Parte Uno

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Entre las montañas se esconde todo un misterio lleno de encantos y magia, las eminencias naturales son el refugio de animales y, posibles, dioses y seres mágicos. Lejos de ese lugar se encuentra la civilización que crece con el paso de los días, dentro de la casa del jefe de la aldea se escucha los gritos de agonía de una madre por dar a luz a su cachorro, llora desesperada, pero no se rinde ante la posibilidad de perder la más hermosa creación que se le ha concedido. 

─ ¡Inko-sama!¡Un poco más, solo un poco más! ─ la partera Chiyo, una anciana que ha velado por el cuidado de Inko y su futuro hijo.

─ ¡Inko, cariño! 

─ Tengo miedo Hisashi, mucho miedo de perderlo. ─ el alfa toma la mano de su omega para brindarle apoyo, esta se aferra fuertemente. Con su mano libre acomoda el alborotado cabello verde de su esposa omega, seca el sudor frío que ha estado acompañando desde hace unas horas.

─ No lo harás ¡Da tu mayor esfuerzo! ─ la omega da el último grito adolorido, se lo regala a la gélida noche con una preciosa luna roja. Con ello logra escuchar un llanto infantil junto a otro grito de la animada partera.

─ ¡Es un niño!

Inko se levantan de su lugar con ayuda de su esposo, quien besa la frente de su pareja totalmente orgulloso, limpia las lágrimas que han salido de los ojos de su amada. Toma al recién nacido envuelto en mantas entre sus brazos, lo rodea en feromonas de consuelo para aliviar el llanto y se lo pasa a la mujer que quiere verlo con ansias.

─ Es tan pequeño...

─ Mi cachorro, mi Izuku. ─ las gemas verdosas que posee como ojos se iluminan por la felicidad, que dicha era tener así de cerca al pequeño que esperó por nueve meses en su vientre.

Ese ambiente familiar era enternecedor para todos los presentes, que exclamaron un sonido de ternura agudo. Bajo la luna llena teñida de rojo, Luna de Sangre, Midoriya Izuku saludaba al mundo y este parecía recibirlo en todo su esplendor, pues, aquello era un gran presagio de buena fortuna y prosperidad en la aldea. Todos gritaron al cielo con euforia y gloria, demostrando su gratitud a los Dioses.

─ Es un regalo, un regalo de los Dioses. ─ dice la omega, toca las mejillas de su nuevo amor y teme lastimarlo. ─ Te vamos a proteger, serás el más feliz de este mundo, Izuku.

─ Tiene un gran futuro. 

Festejaron el natalicio del nuevo miembro de la familia Midoriya, cantaron a los Dioses con benevolencia y vieron el futuro de la aldea prosperar en sus sueños. 

...

"La Luna de Sangre, era conocida así por una famosa leyenda que recorría el lugar y era la favorita de los niños de la aldea. El Dios Mhasru le concedió a un humano un poder espiritual capaz de acabar con esa maldad, esa persona era una hermosa mujer con cabello de color brillante similar al sol y ojos de un rojo intenso.

Kuraki, era su nombre. Con su gran habilidad como líder del Clan Druhcon, confianza en sí misma y el poder otorgado, la maldad acabó y los monstruos, los Nomus, perecieron. Después de esa guerra, sin que alguien ajeno a ellos lo esperara, ambos tuvieron un hijo semi-dios de quién según se cuenta, su descendencia vive en lo más profundo de las montañas bendiciendo a sus fieles creyentes.

Pero, el final feliz dura muy poco. Cuando una humana envidiosa, proclamada como la amiga de confianza, envenena a Kuraki y esta fallece; la descendencia de esa mujer, que poco a poco se ha ido olvidando su nombre, fue maldecida por el propio Mhasru y a ella la condenó arder eternamente en el fuego de los volcanes, sintiendo su piel morir a cada instante.

Una bendición, una maldición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora