarnos. Hasta que llegamos a la facultad donde nos reencontramos. Todo esto ya estaba planeado. Desde pequeños, sobre los siete años, cuando jugábamos a hacernos los enfermos y curarnos con los kits de medicina de juguete que comprábamos con las pagas semanales. La verdad, cuando lo vi después de tanto tiempo: me sorprendió lo mucho que cambio. "Ese chico no era Javi, era un conquistador de corazones. Menudo Dios". Tan solo pensar que habían pasado años y estaba a punto de terminar nuestra adolescencia, cambió su forma de vestir (la cual ahora le hace más atractivo) y su olor (que huele a las típicas colonias de ricos que no cualquiera se puede permitir).

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⏰ Last updated: Jun 07, 2022 ⏰

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