26. Esa Noche

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Bianca

Mantuve mi mirada baja sobre el camino de grava que recorría con pasos cada vez más largos, mis zapatillas de tela hacían poco por mantenerse secas de la nieve, justo a mi lado pasaba la carretera principal por lo que cada tanto veía el brillo incandescente de los autos pasar y luego desaparecer, además de los círculos de luz que daban las farolas cada cien metros. El viento cortaba frío a través de mi delgada chaqueta avecinando una ligera aguanieve para las horas de la noche, para cuando llegue al amplio parqueo frente a lo que parecía una simple fábrica industrial renovada estaba empadada pero igual de furiosa como había estado cuando había abierto el paquete que Morgan había dejado en mi habitación el domingo.

Incluso con toda su personalidad infernal, su malhumor, sus defectos de mierda y sus insultos seguía comprendiendo su mente. Seguía entiendo porque hacía las cosas, por más desconcertantes que fueran.

Los hechos eran que él había dejado un paquete con al menos diez mil dólares en mi habitación con una escueta nota encima.

"Ya he resuelto todo. No debes preocuparte por nada nunca más. Vive tu vida"

Si el dinero no me había alarmado lo suficiente esas tres frases lo harían, porque entonces él se estaba preparando para hacer algo extremadamente estúpido, algo que involucraba nuestros problemas actuales y sólo había un lugar donde podría resolver esos problemas.

La fábrica El Bunker.

Que poco tenía de una simple fábrica de artesanías en madera y más con un puesto de ventas de sustancias ilícitas. Un lugar que se hacía más peligroso conforme más oscuro que se ponía el día.

Y Morgan lo sabía.

Y aún así había ido allí, su auto rojo en la última salida me lo había confirmado. Pero es que le retorcería el cuello con mis manos apenas lo viera y luego le arrancaría ese pelo castaño rojizo que tanto adoraba...

Una mano salida de la nada agarrando mi brazo me bastó para girarme y levantar la pistola que traía dentro de mi chaqueta.

Por supuesto que yo sabía el peligro que implicaba y no había sido tan tonta para ir sola y desarmada. Aunque no supiera disparar un arma no hacía falta para defenderme.

Inmediatamente el agarre se aflojó y lentamente la figura que se había acercado a mi desde una esquina sombría del estacionamiento se alejó, distingui dos manos en el aire y los hombros rígidos de un hombre.

— Bianca, joder. Soy yo.

Ahogue un grito y baje el brazo. Asustada como la mierda.

— ¿Señor Douglas?

— Joder, si — él bajo las manos con un resoplido grave, entonces lentamente se volvió a acercar y me quito la pistola de las manos — ¿De dónde carajos sacaste...? Ah, ya lo sé. De mi propia jodida casa, niña bruta.

Con un suspiró quejumbroso apoyé mi cabeza en su hombro huesudo, dejando que el verdadero peso de sostener un arma en mis manos me sobrepasara.

— Lo siento. Yo la necesitaba, Morgan está aquí...

— Ya lo sé — él volvió a agarrar mi brazo y me empujó hasta un alero bajo en los límites del lugar parcialmente oculto — Él me dijo lo que iba a hacer y por eso estoy aquí. Ambos subestimamos cuan estúpida podías ser para venir aquí.

Él no parecía tener intenciones de soltar el agarre en mi brazo a la altura de mi codo, pero toda su atención estaba enfrente, donde la luz tenue del alumbrado público iluminaba en diagonal las puertas dobles del edificio. Con amplias ventanas de cristales tintados era casi imposible ver nada del interior pero los costosos autos estacionados en el exterior era seguro que había un tipo de reunión adentro.

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