Capítulo 5

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En colaboración con Gustavo Torres


Los aurores regresaron al cuartel general; algunos llevaban a los detenidos. Ninguno dijo nada; era un intercambio de miradas tristes y sorpresa. Alguien llevó a la pequeña Green al hospital, a pesar de que las heridas físicas no eran graves, tuvo que ser sedada; una sanadora la obligó a beberse una poción para dormir sin soñar. Alexander tuvo que ser revisado, seguía con algunos efectos secundarios provenientes del fuego maldito; al salir vio a los padres de su novia en la recepción.

—Alexander, nos informaron que encontraron algo. ¿Dónde están mis hijas?

—Dayra está bien. En una habitación en la tercera planta, pero Andy...

—¿Qué hay con ella?

—Lo siento mucho, señor.

—¿Qué ocurrió?

—La mansión en donde las encontramos se estaba incendiando. —Tragó un poco de saliva antes de continuar—. Yo... la perdí de vista por unos instantes. Y... sé que pudo escapar a tiempo. La buscaré día y noche, si es necesario.

—Lo sé. —Robert se mantuvo entero ante la desaparición de su hija mayor—. Gracias por traer de vuelta a Dayra.

Había gente yendo y viniendo del ministerio; Mariana esperó a que llegara Alexander. Necesitaba respuestas y al verlo, supo interpretar su gesto. No hubo más noticias de Andrea, la policía muggle llegó para asegurar la escena.

—¿Te encuentras bien? ¿Qué pasó? No he visto a nadie, ni siquiera a Weasley.

—El cabrón de Connor la tenía, creó fuego maldito. Y...

—¿Y qué?

—La casa explotó.

—Pero ella, ¿dónde está?

—Mason, lo lamento. —A esas alturas, todo el departamento estaba enterado de lo ocurrido.

—No, ella está viva.

—Nadie sobrevive a una explosión así.

—¡No! —Lo golpeó, luego lo tomó por las solapas de la túnica y lo estampó contra la pared—. ¡No vuelvas a decir que está muerta!

—Alexander. —Mariana quiso detenerlo; sus ojos estaban llenos de agua por la noticia.

—Con esa actitud no ayudas en nada, Mason. —Kissy se notaba molesta, y ver a su compañero no le hacía sentir mejor.

—Sean razonables, nadie puede sobrevivir al fuego maldito.

—Turner, cállate.

—Ya, suéltalo.

—No me puede abandonar.

Mariana no quiso llorar enfrente de todos, no tenía intención de mostrarse vulnerable, así que, se marchó a su oficina y se encerró, ahí dio rienda suelta al llanto y al dolor que sentía por la pérdida de su amiga. Cuando estuvo más calmada, y sin analizarlo demasiado, tomó un pedazo de pergamino y escribió:

Andrea murió ... ojalá no estuvieras lejos y pudieras estar conmigo.

Mariana S.

Se acercó a su Tarrant y antes de decirle algo, lo acarició, eso le generó cierta paz. Después le entregó la nota.

—Llevaselo a Mark.

Se rastrearon los lugares cercanos sin encontrar nada. Los detenidos fueron interrogados, pero ninguno dio información relevante. Hasta que un informe proveniente de la oficina de la policía llegó al cuartel general. No eran buenas noticias y con ello, la esperanza se esfumó.

El vuelo del fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora