one short

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Si te gustó hay mas en mi perfíl y las estrellas se aprecian
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Quand il me prend dans ses bras

Il me parle tout bas

Je vois la vie en rose

Il me dit des mots d'amour

Des mots de tous les jours

Et ça me fait quelque eligió

Il est entré dans mon coeur

Une parte de bonheur

No je connais la causa

C'est lui pour moi, moi pour lui dans la vie

Il me l'a dit, l'a juré pour la vie

Sanji se encontró en el suelo del dormitorio entonando una melodía para acunar a su bebé, una canción en francés, esa que Zeff siempre le cantaba cuando era niño. No sabe por qué, pero su pronunciación tan delicada hacía que su hijo quedara dormido en un instante.

Estaba tan concentrado en su tarea de tranquilizarlo, que en ningún momento se percató del ruido de las llaves y que su esposo, Zoro, ya se encontró en el hogar. 

En su propio mundo, el rubio seguía observando lo único que parecía existir en la habitación, con ambos brazos sujetándolo acompañando el ritmo de la dulce canción.

Zoro tiró su mochila y abrigo sobre el sillón de la sala de estar, acto seguido fue directo a las escaleras queriendo reencontrarse con lo que tanto añoró durante el día. Sabía que el bebé podría estar durmiendo, por lo que luego de varios reproches de Sanji, tenía prohibido gritar su nombre al llegar. Así es que en silencio, aunque en un paso agitado, fue acercándose a su habitación, sabía que Sanji se encontraba allí.

Y claro que no se equivocaba, la voz del rubio se filtraba por la puerta, pero al momento que Zoro se percató de que el barítono del rubio estaba haciendo de su magia, es que se quedó paralizado sosteniendo el picaporte.

Sanji cantaba, no era algo novedoso, el momento de la cocina siempre era un espectáculo digno de presenciar en primera fila, el rubio extravagante deslizándose por el mármol del suelo, portando una ancha sonrisa, tomando cualquier elemento que simulase un micrófono, daba rienda a su función. Cantaba también en la ducha, en sus caminatas matutinas tarareaba alguna que otra melodía, pero como no olvidar, para el disgusto del peliverde, cuando salían de fiesta y obligaba a Zoro a formar un dueto. Su voz no le favorecía para nada, siempre terminaba rojo muerto de vergüenza.

No era entonces algo que debía sorprenderle, pero esta situación era diferente, se sintió tan íntima, tan sentimental, tan única... Era su esposo cantándole su preciada canción a su hijo, en un tono que hacía que el corazón de Zoro se volviera de todas las formas posibles.

Era la canción con la que escuchó a Sanji cantar por primera vez, recordaba cada sensación como si hubiera sido ayer, dos jóvenes tímidos de 19 años conociendo ese extraño pero hermoso sentimiento llamado enamorarse. Había sido elección del rubio mostrarle aquel tesoro escondido, sus manos sudaban mientras entonaba su voz frente a Zoro, y Zoro… bueno, Sanji al finalizar tuvo que sacudirlo porque no sabía si seguía con vida. Hoy con 40 todo siguió igual, enamorado del hombre como si estuviera rendido ante él las 24 horas del día los 7 días de la semana.

Zoro continuaba con las emociones brotando de sus poros, no podía abrir la puerta, no. Las lágrimas ya estaban golpeando para salir ensimismadas, entrar y ver aquel escenario era ojos hinchados asegurados.

No sería igual la primera vez que Sanji lo vea llorar (a lo mejor la tercera) pero es que es algo a lo que no está acostumbrado, mostrar sus emociones a flor de piel como un cocinero ruidoso no era lo suyo. Así es que apretando sus párpados bloqueando cualquier signo de conmoción, apoyó su frente contra la puerta deleitándose con la voz de Sanji, podría morir en aquel momento, sin ninguna duda.

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